Abundando sobre la IA y la realidad de lo que nos rodea y su interpretación, ofrecemos esta entrada para la sección de Ciencia del blog Ancile, bajo el título: Ser, materia y conciencia versus IA
SER, MATERIA Y CONCIENCIA VERSUS IA
Que vivimos en el mundo de la información no es revelación extraordinaria. Sin embargo, parece que cuando expresamos términos tales como información, inteligencia y conciencia, nos sumimos en un extraño sueño de falseadas sinonimias donde no acabamos de distinguir claramente una de otras expresiones. Al tiempo surgen interrogantes turbadoras, por ejemplo: ¿Es consciente la información? O, ¿acaso es la conciencia la que hace que la información tenga un valor inteligente que pueda subsumirse lógicamente como un dato útil para el conocimiento de algo?
La digitalización y sus remanentes virtuales hacen de la cotidianeidad nuestra algo que cuando menos resulta inquietante. Hasta hace muy poco el mundo del ser estaba ubicado claramente en cada cosa, persona, ambiente, paisaje… y todos ellos se hacen indiscutibles para nuestra percepción material del mundo y de nosotros mismos. Incluso las demandas a la abstracción más pura de emociones, sentimientos, reflexiones y trascendencias se ubicaban en el ser mismo de nuestra corporeidad, y de ello nos han dado buena cuenta nuestros más subidos místicos.[1]
Es evidente que buena parte de nuestras vidas ya no habitan el terreno mismo que una vez habitaron nuestros antepasados no muy remotos. El viaje a través de la red de redes, de los motores de búsqueda, de las redes sociales, de las plataformas digitales, la realidad virtual y el metaverso ocupan cada vez más tiempo en nuestras vidas. La avalancha de información convulsiona nuestra capacidad de asombro, de atención, de reflexión, de emoción de intuición de lo trascendente.
La contingencia informática llena nuestra cotidianeidad de datos para llevarnos a la infoesfera[2] que ya forma parte de nuestras tareas más elementales. Ya advierten varios pensadores en la actualidad que el significado que proviene de la narración de nuestras vidas parece que no tiene sentido, porque lo que interesa es la acumulación de datos y no la cifra palpable de cada cosa que forma parte de nuestro tránsito existencial.
Al algoritmo no le interesa la verdad, ya que no distingue lo verdadero, lo que se valora es la efectividad y velocidad del proceso que es capaz de desarrollar en su función informática. Ya no queda tiempo para reflexionar sobre el propio significado de este acopio de información donde, lo que menos interesa es el recuerdo o la memoria afectiva. Pero, ¿este inmenso acervo de información acabará con nuestras preocupaciones? ¿O serán los juegos digitales la distracción e incluso el placebo de nuestras más íntimas inquietudes dolorosas y placenteras? ¿No será esta era de la IA la más palmaria muestra del panem et circenses de nuestro tiempo?
La inagotable fuente de estímulos que oferta la era digital asfixia la creatividad que, por cierto, encuentra su fundamento en la analogía, ya que en su relación de semejanza nos lleva a la manifestación artística espoleada por la imaginación. Además, nos parece que nos relega a un peligroso autismo que desdeña la otredad y nos enfrenta con nuestros congéneres como seres antipáticos.
La era digital convierte todo en datos, en relaciones numéricas concebidas para el cómputo y la velocidad de proceso, obviando algo fundamental: que no existe analogía entre los datos y la realidad y sus manifestaciones sensoriales y, por supuesto, entre las emociones y pensamientos en pos de interpretar y representar la realidad.
Sí, la idea y la experiencia de realidad queda en suspenso por la IA, porque en verdad no le interesa a su inteligencia la correspondencia ni la semejanza con lo real, y en su hiperrealidad acaba generando una realidad inexistente, virtual y vacía.
¿Las diferencias entre la IA y la inteligencia humana son abismales, harto diferentes? Sobre cuestión estableceremos una base diferencial que desarrollaremos el siguiente post de este blog Ancile.
Francisco Acuyo
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