Seguimos abundando en el valor de la dignidad con esta nueva entrada, para la sección de Pensamiento del blog Ancile, esta vez bajo el título: La ruina de la dignidad, es en lo más básico constitutivo de humanidad.
LA RUINA DE LA DIGNIDAD ES LA QUIEBRA
DE LO MÁS BÁSICO
CONSTITUTIVO DE
HUMANIDAD
Decíamos en el anterior capítulo
introductorio, que íbamos a centrarnos en el concepto de dignidad afín al
principio de racionalidad que se extrae de la autonomía e
idiosincrasia del ser humano que, entre otros, Kant, deducía de normas y
juicios propios que la ofrecen como acreedora del respeto de los demás y de uno
mismo.
Muchas me veces me pregunto por qué aquel valor interno de la persona, portadora del mismo por el mero hecho de
serlo, mérito atribuido en su reconocimiento fundamentalmente a la era de la
modernidad, se ha ido si no poniendo en tela, diluyéndose en muchos de sus fundamentos en la era que se ha denominado posmodernidad. Esta consecuencia no está extraída al
antojo o el capricho de una reflexión superficial, sino que podría ir
acompañada de una casuística prácticamente infinita de la que poder constatar
esta pérdida de dignidad nunca suficientemente ponderada y que pasa inadvertida
en muchos casos en la actualidad.
Que la falta de dignidad
es manifiesta en el ámbito de la política, es un hecho incompresiblemente
aceptado, y es una tristísima y peligrosa realidad actual. Pero que esta
indignidad haya acabado por calar en ámbitos bien distintos de la vida humana,
creo que es algo que merece alguna atención, aunque sea sólo por mero y
patético divertimento, sobre todo porque nos lleva a extremos no solo infaustos
de falta de respeto hacia el sí mismo, sobre todo porque la falta de respeto se
trasluce en lo más básico y necesario, incluyendo cualquier valor que se tenga
o se haya tenido por excelente, propicio y capital para el bienestar personal y
social.
Kant
nos avisaba de que el hombre es un fin en sí mismo, no un medio para ser
utilizado discrecionalmente por esta o aquella voluntad (incluyendo la propia,
que nos puede hacer acreedores muchas veces de la más lamentable y ridícula indignidad,
se verá algún que otro grotesco e irrisorio ejemplo), mas teniendo muy presente
que ese valor de dignidad nos avisa de que es impulso creativo (de cocreación
que realiza el mundo, rodeado de otros como yo -Mitdasein que advertía Heidegger-)
que pone en evidencia que ser persona es ser relación.
La
cuestión es que la manifestación más clara de pérdida de dignidad radica en que
aquella relación, no puede ser sino de encuentro, jamás de dependencia
(Levinas). Es así que el grado de egotismo narcisista que embarga al hombre,
llega a ser en el artista, que olvida su dignidad, una suerte de necia
ignorancia de la esencialidad de lo ético como fundamento (Aristóteles) de la
vida social, pero que también es una capacidad que nos trasciende por ser
superior a la razón, si es virtud hexis[1]
mediante la cual podemos detectar la actitud del sabio. De aquí, que la
indignidad, manifiesta, ya de inicio, un grado de necedad incompatible con la
sabiduría y de franco peligro de cualquier otro valor moral.
En
próximas entradas daremos cuenta de algunas reflexiones, análisis y, como decía
divertimentos, sobre aspectos de la indignidad manifiesta en comportamientos
francamente narcisistas, acaso manera más estúpida de mostrar indignidad.
Francisco Acuyo
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