Bajo el título Retórica y significado: la ciencia, la filosofía y la poesía del sentido, editamos un nuevo post para la sección de Ciencia del blog Ancile.
RETÓRICA Y SIGNIFICADO: LA CIENCIA,
LA FILOSOFÍA Y LA POESÍA DEL SENTIDO
En
los ámbitos de la ciencia física y en el estudio de determinados fenómenos (el
mundo de la nueva cosmología, o el de la
mecánica cuántica y su incidencia en los dominios de lo infinitamente pequeño, o
en el territorio no menos fascinante de la teoría del caos y de la
complejidad), siempre me llamó la atención el uso (y abuso) de sus creadores o
descubridores, también de los propios teóricos de la ciencia, de determinados
tropos o figuras literarias para extraer, no sólo aproximaciones explicativas
para el neófito, también significados ante la importante incidencia en el
concepto del universo y del lugar de nosotros en el mismo.
Cuando
en el título de este post hablaba de sentido, debe entenderse este strictu
sensu, como la acepción cuarta reconocida por la RAE en la que se dice que
este es la capacidad de reconocer la realidad circundante y de
relacionarse con ella, mas también la extensión novena, que nos habla del
sentido en relación al significado (de la palabra), y con la
décima, que lo establece como la interpretación que se hace de un
objeto, de un mensaje o de una obra.
Me
parece muy adecuada esta palabra, sentido, porque, aunque la relacionemos con
el ámbito abstracto del significado con las acepciones extraídas del
diccionario, si atendemos a su etimología, sentire (oír o
percibir táctil o gustativamente) y el sufijo, ido (cualidad perceptible
por los sentidos, y sus derivados, pero también con el que la relaciona con seso (sensus,
y su riquísima raíz, sen, que ofrece diversos
significados que van más allá de la potencia perceptiva, acercándose a la la
reflexión y pensamiento, por lo que dicha percepción, nos hace entender el
proverbial sintagma sentido común ). Esta interacción y
tránsito etimológico entre el sentido sensorial y el abstracto, es altamente
significativo, y lo pone en relación con las aproximaciones hechas en el
capítulo anterior expuesto sobre la fusión de lo sensorio y lo abstracto en
poesía, y ampliamente relatado en otras ocasiones reiteradamente señaladas.[1]
Dicho
esto, observamos que la metáfora, la analogía, el símil… utilizados por el
científico, intérprete o difusor de la ciencia, encalla sus figuras en una
restrictiva relación espacial de las mismas, que llevan al que quiere encontrar
en ellas una vía de explicación pertinente, a un locus concreto
y supuestamente objetivo de experiencia mecánica de lo que en realidad sucede y
acaece, por lo que acaban aún más de
desvirtuar el fenómeno o realidad que trata de representar con su manejo
inapropiado. Esta localización nos hace separarnos peligrosamente de la
realidad que tratan de describir o hacernos entender. Se pierde de vista el
fundamento de la naturaleza del fenómeno estudiado por la ciencia (y de la realidad poética, si nos
movemos en este ámbito), y más aún cuando este se comporta de manera
tan extraña que cuestiona aquel sentido común convencional sobre el que
edificamos nuestro entendimiento de la realidad, que se viene a fundamentar
sobre las convenciones de espacio tiempo utilizadas para su descripción.
Veremos que, para el entendimiento de
alguno de los fenómenos en cuestión, no tratan o describen objetos entendidos convencionalmente (por ejemplo, partículas
subatómicas, en el caso de la mecánica cuántica), sino más bien de procesos[2] en los cuales la totalidad
del universo convergen implicando[3] al universo todo.
Cuando constatamos que la lingüística
ha debatido ampliamente sobre la ambigüedad, la polisemia (ver anteriores
entradas al respecto), para concluir que
esta, en modo alguno, puede existir para que exista comunicación[4], deberíamos plantearnos el
uso y recurso de determinados tropos para clarificar determinados aspectos o
situaciones de la realidad que, no se atienen a las convenciones aceptadas en
el uso y significación de la norma pactada para la comprensión de lo
lingüísticamente representado, ni siquiera por aquellos lenguajes
especializados. Por todo esto y otras razones que iremos exponiendo, no nos parece exacto que la
comunicación quede necesariamente suprimida por la ambigüedad, sobre todo
cuando esta se ofrece como un recurso, no sólo expresivo, sino de una
representación pertinente a las situaciones de incertidumbre que nos rodean en
el mundo.
Seguiremos indagando en otras entradas
del blog Ancile sobre estas extraordinarias cuestiones, que acaso pasan
desapercibidas para el entendimiento de los extraños acontecimientos en los
fenómenos que estudian las ciencias y, cómo no, en el no menos profundo y
complejo territorio de la expresión y conocimiento poéticos.
Francisco
Acuyo
[1] Acuyo, F.: ob. cit.
[2] Whitehead, A. N.: La ciencia y el mundo moderno,
Losada, Buenos Aires, 1959.
[3] Bohm, D: La totalidad y el orden implicado, Kairós,
Barcelona, 1988.
[4] Martinet, A.: en Lingüística y significación, Salvat,
Barcelona 1963
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