jueves, 28 de octubre de 2021

ELOGIO DE LA DECEPCIÓN DE FRANCISCO ACUYO, SEGUNDA ENTREGA

Ofrecemos la segunda entrega titulada, Elogio de la decepción de Francisco Acuyo, para la sección Microensayos de nuestro amigo y colaborador Tomás Moreno.

 ELOGIO DE LA DECEPCIÓN DE FRANCISCO ACUYO,

SEGUNDA ENTREGA


Elogio de la decepción de Francisco Acuyo, Tomás Moreno


Pues bien, Francisco Acuyo, parece coincidir con Martha Nussbaum al analizar y utilizar esta misma orientación metodológica, a la hora de diseccionar sus emociones. Y muy concretamente, la emoción de la decepción, que es analizada por él con una sensibilidad admirable y con una aguda penetración psicológica -a la manera de un fino estilete o bisturí- para ahondar en el interior de los estados de ánimo con los que se encuentra, y para tratar mediante ellas de desvelarlos y encontrarles sentido y significación. Aplica este procedimiento metodológico, sirviéndose de esta emoción, a tres clases o grados del amor: el amor de Philía (del amigo o la amistad), que se trata en Pórtico; el amor de Eros (de la amada) en su sentido griego: ascensional y fusivo, que se desarrolla en el segundo apartado, titulado  Del amor, y el amor de Agápe (el amor de Dios, demandado y buscado a pesar de su silencio), sobre el que versa la tercera parte.

            En todos ellos, la decepción se nos muestra como una emoción especialmente compleja, curiosa, enigmática. El diccionario la define como: "pesar causado por un desengaño", y como vocablo sinónimo de desengaño, desencanto, desilusión. Algo, pues, que afecta, que nos ha afectado a todos nosotros alguna vez en nuestra vida. Desde ella, podemos desembocar en una aflicción momentánea, en un sentimiento puntual de engaño por haber sido defraudados por alguien o por algo. Tomamos nota, aprendemos de la experiencia. Luego, pasa. Es un estado pasajero. Otras veces, se transforma en algo más serio y duradero que puede llegar hasta el rencor, el odio, el deseo de venganza o el resentimiento. Entonces calará muy negativamente en el fondo de nuestra personalidad. En el caso de nuestro ensayista, el efecto más grave de la misma, no llega a ser nunca una afección anímica negativa, en todo caso una cierta misantropía melancólica, que no enturbia el deseo de amar y de comunicar con el otro: el amigo, la amada, Dios. Para Francisco Acuyo, de la decepción podemos sacar cosas buenas, cosas positivas y enriquecedoras. De ahí lo del elogio de la misma.

Elogio de la decepción de Francisco Acuyo, Tomás Moreno
           
La Segunda Parte de la obra, es el ensayo, De las cuatro Nobles verdades y la inferencia de una quinta y santa verdad, el cual se subdivide a su vez en VII apartados  o reflexiones que se inician con un Introito (I), en el que su autor desarrolla lo que podríamos llamar su itinerarium mentis, su autobiografía espiritual e intelectual, en el que después de introducirse en el pensamiento filosófico de la existencia (Kierkegaard, Schopenhauer, primero; Sartre, Camus y Heidegger, después) se adentrará en los caminos del pensamiento oriental (hinduismo, taoísmo) para recalar, al fin, en el Budismo zen. Y encontrar, más adelante, en el Arte y en la Poesía el camino definitivo de su trayectoria vital  e intelectual.

            El segundo se titula: La Virtud del camino medio: la Poesía, la Belleza, en él prosigue su reflexión en torno a su búsqueda personal de justificación existencial, afrontando el tema del sufrimiento y del dolor, para llegar al convencimiento de que es posible una alternativa singular, distinta a la "(mítica) religiosa, filosófica y científica, para acometer la cuestión de lo que la realidad sea" en sí misma y encuentra en la estética, en la búsqueda de la belleza, en la poesía ese camino medio que nos conduzca si no a la superación del sufrimiento, si a su asunción más madura y serena.

