Bajo el título de Hotel, traemos para la sección de Narrativa del blog Ancile un nuevo post, de nuestro querido amigo y narrador ejemplar Pastor Aguiar.
HOTEL
En el corazón de la jungla, el hotel. Un gran edificio de una sola planta y sólidas paredes de granito sin pulir. El piso también de granito, pero alisado. Yo estaba en el salón principal, y al fondo la herradura de caoba detrás de la cual un empleado con antifaz recibía a los huéspedes.
En la pared del fondo, a cada rato, sonaba la campana del elevador que era una burla, porque no tenía a dónde subir, ni puerta que se abriera.
Entre la mencionada pared y yo, cruzaba la autopista de dos carriles por cada lado. Venía desde el norte y se internaba en el bosque por el lado opuesto. Era como si el hotel fuera una montaña atravesada por un túnel. La vía lo tajaba justo por el centro.
No tardé mucho en irme dando cuanta de la situación, pues dos viejos tomados de las manos pretendieron cruzar hacia el mostrador arrastrando su equipaje, y ¡fuácata!, quedaron despedazados por una rastra que pasó a más de cien kilómetros por hora.
_ ¿Esto sucede con frecuencia? _ Le pregunté a una señora cercana, quien le hacía trenzas a su enorme perro.
_ Bueno, en los dos días que llevo acá se ha repetido decenas de veces.
No terminaba ella de responder, cuando un rugido llegó desde el mismo norte. No necesité adivinar, porque acto seguido desembocó un tigre tipo búfalo, color rojo escarlata y con ojos de fuego. Sus colmillos parecían puntas de lanzas.
El animal, cuando había andado la mitad del trayecto, miró a ambos lados sin cesar de rugir, hasta que se fijó en un cliente obeso medio dormido. En lo que uno estornuda, lo atrapó con las garras, se lo llevó a la boca y huyó con él rumbo a la boscosidad impenetrable. Creo que el infeliz no llegó a despertar.
_ ¿Y cosas como estas? _ Le volví a preguntar a mi vecina.
_ Suceden, como ha podido ver con sus propios ojos; pero la comida es exquisita, mesa sueca, incluida en el costo del alojamiento. Locos no faltamos en este mundo.
Cuando todo parecía alcanzar un punto que llamara aburrimiento, por la puerta deslizante entró un grupo variopinto, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, cada cual con su instrumento, pues eran músicos. Miraron a la redonda hasta que el del antifaz les hizo un gesto con la cabeza.
De inmediato se ubicaron sobre el asfalto empuñando sus armas, desde violines hasta tambores. Hubo un corto silencio, dos o tres ataques de prueba, y comenzó el concierto molto vivace.
_ ¿Será Wagner? _ Pregunté al techo.
_ Usted conoce, sin dudas_ Respondió la mujer de antes_ Pero no se engolosine, porque presiento que durará poco.
Así sucedió, esta vez un ómnibus de estudiantes semi desnudos asomándose por las ventanillas, desbarató la orquesta, abrupto cierre en el primer movimiento.
Una vez más los funerarios y una cuadrilla de obreros de limpieza borrando los charcos de sangre.
_ ¿Pero acaso no sabían?
_ De seguro no. Suelen invitar artistas de toda índole ofreciéndoles sumas de dinero imposibles de rechazar.
_ Vaya, vaya_ Terminé agregando casi filósofo.
_ Según he visto hasta ahora, el peligro está en la carretera.
_ Usted lo ha dicho_ Remachó la mujer de siempre.
_ Si todo se normaliza, sería aconsejable explorar la comida; aunque no veo cómo cruzar, ya que el comedor está al otro lado de la vía.
_ Es como la ruleta rusa; pero si somos lo suficientemente rápidos, podríamos llegar ilesos. Nos asomamos al borde y miramos en ambos sentidos, sobre todo al norte.
Todos nos dispusimos al riesgo, algunos ya se levantaban desentumeciéndose, precisamente en el instante en que se desató la tormenta, lluvia densísima, rayos, oscuridad presagiando el final de los tiempos.
_ ¿Y esto, es parte de la costumbre en este antro de brujas?
Pero nadie me escuchaba, una avalancha de aguas se precipitaba rumbo al sur por lo que antes había sido autopista.
Pastor Aguiar
Muchas gracias, amigo, por este lujo de estar en tu página. Otra historia como síntoma de locura crónica y para mí saludable. Abrazos siempre.
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