martes, 23 de agosto de 2022

MÁS ALLÁ DEL OBJETO Y DEL SUJETO: LA RELACIÓN COMO FUNDAMENTO DEL MUNDO

 Cerramos esta serie de entradas sobre lo más íntimo de la realidad fenomenológica como una vida animada, para la sección de Ciencia del blog Ancile, y esta vez bajo el título: Más allá del objeto y del sujeto: la relación como fundamento del mundo.


MÁS ALLÁ DEL OBJETO Y DEL SUJETO:

LA RELACIÓN COMO FUNDAMENTO DEL MUNDO


 


 Las dos culturas irreconciliables de C.P. Snow (ciencias y artes) parecen aspirar a un equilibrio perfectamente detectable en virtud, decíamos, de las deducciones extraíbles nada menos que de la misma física. Recordemos la física cuántica y sus aproximaciones a lo más íntimo de la materia, concepciones clásicas del espacio, del tiempo y de la misma materia alcanzan dimensiones deductivas mucho más que sugerentes, y desde donde podemos, así mismo constatar, que el reduccionismo clásico de nuestra física positiva adquiere cualidades admirables para la construcción y avance de nuevas y sorprendentes tecnologías, pero que no ha de funcionar también en otros ámbitos como el de la biología, las ciencias humanas o aquellos otros sistemas complejos que ponen en francos problemas sus nociones lineales de funcionamiento y que en modo alguno responden a su realidad intrincada.

                Por todo esto y lo anteriormente señalado me parece que, para concluir esta temática de tanto interés, sería bueno resaltar la necesidad de un nuevo enfoque sobre las realidades fenoménicas de nuestro mundo, atendiendo no sólo a la perspectiva cuantitativa de los objetos, sino también y especialmente a las relaciones entre ellos, atendiendo además de, al supuesto conocimiento objetivo, al conocimiento contextual.

                Creo que en la actualidad gozamos de una perspectiva lo suficientemente amplia para afirmar con Werner Heisenberg que, lo que observamos no es la naturaleza misma, sino la naturaleza expuesta a nuestro método de investigación. Por lo que el conocimiento más realista será el que se consigue en virtud de cómo se interactua con el mundo.

                La renovación del pensamiento moderno del anima mundi, es una manifestación expresa de que en la naturaleza (viva siempre), el todo es mayor que la suma de las partes. Buena cuenta de esta observación la da el principio de emergencia, desde el cual podremos entender propiedades sorprendentes y que veremos sobre todo cuando atendemos a la totalidad del sistema observado, mucho mejor que cuando lo hacemos de manera aislada atendiendo a sus componentes. De esto da muy buena razón la mecánica cuántica, donde las partículas no se comportan individualmente como cabría esperar, sino que pueden explicarse mejor en su conjunto, como un sistema dinámico que responde a las extraños comportamientos y propiedades para la física clásica y que demuestra la materia de lo infinitamente pequeño.

                El determinismo clásico no puede responder de manera satisfactoria a toda esa suerte de sistemas complejos, vivos, no lineales que en realidad componen el mundo, respondiendo a la impredecibilidad incontrolable de la naturaleza. Para acercarnos a esta anima mundi que ofrece el universo se hace imprescindible no sólo la ciencia, también la intuición de lo que impulsa este anima mundi, que tiende a ser ante todo una intuición integradora, que a su vez ofrece una conciencia renovada de ver el mundo.

                Necesitamos para aquel propósito de conocimiento integrador un proceso de observación activo, más allá de la experiencia alcanzada a través de cantidades o de explicaciones propiamente científicas. El control sobre las cosas bien debiera ser sustituido por el asombro y el impulso creativo, desde los cuales contemplar que el universo no es una máquina, sino una conciencia viva que improvisa en constante creatividad. Para todo ello será también inevitable atender a una concepción mucho más amplia de lo que la conciencia sea y signifique en el mundo.

 

Francisco Acuyo






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