Para la sección de Ciencia del blog Ancile, y bajo el título de: De la iniciación a la palinginesia hermética y científica, ofrecemos una nueva entrada.
No debe resultar extraño que el
científico deba pasar por un momento de iniciación y palingenesia similar al del
rito hermético iniciático. El científico inicia
su transformación al conocimiento de la ciencia mediante la iniciación a la
metodología que le es propia para alcanzar el saber que puede discernir la
verdad que estructura y dinamiza la naturaleza. El renacimiento y regeneración
a través de la ciencia es algo emblemático para el iniciado en su conocimiento,
para ello deben morir a otras formas de entendimiento (religiosas, mágicas,
rituales…) que se suponen eran como poco protocientíficas o directamente
supersticiosas. Los iniciados y adeptos se deshacen de todas las ataduras que
impiden el supuesto camino hacia la verdad de conocimiento que ilumina la ciencia.
Dicho
esto, ¿hasta qué punto la ciencia ha conseguido en realidad deshacerse del
simbolismo de las raras y enigmáticas alusiones al espíritu del saber verdadero
al que aludían alquimista de la tradición hermética? ¿Podremos encontrar las
cesuras, las fronteras, los límites exactos en donde la ciencia natural y
profana delimita el ámbito de lo hermético iniciático?
Para
muchos estas fronteras están claras y se encuentran en la propia metodología
racional y experimental que caracteriza a la ciencia. Así, toda potencia,
facultad, fuerza, energía psíquica está positiva y mecánicamente condicionada
por los factores empíricos que conllevan a la necesaria renuncia a cualquier
fenomenología del espíritu.
Pero
también es evidente el necesario renacimiento factual por parte de otros
miembros ilustres y destacados de la ciencia, donde este renacimiento o
palingenesia ya no es una mera alegoría, sino una realidad tan necesaria como
cualquier hecho físico o material, pues de este renacer depende el fututo mismo
de la ciencia,[1] porque los límites y misterios que exponen son primordiales para la aceptación de una
incapacidad indiscutible para resolver todos los problemas.
El
convertir y cambiar la naturaleza para encontrar lo que se busca, es un
principio hermético que hoy día se hace más preciso que nunca en su
reconocimiento, si es que la realidad de la conciencia, del espíritu, se impone necesariamente
desde los límites de la misma ciencia.
El
fenómeno de la retrocausalidad[2]
(donde los efectos preceden a las causas en la escala cuántica es un ejemplo palmario
del este fenómeno), y entre otras consecuencias, pone énfasis en que la
conciencia tiene un efecto incuestionable obre la materia, y donde los experimentos
de la elección retardada llegan determinar ¡los acontecimientos del pasado!, todo lo cual nos lleva a pensar no solo sobre la extraña naturaleza del tiempo, sino su
misma realidad y existencia.
De
este renacimiento seguiremos hablando en próximas entradas del blog Ancile.
Francisco Acuyo
[1] Evola,
J.: ob. cit. pág.
[2] Partículas
que saltan de un estado energético a otro sin que y extraigan energía de
ninguna parte, o la conexión entre ellas
da igual el nivel o dimensión en que estén separadas y sin vínculo aparente y
de forma instantánea poniendo en duda hasta la misma contante de la velocidad
de la luz y traspasan las fronteras de las convenciones de la direccionalidad
del tiempo donde, por cierto, las partículas subatómicas pueden ver el futuro,
aunque los humanos, teóricamente no podamos hacerlo.
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