martes, 14 de noviembre de 2023

EL MUNDO ES CONCIENCIA, Y LA CONCIENCIA MUNDO

 Para la sección de Pensamiento del blog Ancile, traemos un nuevos post que lleva por título: El mundo es conciencia, y la conciencia mundo, donde seguimos indagando sobre  las abstracciones como uno de los fundamentos para la descripción del mundo.


EL MUNDO ES CONCIENCIA,

Y LA CONCIENCIA MUNDO

 


 

El mundo es conciencia, y la conciencia mundo, Francisco Acuyo




Una de las más graves contradicciones de algunos pensadores posmodernos, radica en su empeño de hacer de la abstracción un mecanismo, es decir, la mecanización de cualquier proceso racional abstracto (dixit) es la característica primordial de dichos procesos. En realidad, como ya apuntábamos en entradas anteriores, la abstracción es un proceso radicado en la conciencia, y como tal, no puede ni debe diferenciarse radicalmente de la realidad que percibe dicha conciencia, acaso porque dicha realidad no puede separarse de dicha conciencia, aunque esta afirmación suponga algo inaudito para la convención cognitiva del mundo. El mundo es conciencia y la conciencia, mundo.

En virtud de lo antecedido, es por lo que, a mi juicio, los procesos matemáticos en forma de juicios a priori funcionan y casan (mágicamente) con la realidad de lo físico. La entidad invisible de la conciencia nos demuestra que la fenomenología de lo que acontece es una urdimbre de vínculos, de relaciones, que hacen de la realidad lo que es. El quiasmo de Merleau Ponty o el ámbito kantiano de lo trascendental pueden ser unos buenos ejemplos de lo que hablamos.

La abstracción y la percepción comparten una misma naturaleza vinculante y vinculadora. En el dominio de las relaciones sinestésicas[1] se pueden encontrar abundantes ejemplos de esta singularísima relación, donde lo abstracto sinestésico da cuenta de este vínculo estrecho donde la dualidad de lo pensado y lo percibido, siendo dos, acaban por diluirse en una especial complementariedad, donde la conciencia es mundo, y el mundo, conciencia.

La convención cultural y social hacen que esta relación resulte ilusoriamente dividida y contradictoria entre aquél que observa y lo observado que, en realidad, aunque parezcan opuestos, no los son en modo alguno. Es así que lo percibido sensorialmente no es solo el cuerpo de la sensación, también de la abstracción entendida como espíritu que, paradójicamente, diríase que no puede desligarse de lo físico.

El mundo es conciencia, y la conciencia mundo, Francisco Acuyo
Estas sutilezas traídas al caso son en verdad de una importancia extraordinaria para enfrentarla a una sociedad ensimismada en las religiones de diversas ideologías (véanse los peligrosísimos nacionalismos) que establecen convenciones interesadas a la hora de conformar criterios de realidad, en los que se sitúan ellos (como razón y víctimas) de los demás, a los que se enfrentan, en razón de una diferencia ilusoria y siempre malintencionada para obtener fines putrefactos de poder y para, más tarde, mantenerlo o expandirlo. Esta es una de las primeras consecuencias, entre otras muchas, de no entender la naturaleza material de la realidad, que no puede ser separada de la nuestra propia como conciencia, porque, en verdad son la misma por ser complementarias.

Pero, de estas conclusiones no pueden extraerse otras fuera de la realidad del caso de lo que la abstracción es, y donde el pensamiento posmoderno hace responsable de todas las fragmentaciones dolosas de las que somos testigos. La sacralización de lo social no es, desde luego, la respuesta a los problemas individuales o colectivos, sino una desviación burda, grotesca, de la necesidad de lo trascendente, de lo invisible, que puede ser oteado por la abstracción de la idea y del pensamiento que, como digo, no puede desligarse de lo perceptivo o sensorial, que en modo alguno es discontinuo, separado y que, en modo alguno, puede ser descrito como una parte, acaso la más rudimentaria, de la abstracción matemática. Es el caso del algoritmo, triunfante en nuestros días. En cualquier caso, hay una poderosa abstracción capaz de dar cuenta de lo dinámico y de lo vivo, asumiendo las propias limitaciones de la lógica y razón abstracta que, por cierto, es esta misma abstracción quien las asume.

La sensibilidad y la abstracción, en fin, no están, ni con mucho tan separadas como pretenden  hacernos creer  algunas corrientes interesadamente ideológicas, y que dicen solo existe la concreción unitaria, temporal, de lo que les conviene y donde, sin embargo, no se puede negar ese algo más (sensitivo y abstracto) que nos hace aspirar a lo eterno, acaso porque Dios no puede mirar más que un mundo que sea su propia mirada (Corbin H.)

 

Francisco Acuyo



[1] Acuyo, F.: ibidem.

El mundo es conciencia, y la conciencia mundo, Francisco Acuyo


 

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