viernes, 25 de junio de 2021

EL DIGNIFICARE EN LA POSMODERNIDAD: UNA ACCIÓN SIN CONSIDERACIÓN ÉTICA O ENVERGADURA MORAL

Siguiendo las directrices de la anterior entrada, traemos esta nueva para la sección Pensamiento del blog Ancile, bajo el título de: El "Dignificare" en la posmodernidad: una acción sin consideración ética o envergadura moral.


EL DIGNIFICARE EN LA POSMODERNIDAD:

UNA ACCIÓN SIN CONSIDERACIÓN  ÉTICA O

ENVERGADURA MORAL

 


El "Dignificare" en la posmodernidad: una acción sin consideración ética o envergadura moral. Francisco Acuyo


El valor del individuo es, decíamos, noción fundamental (dignitas) para el consecuente respeto de cada ser humano en virtud de aquella idiosincrática humana individualidad. El ethos o valor moral innegociable de aquel dignus que es propio de cada uno, se dice que es siempre inestimable. La acción de dignificar (dignificare) equitativamente a cualquier persona es fundamento básico de cualquier reconocimiento a todo hombre, el cual, a su vez,  es dignatario de ese principio básico de reconocimiento.

                Sí, el dignatario, el que porta dignidad, desde la antigüedad (Roma) era el portador de valores altamente representativos de buena conducta y de no menos alta consideración moral. No era, pues, extraño que aquél que ganaba en dignidad fuese tenido como ejemplo ético y de reconocido prestigio en atención al valor que tenía el honor obtenido  de su conducta y proceder  ejemplar.

                Si todo lo que atente contra la dignidad huma es intolerable por indigno, cabría reflexionar si en la actualidad aquella Oratio de hominis dignitate[1] de Pico de la Mirandola, tiene alguna vigencia, sobre todo ante las continuas y grandilocuentes referencias a la Declaración Universal de  Derechos Humanos en la modernidad. Lo que resulta más chocante es que ni siquiera se plantea el individuo esta cuestión de la dignidad desde la perspectiva individual más básica. Pero, ¿cómo se falta el respeto a sí mismo el ser humano en la actualidad? Acaso deberíamos afrontar esta interrogante dirigiendo nuestra mirada hacia aquellos hombres ejemplares que debieran ser modelo para cualquiera que pretenda respetarse a sí mismo, y plantearse si hay alguno en lo más prominente de la vida pública entre nosotros. Parece, a primera vista, que no es nada fácil de encontrar en este ámbito social de responsabilidad pública, si, pongamos los mandatarios no se respetan a sí mismos poniendo en contradicción continua el valor de su misma palabra (es tristemente constatable que nuestros próceres políticos miente más que hablan con todo desparpajo y sin vergüenza alguna)

                Aquel reflejo moral del mundo sustentado por el logos para llegar al ethos mediante el que promover y educar nobles y muy necesarias intenciones,  precisa hablar consigo mismo con sinceridad para hacerlo posible con igual honradez con el mundo, y todo porque anhela ser algo más que mero azar, caos, naturaleza, pues requiere un designio para sí entre aquellas circunstancias inevitables.

                Que la aspiración de este ethos era (y es) sin duda el impedimento de la destrucción personal y social basada en la excelencia humana (areté) que indaga en la justicia, en la verdad y el bien, que precisa de la aspiración sincera a la bondad, ¿dónde ha quedado en nuestros días aciagos esta fundamental aspiración?

                ¿Somos realmente lo que hacemos?[2] ¿Acaso también lo que pensamos?[3] Por las obras los conoceréis, pero también por la ideología que subyace muchas veces más como prejuicios que como reflexiones razonables. El agathós (bondad) social e individualmente  útil se inspira muy por encima de la utilidad egoísta que se hace expresa gracias al logos. La palabra que no tergiversa el valor de sus significados es de capital importancia si quiere ser realmente universal su significado.

                ¿Es hoy esto algo posible? La era de la postverdad (posmodernidad) lo pone todo crudamente en entredicho, y la socialización de aquellas obras que deben ser verdad para todos pierden la esperanza de su autenticidad, que no otra que la que aspira la anthrópeia philosophía (filosofía de las cosas humanas).

                Veremos hasta qué punto es disparatado el mundo de los conceptos y del lenguaje en nuestros días, y lo imposible de desarrollar un proyecto ético genuino sin los antiguos parámetros ético filosóficos  en la edad de la posmodernidad. Esto será en siguientes entradas del blog Ancile.

 

 

 

Francisco Acuyo

               

               



[1] Discurso sobre la dignidad del hombre

[2] Aristóteles: Ética Nicomáquea.

[3] Damampada.




El "Dignificare" en la posmodernidad: una acción sin consideración ética o envergadura moral. Francisco Acuyo


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