Para la sección de Pensamiento del blog Ancile, traemos una serie de nuevos post que llevan el título general de la Poesía en el espejo posmoderno, y este inicial: El valor del individuo en los estudios posmodernos.
EL VALOR DEL INDIVIDUO EN LOS
ESTUDIOS
CULTURALES Y LITERARIOS EN LA
ACTUALIDAD
CUANDO hablo y pongo en cuestión a la persona, al individuo, no hago sino invocar no tanto el recuerdo sino la realidad propios del relato (que no metarrelato) de lo que sea el ser mismo. Sospecho mucho, o más bien tomad mi sospecha como certidumbre, que acaso esta veracidad ontológica (situada más allá o más acá de cualquier materialismo) en la crítica, tantas veces feroz de los pensadores, artistas, literatos, incluso científicos de la posmodernidad, no acabó de persuadirme aun cuando reclaman muchos elocuentemente para ellos las más respetuosas consideraciones. El afán de superar la modernidad en su implacable exceso quizá no dejó ver la naturaleza verídica del bosque de la humanidad, por mor de malentender la perspectiva que ofrecían los árboles individualmente. Quizá la misma indefinición del término posmodernidad, a guisa de un adiós sumario, da buena cuenta de su insuficiencia pues, si bien critica, lo hace imprudentemente: con algo de orgullo y no poco desprecio de los que pasarán por ser en muchos aspectos idénticos defectos. No sé, si en su afán de emancipación de la humanidad se pierden en exquisiteces intelectuales e ideológicas, de las que pudieren ser versados y hábiles, pero olvidaron que aquella humanidad está conformada por la inquietud existencial de sus individuos.
No es esta introducción un combate teórico a ultranza contra la conjetura posmoderna, acaso un simple encuentro, en modo alguno aborrecible diatriba. Así, digo, que el valor del individuo es, decíamos, noción fundamental (dignitas) para el consecuente respeto hacia cada ser humano en virtud de aquella idiosincrática humana individualidad. El ethos o valor moral innegociable de aquel dignus que es propio de cada uno, por eso se dice que es siempre inestimable. La acción de dignificar (dignificare) equitativamente a cualquier persona es fundamento básico de cualquier reconocimiento a todo hombre, el cual, a su vez, será dignatario de ese principio básico de reconocimiento, por lo que no debe parecer extraño que, de la doctrina posmoderna, en sus excrecencias especulativas, quiera echar con las cosas sobrantes por excesivas del mismo pensamiento moderno en el detrito informe del olvido. Si todo lo
que atente contra la dignidad humana es intolerable por indigno, cabría
reflexionar, si en la actualidad, más allá del pensamiento moderno y
posmoderno, aquella Oratio de hominis dignitate[1]
de Pico de la Mirandola, tiene alguna vigencia, sobre todo ante las
continuas y grandilocuentes referencias a la Declaración Universal
de Derechos Humanos en la modernidad y, desde luego, en lo que se
ha denominado y definido no muy claramente (como buena y venerable crónica)
bajo el término de posmodernidad. Lo que resulta más chocante es que, desde
estas doctrinas críticas hacia la modernidad ni siquiera se haya planteado con
cierta contundencia, que es el individuo el que pone esta cuestión de la
dignidad desde la perspectiva personal más básica: todo se fía a una virtual
humanidad que parece dejar de serlo por culpa de los evidentes excesos
tecnológicos de la modernidad, y cuando deberíamos saber que el fin corona
todo, y ese viejo arbitro común del universo, el Tiempo, acabará con todo un
día.[2]
En próximas entradas de este blog Ancile abundaremos sobre esta temática y la iremos centrando en el aspecto poético.
Francisco Acuyo
No hay comentarios:
Publicar un comentario