martes, 1 de junio de 2021

Y TÚ, AMIGO, ¿HACIA DÓNDE VAS?, POR ALFREDO ARREBOLA

Para la sección Apuntes histórico teológicos del blog Ancile, traemos un nuevo post de nuestro amigo y colaborador Alfredo Arrebola, esta vez con unas reflexiones que llevan por título: Y tú, amigo, ¿hacia dónde vas?


                                                                                                          

 Y  TÚ, AMIGO, ¿HACIA  DÓNDE  VAS?


 

Y tú, amigo, ¿hacia dónde vas? Alfredo Arrebola



     Eso de negar por negar – hoy tan en boga -  no lleva a ningún resultado práctico, analizado desde la perspectiva didáctica y filosófica. Prueba: el materialismo dialéctico, empeñado en dar al traste con el cristianismo y lo cristianizado e incluso con las demás religiones monoteístas. Pero  su fracaso está a la vista: Muchos hombres y pueblos seguimos creyendo. Y es que, a la verdad, en lo  religioso todavía se esconde la fuerza creadora y conservadora de Dios, aval de todos cuantos confían en Él.

  Como tampoco afirmamos los creyentes cristianos que la Iglesia es infalible en  historia. En cuanto a revelaciones habidas después de la muerte del último  Apóstol nunca se ha pronunciado dogmáticamente, limitándose a decir que pugnan o que concuerdan con la fe y la  moral. Me siento profundamente orgulloso y satisfecho de haber dedicado mucho tiempo al estudio de la Iglesia  cristiana. No me canso en  decir que uno de los mayores pecados del católico español es, sin la menor duda, su  grandísima ignorancia de qué significa y qué es, tomada en sentido filosófico y teológico, la Iglesia. Ya dejé escrito qué es para mí la iglesia  que Cristo fundó, en “Haces de luz”, pág. 104 (Granada, 2020).  Asimismo, sigo pensando que ningún creyente culto ignora que la fe ha sido, desde sus inicios, masacrada por ese materialismo dialéctico, o por la exacerbada codicia del capitalismo. Pero la Iglesia,  que no es “obra de hombres”, se mantiene en su sitio.

Y tú, amigo, ¿hacia dónde vas? Alfredo Arrebola

   Por tal  motivo, una permanente y aguda inquietud, leída, con la mayor objetividad posible, la última obra literaria del filósofo y lírico poeta  antequerano Manuel Vergara Carvajal, me obliga a preguntar llanamente: ¿Y tú, amigo, hacia dónde vas?. Porque  ya  bien sabemos que la  crisis que estamos padeciendo a causa de esta larga e insoportable pandemia golpea por igual a todos; podemos salir mejores si buscamos todos juntos el bien común; al contrario, saldremos peores. Nadie ignora, hoy por hoy, que asistimos al surgimiento de intereses partidistas en el orden económico, social, político y, por desgracia, religioso, generando conflictos. Otros simplemente no se interesan por el sufrimiento de los demás, pasan por encima y van por su camino (Lc 10, 30-32). Son, escribe el Papa Francisco, los devotos de Poncio Pilato, se lavan las manos.

   En tu cotidiano caminar, ¡ buen amigo!, – y, por supuesto, siempre reflexionando - “Leer y no reflexionar, afirmaba Confucio (s. VI a.C) , no sirve para nada”, ¿no has pensado que cuando un cristiano está apegado a los bienes, da la mala impresión de un cristiano que quiere tener dos cosas: el cielo y la tierra? (cfr. “Evangelio 2021”, pág. 187). Y sin embargo, quienes seguimos las huellas de Jesús de Nazaret, tenemos muy presente que El nos indica la cruz y las persecuciones. Lo que comporta negarse a sí mismo: llevar cada día la cruz que nos acerca a quien pudo proclamar a los cuatro vientos: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Jn 14,6). Y bien pensado, la gratuidad de seguir a Jesús es exactamente la respuesta a la gratuidad del amor y de la salvación que nos da  el Divino Mesías, el Unigénito de Dios, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, tal como lo proclamamos en el “Credo apostólico”.

  Por eso resulta tan feo ver a un cristiano – sea laico, sacerdote, consagrado, obispo – cuando se ve   que busca dos cosas: seguir a Cristo y los bienes, seguir a Jesús  y seguir la mundanidad. Esto es, sin duda, un antitestimonio que aleja a la gente de Jesús. ¡Por desgracia se viene repitiendo este proceder desde los más lejanos tiempos!. Por tal motivo, benévolo lector, yo me atrevo a animarte a que pongas a Cristo, “el Hijo del hombre”, en tu vida. ¡Sabrás muy bien hacia dónde vas!. El te espera: Escúchalo con atención y su presencia – no lo dudes – entusiasmará tu corazón, el cual repetirá con  san  Agustín (354 -430): ¡ “Grande sois, Señor!, Tú nos hiciste para Tí, y nuestro corazón  anda desasosegado hasta que descanse en  Vos” (cfr. “Confesiones” Lib. Primero, cap. 1).

