Insistiendo en la temática de la razón y la trascendencia, ahora tocamos la incidencia del mito como fundamento para un entendimiento de la inclinación hacia la creencia trascendente, y todo esto en un nuevo post para la sección de Pensamiento del blog Ancile; entrada que lleva por título: El mito en la fe trascendente y el saber cínico de la parresia.
EL MITO EN LA FE TRASCENDENTE
Y EL SABER CÍNICO DE LA PARRESIA
No podemos obviar en cualquier
texto sagrado que el héroe o el sabio de sus escritos no es sino una constante
en gran variedad de textos, que muestra realmente casi siempre un atrevimiento
en el habla (parresia). Antístenes y sobre todo Diógenes de Sinope
pueden ser las figuras más reconocibles de la filosofía cínica y de su manera
tan singular de elocuencia, aunque también el epicureísmo hizo gala de este
atrevimiento expresivo. Pero nos parece aún más llamativo que en los textos
evangélicos extraídos de la palabra de Cristo, se ponga en evidencia esta forma
de contextualizar la palabra en torno a
la sorpresa y la profecía.
Todo
el bagaje de verdad y fantasía que conllevan los textos del Nuevo Testamento
sobre la vida y obra de Jesús no están exentos de esta parresia estimuladora de sorpresa y de temor e incluso espanto en
algunos de sus escritos (sobre todos en los apocalípticos) que, en verdad nos
hace pensar en la figura de Jesús como un hombre culto y erudito (naggar, en arameo), que sabía
perfectamente la naturaleza y la potencia del mito, cosa que hace de su
personalidad se revista de aún más misterio.
Es claro que la noción de mito que aquí barajamos excede la ingenua de fábula o ficción, huyendo de la definición griega (mythos) que acabo relegando a este a la mera invención que está alejada de la realidad. Es curioso que el mismo Nuevo Testamento, alude a este mismo concepto pagano (griego) de mito en tanto que relega a este al dominio de la mentira y la ilusión. ¿es esto una contradicción con la referencia de Jesús conocedor de la verdadera dimensión del mito? No lo vemos así nosotros, en tanto que la versión supuestamente testimonial de los Evangelios sinópticos u ortodoxos, acaso no acaba de casar con la realidad de la figura del Héroe del cristianismo, tal vez
mucho más influenciado por sectas ¿gentiles? y sabidurías ¿mistéricas? no del todo reconocidas por la Iglesia , sobre todo a tenor de la relación, parece que incontestable, con la figura enigmática de Juan el Bautista.[1] La cuestión es que con el mensaje cristiano, al menos el primitivo, acaso más cercano a la figura de Jesús, puede constatarse que la idea o concepto subyacente de su palabra en relación al mito aparece llena de una vitalidad que pone en duda cualquier referencia a una fantasía banal sin contenido vivo: véase como preclaro ejemplo el mito del aniquilamiento del mundo seguido de una nueva creación y de la instauración de una Edad de Oro[2].
LA
realidad profundamente compleja del mito ya subyace en esa parresia audaz y arrojada de Jesús que exige una interpretación
desde muchas y múltiples perspectivas. El hecho de lo sagrado esté presente en
la supuesta relación histórica en la que se circunscribe el mito, trasluce una
trasfondo de profundidad considerable que recoge la tradición que enlace con el
hecho de que el sujeto o sujetos implicados son sin duda seres sobrenaturales,
que no hacen sino descubrir la irrupción de lo sagrado en el mundo,[3]
que no hace sino poner en evidencia la mortalidad del hombre y finitud del
hombre, por eso su historia siempre es una historia verdadera. Se precisas de
esas criaturas ejemplares para toda actividad y aptitud que sea resueltamente
significativa.
Será
el lapso sagrado de la vida y muerte de Cristo un ejemplo proverbial para el
entendimiento profundo de cualquier mito, porque conocer los mitos es aprender el secreto del origen de las cosas.[4]
De esta cuestión seguiremos abundando en próximas entradas del blog Ancile.
Francisco Acuyo
[1] Es
fascinante el reconocimiento de que la cueva de Suba, donde el Bautista reunía
a sus adeptos, tenía ya más 700 años del nacimiento de Juan, y que ya venía
utilizándose para diversos ritos, y que recoge una tradición antiquísima de
baños rituales, aunque, asombrosamente, no hay una tradición de esta índole
israelita que hace que nos interroguemos sobre su origen.
[2] Eliade.
M.: Aspectos del mito, Paidós, Barcelona, 200, pág. 14.
[3] Elíade,
M: op. cit. 17.
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