Para la sección de Ciencia del blog Ancile, traemos una serie de post con reflexiones sobre los conceptos que atañen a la definición de la inteligencia y su realidad en el ámbito de la IA (inteligencia artificial),; este primer post lleva por título: IA: el sentimiento y la sublimación de la máquina ¿inteligente?
IA: EL SENTIMIENTO Y LA SUBLIMACIÓN
DE LA MÁQUINA ¿INTELIGENTE?
Quizá llevado por la deformación
(¿vicio?) del que maneja y le interesa el lenguaje en todas sus manifestaciones
(de lingüista, por supuesto, de escritor, de semiólogo, de investigador, de
poeta, nada menos), me parece de capital importancia que, a la hora de hablar
sobre un determinado tema, sepamos de lo que realmente estamos hablando. Esta
advertencia pasa por el uso (y el abuso) que hagamos sobre determinadas
acepciones recogidas en palabras sobre las que tenemos intención de buscar
explicaciones sobre sí mismas (denotación) y sobre sus supuestas relaciones con
otras palabras en ámbitos (contextos) diversos.
Hal,
es el célebre artefacto de inteligencia artificial creador por Arthur C. Clark
para su no menos célebre y excelente novela 2001, una odisea en el espacio. No
menos famosa sería la espléndida adaptación cinematográfica de homónimo título
del genial Stanley Kubrick. Fue este computador de excepción el que me hizo reflexionar
seriamente sobre la tan traída y llevada inteligencia artificial (IA). La intelligentia
latina, analizada desde el prefijo inter (entre), el sufijo -nt- agente,
y el sufijo que indica la cualidad, -cia-, y el verbo legere, que
viene a significar escoger, separar… inferimos, a través de su etimología, que
la inteligencia es la habilidad para escoger la mejor alternativa entre varias.
Pero, si atendemos a las diferentes acepciones de nuestro diccionario, constatamos que la variedad es amplia y nada fácil de interpretar en su conjunto.[1] Por eso, en términos generales, se describe como la capacidad de manejar y percibir información y retenerla como conocimiento útil y aplicable para ser adaptado a entornos determinados. Podemos, en fin, comprobar que la semántica deducible del término ofrecido por la Academia, es, cuando menos, poco precisa. Parece inevitable tener que acudir a otras disciplinas para entender con un grado de mayor certeza qué es la inteligencia, para eso la biología, la sociología, la psicología, la neurociencia… pretenden establecer criterios positivos para su mejor entendimiento. Pero, atención, el mundo de la información también tiene algo que decir al respecto. La inteligencia artificial (IA) es una prueba manifiesta de la inteligencia puede ser extensiva al dominio de los artefactos creados por el hombre y que ofrecen cualidades que pueden encontrarse en el repertorio de definiciones de nuestros diccionarios, y que creíamos propias del ser humano.
La posibilidad de crear máquinas pensantes, postuladas en su famosa máquina de Turing, era una de las conjeturas que manejaba el genial matemático y lógico Alan Turing, uno de los padres de la ciencia de la computación y de la actual informática.[2] Pero, es cierto que la inteligencia mostrada por una de estas máquinas era capaz de ofrecer respuestas a problemas, sea indistinguible para un ser humano. El test de Turing ofrece la respuesta: si exponemos a un humano a dos conversaciones, una llevada a cabo por una máquina y otra por un humano, y si este es incapaz de distinguir una de otra, significa que esa máquina es tan inteligente como un ser humano.
La cuestión no es tan sencilla como puede parecer a ojos del romántico espectador que ve en el computador Hal, una máquina de Turing con los mismo atributos e incluso superiores al del humano que interacciona con ella.
Seguiremos en próxima entrada indagando sobre este
mundo que creo que empieza a ser ciertamente tenebroso para la humanidad, y no
tanto por la prevalencia de la capacidad de estas máquinas inteligentes para
hacer tantas y tantas tareas que nos facilitan la vida, pero que también hacen
que nos olvidemos de aspectos básicos de nosotros mismos que nos desconectan
con lo más profundo de nuestra naturaleza.
Francisco Acuyo
[2] En la teoría de la computabilidad, la posibilidad de dichas máquinas pensantes se conoce como tesis de Church-Turing y que viene a decir que todo algoritmo es equivalente a una máquina de Turing. Aunque indemostrable formalmente se acepta en el dominio práctico en la puesta en marcha de un complejo informático.
No hay comentarios:
Publicar un comentario