Bajo el título de El ser existencial y la posmodernidad, traemos un nuevo post para la sección de Pensamiento del blog Ancile.
EL SER EXISTENCIAL Y LA POSMODERNIDAD
En virtud de aquel ser existencial que decía que somos
haré en forma de interrogante una, o mejor dos propuestas, que habrá de quedar
incorporadas al texto como interpuestas guardas de paciencia: ¿Si en verdad
parece equivocarse el espíritu guiado por los sentidos, somos realmente lo que
hacemos? [1] ¿Acaso
también lo que pensamos?[2] Por
las obras (o sus frutos) los conoceréis[3],
pero también por la ideología, y es que subyace muchas veces en nuestros
pensamientos más los prejuicios que reflexiones razonables. El agathós (bondad)
social e individualmente útil se inspira muy por encima de la utilidad
egoísta que se hace expresa gracias al logos. La palabra que no
tergiversa el valor de sus significados es de capital importancia si quiere ser
realmente universal su significado. ¿Qué tiene que decir a esto la palabra
poética en tiempos tan tempestuosos y vacíos?
La
era de la postverdad (posmodernidad) lo pone todo crudamente en entredicho, y
la socialización de aquellas obras que deben ser verdad para todos pierden la
esperanza de su autenticidad, que no otra que la que aspira la anthrópeia
philosophía (filosofía de las cosas humanas) y que atañe inevitablemente
a cada individuo.
Veremos hasta qué punto es disparatado el mundo de los conceptos y del lenguaje en nuestra época, y lo imposible que puede ser desarrollar un proyecto ético genuino si se pretende recusar los antiguos e indispensables parámetros ético filosóficos en la edad de la posmodernidad, y cómo, incluso, una de las manifestaciones del arte (literario) más antiguo y genuino, cual es la poesía, acaba diluyendo sus principios más básicos de construcción, expresión y entendimiento en nuestros días, si hemos de dar la razón a los censores cínicos, inclinados a la irreflexiva invectiva de lo auténtico.
El
antidualismo característico del pensamiento posmoderno llevó, sin embargo, a
los otros que querían rescatar de la postergación y la inadvertencia, al
olvido de su ser individual que, no obstante, comparte en la mayoría de sus
anhelos y características personales, el resto de los componentes sociales de toda
humanidad, y donde los marginados y oprimidos son también descuidados en su ser
común de sociedad humana. El cuestionamiento textual y el giro lingüístico
exacerbado les hace obviar las manifestaciones más genuinas del lenguaje como
es la poesía, donde se enfrenta singularmente la realidad del lenguaje común con
otra más profunda y conectada con lo que muy bien pudiese considerarse como lo
más universal de todo individuo: su ser como algo que pudiera o, al menos
debiera ser duradero y manifiesto en su personalidad en cualquier hora y lugar.
Es así que el poema, cada poema es una realidad sujeta al poeta y, por supuesto,
a quien lo lee, saborea y suscribe en su personal exégesis, pues uno y otro no son
sino un individuo. Puede una verdad cuestionarse, pero no la universalidad de
esta anclada en la diversidad de cada persona individual, máxime si está rememorando
que la totalidad de lo que somos como humanidad es gracias a esa individualidad
que persigue la verdad del ethos que inviste de dignidad (dignitas,
decíamos) a cada ser humano.
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