viernes, 9 de agosto de 2024

EL ARTE DE LA ÉTICA Y LA ESTÉTICA DE LA DIGNIDAD

 Abundamos sobre la cuestión de la dignidad en este nuevo post del blog Ancile, para la sección de Pensamiento; esta vez bajo el título de: El arte de la ética y la estética de la dignidad.



EL ARTE DE LA ÉTICA Y LA

 ESTÉTICA DE LA DIGNIDAD





 

SI el reconocimiento de la dignidad como derecho humano primordial tiene una fundamental importancia, será primordialmente porque la aventura ignominiosa del hombre por el poder no tiene límites. Esto es tan cierto que serán innumerables los momentos y casos en los que será el ansia de poder lo que ponga en peligro tantas vertientes de los valores éticos fundamentales, y entre ellos, especialmente la virtud[1] de la dignidad. No obstante, también es rigurosamente cierto que, si bien la libertad es el fundamento de la dignidad, no es menos verdad, que el hombre puede renunciar a esa libertad con una actitud de floja o nula resistencia hacia lo que puede atentar contra su dignidad. Mas, ¿Qué puede llevar al individuo a esa situación de anómala indolencia y haraganería moral?

                Me remitiré a algunos casos de flagrante holgazanería ética en el arte, y sobre todo en el mundo del arte poética, acaso por ser el más familiar a quien suscribe. Es claro que los usos y costumbres tienen que ver mucho en este caso, aunque aquellos no sean en modo alguno modelo moral a seguir consecuentemente a lo que la dignidad supone. Es claro también que el poder es uno de los sustratos a los que acomodar dichos usos y costumbres, pues, al pairo de aquél, puede vivirse con grande comodidad y compartir las ventajas que el dominio y jurisdicción del lo posee puede favorecernos, olvidando la más mínima noción de respeto hacia nosotros mismos, procediendo, en la mayoría de las ocasiones, con gran aparato de necedad y, sobre todo, de hipocresía. No son pocos los autores que medrando al cobijo del poder político han conseguido ventaja y notoriedad no siempre compatibles con sus méritos artísticos, resultando mucho más política su labor que creativa.

                No debe resultar extraño que la producción poética en aquellos casos esté sujeta a pautas genéricas y fungibles que den lugar a objetos supuestamente artísticos en serie, cuya clonación les hace ideal como objetos de consumo en patente proceso de impersonalización artística. La decadencia de estos objetos son una muestra de la decadencia moral que elude la dignidad como forma clave para una estética verdaderamente comprometida con lo genuino creativo.

                Queremos resaltar que, más allá de los imperativos jurídicos que defienden la dignidad humana, debemos resaltar los imperativos no menos importantes de la dignidad personal y del respeto al sí mismo que parecen disolverse en pos de un afán de protagonismo narcisista que olvida el fundamento de toda acción creativa: el valor de lo estético como producto de la libre imaginación y el amor a lo bello, sea propio o extraño. Olvidan que la obra de arte es un fin en sí misma, para ponerla en valor como objeto utilitario con el que obtener ventajas, protagonismo o disolver complejos de inferioridad irresolubles, lejos del valor agapéico del espíritu.

                Puede deducirse de lo antecedido en este y otros apartados sobre la dignidad, que parto de una visión iusnaturalista en tanto que participo de una óptica de la misma que antecede a la formulación jurídica de cualquier derecho positivo, si es que, como creo, la dignidad es propia y sustancial al ser humano, si bien entiendo que esta dignidad debiera ser extensiva a cualquier ser vivo que tiene su lugar en el mundo de manera singular, aunque muchas veces ponga en tela de juicio, si el homo aeconomicus, como el zoon politikón aspiran a alguna dignidad. En cualquier caso, esta falta de pugna por la dignidad, se trasluce, como decía, en la trayectoria de no pocos artistas de la palabra, incluso de la poética.

                Es clara esta indignidad en el plano ontológico, en tanto que el ser personal y el poético se mancilla sin pudor por poca cosa; no digamos en el ámbito de lo axiológico, donde los valores brillan por su ausencia fundamentadas en jerarquías éticas y estéticas carentes de principios de equidad y respeto a sí mismos y a los demás, si todo, como así parece, es legítimo para alcanzar los fines que, como decía, poco o nada tienen que ver con la estética ni la ética que debe acompañar a cualquier ejercicio creativo decoroso sea o no  artístico.

                Verán en próximas entregas sobre esta particular temática de la dignidad, revestidas de sarcasmo, chanza e incluso pitorreo sobre las muestras actuales de los que se dicen poetas o artistas, en los que la falta de dignidad es sin duda una de sus más sobresalientes e infames características. Eso será, como digo, en próximas entregas de este blog Ancile.

 

 

Francisco Acuyo



[1] Hago referencia a la hexis (virtud) advertida ya por Aristóteles y señalada en anteriores entradas al respecto.






 

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