Para la sección de Ciencia del blog Ancile, traemos un nuevo post que lleva por título: De las cosas medibles e inasibles en el arte, a propósito de las temáticas anteriormente expuestas sobre la IA y la creación artística.
DE LAS COSAS MEDIBLES
E INASIBLES EN EL ARTE
Mucho se ha hablado de las cosas
medibles en el arte: en música, en pintura, en poesía… Proporción áurea, ritmos
métricos silábicos o de pie métrico, escalas musicales y un largo etcétera
de proporciones, objetos y medidas varias para entender las estructuras y la
dinámica de los elementos que componen el ente artístico. El algoritmo ha sido
acaso el último de ellos.
Sobre
estos componentes matemáticos se ha especulado grandemente, incluso hasta la
creación de lo que se ha venido a denominar como redes creativas antagónicas,
las cuales intentan generar obras de arte mediante el procedimiento de estos
potentes algoritmos. Fue en 2018, cuando la galería Christie’s vendió una obra
creada por un algoritmo de estas singulares características.
Pero,
¿en realidad al proceso de generación de datos compilado a través del
reconocimiento de miles obras a lo largo de la historia del arte, puede
denominarse creación? Sus creadores lo defienden diciendo que este algoritmo es
capaz de desarrollar un modelo evolutivo, cuyas redes antagónicas que lo
componen puede llevarnos a territorios inexplorados en el mismo corazón del
arte. Incluso que, el programador acabará perdiendo la pista de lo que dcho algoritmo es capaz de acabar generando.
imágenes, sonidos, o lo que fuere, según el arte que pretende emular?
La
tenebrosa posibilidad de que estos algoritmos puedan tener ideas propias, acaso
sea lo que ha despertado toda esta suerte de conjeturas sobre la sustitución
por superación inevitable de la IA, a la inteligencia o conciencia natural.
Que
las matemáticas, para muchos de sus practicantes y creadores, sea un arte
extremadamente peculiar, pues como aquel no puede desvincularse de la intuición
y de la sensación estética,[1]
hace que muchos de estos profesionales de esta disciplina científica, se
confiesen como competentes para pintar con ideas.[2]
No obstante, y al albur de la aparición de estos excepcionales algoritmos, le
invadió el vértigo de que acaso también su profesión acabe por extinguirse,
sustituida por las máquinas de demostración y creación de teoremas.
Visto
y entendido lo anteriormente expuesto, cabe una interrogación que a mí me
parece de capital importancia: ¿puede un algoritmo no solo percibir sino
entender las cualidades de la percepción? Esta cuestión no es baladí, porque a
través de ella llegaremos a un punto fundamental: ¿son conscientes de sí mismos
y de lo que les rodea estos algoritmos sujetos a una máquina de proceso de
datos? Nos lleva, de manera inmediata, a preguntarnos si el mundo material es real
por sí mismo, fuera de toda conciencia, ¿puede advertir esta realidad el
ingenio que maneja aquellos algoritmos? Y, si por el contrario, la conciencia
forma parte necesaria de lo que la realidad sea, ¿puede el algoritmo advertir esa
conciencia como suya y caer en la cuenta de que la realidad forma parte de sí
mismo?
Interrogantes
complejas y profundas que deben hacernos meditar sobre la estructura de la
realidad del ingenio informático y sobre nuestras propias capacidades de
reconocimiento del mundo a través del mismo. Seguiremos en próximos post
tratando de dar cuenta y respuesta a estas y otras interrogantes al respecto.
Francisco Acuyo
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