  El es el fundamento, la roca. No en discursos persuasivos de sabiduría, sino en la palabra  viviente de la Cruz y de la Resurrección, como nos exhorta, a cada momento, el Santo  Padre  Francisco.

Ignoro, admirado y  paciente lector, si debo decirte que en el Evangelio de san Juan (Jn 10, 11-18) el mismo Jesús nos dice: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas (…). Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a estas las tengo  que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor”. ¿Vas tú, buen amigo, por esa senda?

   Yo  he pasado, afortunadamente, la frontera de los “octogenarios”;  sin embargo, hoy  sigo dando gracias a Dios por los padres  que me dio: la mejor herencia que nos dejaron a hijos, nietos y bisnietos ha sido, sin la menor duda, conocerle, creer en El y gozar de su amistad. Es decir, encontrar el camino que nos dé la felicidad. La Biblia nos enseña que el hombre es un ser nacido para gozar del bienestar y felicidad. El  filósofo existencialista Martín Heidegger (1889- 1976) afirmaba  que  el “hombre es un ser para la muerte”; sin embargo, los cristianos, guiados por el  sapientísimo san Agustín, estamos plenamente  convencidos que “hemos nacido para cosas más grandes”:

“ No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes  prometido...”.

   Los cristianos, conocedores de nuestra ruta vital, estamos llamados a construir una sociedad sana, justa y pacífica, y debemos hacerlo  encima de la roca del bien común. Siempre  se ha dicho que el  bien común es una roca. Y esto es tarea de todos, creyentes y no creyentes. Estamos, pues, en el plano

Y tú, amigo, ¿hacia dónde vas? Alfredo Arrebola
político, social, filosófico y, por  supuesto, teológico. Y a  este respecto, el celebérrimo doctor dominico Santo Tomás de Aquino (1225 - 1274) decía   que la promoción del bien común es un deber de justicia que recae sobre cada ciudadano. Cada ciudadano es responsable del bien. Y para los cristianos es también una misión: una  manera, por tanto, de encontrar el camino…

  Ahora bien, objetiva e históricamente hablando, ¿qué hombre ha podido decir, fuera de Cristo, “Yo soy el Camino”?. Luego no olvides, inquieto y reflexivo lector, que, para caminar rectamente en la vida,  el “camino” es Jesús. Solo una entre mil preguntas: ¿De qué ser histórico se ha podido dejar  escrito “Pasó por este mundo haciendo el bien”?. Sólo de Jesús de Nazaret, el Hijo del carpintero.

La vida cristiana no es una fascinación: es una verdad. Es – no lo dudes, amigo – Jesucristo.  La fascinante y revolucionaria monja carmelitana Santa Teresa de Jesús (1515 -1582) nos dejó dicho: “Nosotros caminamos para llegar al encuentro de Jesús”. Una persona que camina para llegar a un sitio, no se detiene porque le gusta un albergue, porque le gusta el paisaje, sino que sigue adelante, adelante, siempre adelante. Están las bellezas y hay que contemplarlas, porque las hizo Dios, pero no quedarse ahí, sino continuar la vida  desde el lugar que hayas encontrado, dilecto amigo. Y no olvides  que el justo camino, la senda segura es Jesús, el Hijo de Dios  quien, al encarnarse, no sólo no evade los conflictos concretos de la historia, sino  que los padece - ¡y hay que ver cómo y hasta dónde! - y los provoca. No lo dudes: Jesús es un hombre conflictivo (Lc 2, 34-35), como el Dios  que encarna y revela. Su misión, dar testimonio de la Verdad (Jn 18,37), choca frontalmente con la opacidad de los que rehuyen la luz (Jn 3,20-21). El mundo no se dejará (Rev. “Evangelio y Vida, pág. 23. Mayo-Junio 2021) fácilmente transformar en reino de Dios. Y ése será el principal foco de conflicto. No obstante, buen amigo, busca tu “camino”.

 

 

 

                                      Alfredo  Arrebola

                        Villanueva Mesía-Granada, Mayo 2021

 




Y tú, amigo, ¿hacia dónde vas? Alfredo Arrebola


 

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