            El tercero, Apunte sobre las cuatro nobles verdades, nos invita a reflexionar en profundidad sobre el budismo y sobre sus cuatro nobles verdades, como otro de los caminos posibles y transitados por él mismo en su aventura existencial, en su empeño o "aspiración de entender el mundo y lo que la Realidad (Última) sea". El cuarto, ¿Ciencia versus entendimiento del espacio y el tiempo budistas?, nos lleva a reflexionar sobre la superación del Paradigma científico mecanicista newtoniano para adentrarnos en una serie de interesantes consideraciones, acerca de la convergencia entre las concepciones orientales sobre la realidad y las propuestas del nuevo Paradigma físico cuántico de Niels Bohr y Werner Heisenberg (Escuela de Copenhague), mostrándonos sus similitudes y afinidades sorprendentes.

Elogio de la decepción de Francisco Acuyo, Tomás Moreno
           
El quinto, Un acercamiento a la dimensión cosmológica, continúa su meditación, esta vez guiado por las doctrinas cosmogónicas budistas clásicas y por las cosmologías científicas modernas, poniendo de manifiesto, y profundizando aún más de nuevo, en sus analogías o coincidencias. El sexto, La Quinta noble verdad en la belleza, incide en un análisis multidisciplinar acerca de lo que sea la belleza, y sobre su presencia, no ya sólo en el arte sino en esas concepciones orientales y fisicomatemáticas. Analizando asimismo, los rasgos extra-artísticos que la belleza expresa en esos otros ámbitos del conocimiento: armonía, euritmia, elegancia, paz, unidad, ser, verdad, etc.

            Para terminar, finalmente, con el apartado séptimo, La Belleza. Sensación y Fascinación de lo Abstracto, en el que el autor se adentra ya específicamente y con patente conocimiento, en el aparentemente abstruso mundo de la Matemática, para tratar de apreciar en él, la belleza en la simetría de lo abstracto, en la armonía de los números y figuras, presente en todas sus variedades y disciplinas: desde la geometría de fractales de Benoit Mandelbrot hasta la lógica matemática de Bertrand Russell, desde  el Teorema de la Incompletitud  de Kurt Gödel hasta la Teoría sobre los tipos o grados de infinito de George Cantor.

            Y el común denominador de todos ellos es, sin duda, -además de la pasión por el conocimiento-, la búsqueda incondicionada de la Belleza. Por eso, más allá de la riqueza de su contenido intelectual y de sus logros conceptuales, lo que más sorprende en esta gavilla de ensayos, es que a veces, el ensayista se metamorfosea -tal vez sin proponérselo- en poeta, en buscador de belleza. La escritura prosaica se transmuta entonces en texto poético. El discurso abandona la fría contundencia de su lógica argumentativa y adquiere matices que cada vez más sugieren que estamos ante un texto poético en sentido estricto. La escritura asume un tono y un ritmo particular, una musicalidad antes ausente, impremeditada tal vez, pero que impregna el texto de connotaciones poemáticas.

            Recordemos que la música nació de la poesía y es una abstracción de ella. En poesía la música se une al sentido de las palabras para formar una impresión única. Por eso, escrita en verso o en prosa, se diferenciará de la otra escritura (la sentimental-prosaica) precisamente por su musicalidad. Según Paul Valery:

 

El universo de la poesía es análogo al universo de los sonidos, dentro del cual el pensamiento musical nace y muere. El universo poético nace de un número, o mejor dicho, de la densidad de imágenes, figuras, consonancias, disonancias, por la unión de palabra y ritmo[1].

           

            Que ello es así, puede comprobarse y verificarse si tomamos y leemos obras tan indiscutiblemente poéticas como Espacio de Juan Ramón Jiménez u Ocnos de Luis Cernuda, aun a pesar de estar escritas en prosa no versificada. Puede haber poemas amétricos, pero no poemas arrítmicos. La prosa de Francisco Acuyo tiene indiscutiblemente ese  ritmo y esa sonoridad  indisociables de todo auténtico poeta y de toda verdadera  palabra poética

 

Tomás Moreno



[1] Citado de sus Collected Works por Mercedes Juliá, en El universo de Juan Ramón Jiménez, (Un estudio del poema “Espacio”), Ediciones de la Torre, Madrid, 1988, p. 47.




Elogio de la decepción de Francisco Acuyo, Tomás Moreno


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