jueves, 8 de septiembre de 2022

EL OLVIDO MODERNO Y POSMODERNO DEL INDIVIDUO

 Para la sección de Pensamiento del blog Ancile ofrecemos una nueva entrada, esta vez bajo el título de El olvido moderno y posmoderno del individuo.


EL OLVIDO MODERNO 

Y POSMODERNO DEL INDIVIDUO


El olvido moderno y posmoderno del individuo. Francisco Acuyo


Existe, paradójicamente, un olvido moderno (y desde luego posmoderno) de lo que es realmente la humanidad, mas como comunidad de individuos que, además, por cierto, concierne además en relación a los orígenes que siempre han sido descritos, querámoslo o no, como espirituales, si han compartido la aspiración a lo trascendente desde la más honda y remota antigüedad, y esto ha sido así a pesar del denodado impulso de nuestra contemporaneidad en dirigirnos a la distracción, fraccionamiento y disolución de la conciencia de lo espiritual, aunque sea esta ley de identidad de lo humano, a través de la nueva era tecnológica, con la revolución digital a la vanguardia.

            Inmersos en el autoolvido de lo que realmente somos como individuos hemos estado, y aún estamos cayendo al vacío de la oquedad abismal a la que nos ha traído los juicios y prejuicios de la modernidad, y de la que no ha sabido extraer consecuencias convincentes el criticismo de la posmodernidad, porque estamos sumidos en la terrible sentencia de Lyotard en forma de inquietante interrogación cuando decía: ¿Y si lo propio del hombre fuera estar habitado por lo inhumano?,[1]  y todo porque parece locura que la lógica posmoderna pueda defender el pro y la contra de la misma causa.

El olvido moderno y posmoderno del individuo. Francisco Acuyo
            Esta fuera, o al menos parece estarlo, de nuestra actual perspectiva ver y entender la naturaleza y la vida que acompaña como aquello que forma parte de nosotros, como algo vivo y consciente que permanece en interacción continua. Ahora se explica a aquel sugerente animismo referido, como una mera proyección de los sentimientos humanos sobre la materia inanimada, y, desde luego, se ridiculizaque, en modo alguno, el pulso de las cosas naturales incida en nosotros ni como sociedad ni como individuo. Pero esta actitud integradora, holística (en forma de observación y entendimiento que nos ha acompañado desde la noche de los tiempos) conlleva un alto precio que hace tiempo que ya estamos pagando por su autoridad equívoca.

            A parte de enfrentarnos a la evidente inhumanidad de la sistemática política, económica y social, está esa otra inhumanidad que se esfuerza en soterrar definitivamente quizá lo más profundo y genuino de nuestra humanidad: la conexión viva e íntima del alma, de la conciencia,  con el mundo, y en cuya génesis se encuentra el individuo que aspira a ser algo más que un objeto vinculado a la insidiosa relación con lo netamente utilitario, merced de las supuestas bondades tecnológicas. Quizá el materialismo más recalcitrante (de no pocas de las mentes críticas de la posmodernidad) ha sido uno de los obstáculos más evidentes para que esa crítica sea realmente renovadora, profunda y provechosa. No deja de resultar curioso que esto suceda cuando, a través de los descubrimientos y reflexiones extraídos de la misma ciencia (física cuántica, relatividad, teoría del caos…) se muestra que dichas presunciones no ha servido de gran cosa, ya que se ofrecen principios y patrones positivos materialistas como dogma de fe generalmente admitido, ¡cuando es una realidad científicamente indemostrable! y que ha impedido e impide ir un paso si quiera más allá con el que mostrar sus límites, y con ellos, que en realidad no sabemos todavía con certeza cosas fundamentales que presumíamos sabidas, sirva como ejemplo: qué es y de dónde viene la misma materia.

El olvido moderno y posmoderno del individuo. Francisco Acuyo
            Sólo un breve apunte sobre está nueva fe materialista, que muy bien puede ser en su determinación ofrendas profanadas, repulsivas al sacrificio de lo que la verdad fuese, así lo podemos extraer de la sincera confesión de uno de los padres de la nueva física, Albert Einstein: No puedo probar que mi concepción sea cierta (el materialismo), pero esa es mi religión.[2] Todos sabemos o deberíamos saber que sin conciencia no podemos demostrar que exista algo, so pretexto de faltar a la verdad,  y la conciencia, a día de hoy, es algo que no podemos determinar como materia. Es inevitable la abstracción mediante aquella, la conciencia, para establecer un marco de referencia sobre lo que la materia sea, y si esta (la materia) es exterior y objetivamente existente, como todo determinismo materialista cree en su profesión devota de fe positiva.

            Si la verdad marca la temperatura de toda ciencia, la certeza de la materia, antes de la conciencia, no puede demostrarse y, por lo tanto, es desconocida:  lo que conocemos en realidad es precisamente el enigma de la conciencia, ¿porqué, pues, está obsesión de fe casi fundamentalista expuesta incluso para criticar uno de los fundamentos de la modernidad, como son los juicios de razón sustentados por la materia? ¿Es acaso la ciencia esa hija loca del saber que con supersticiones da nacimiento a toda suerte de falsedades? Resultará de ello que la ciencia no empieza, sino que insiste, en reclamar una nueva suerte de barbarie.



Francisco Acuyo



[1] Lyotard, F.: Lo inhumano, charlas sobre el tiempo, Manantial, Buenos Aires, 1998.
[2] Einstein, A.: en Gosling, Science and the Indian Tradition: When Einstein Met Tagore, 162.


El olvido moderno y posmoderno del individuo. Francisco Acuyo


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