Nuevas cavilaciones pueblan este nuevo post de la sección de Pensamiento del blog Ancile, esta vez bajo el título de: La razón poética ante el engaño del mundo.
LA RAZÓN POÉTICA ANTE
EL ENGAÑO DEL MUNDO
Aprendí que meditar en la poesía era una suerte de incubación enigmática. Allí habita la quietud silenciosa de la nada. Aquella quietud que es fin de todo pensamiento, si es allí donde habita el olvido donde se puede escuchar aquello que de otra manera no es posible de escuchar, porque su silencio (audible en esta quietud) proviene de otro mundo, allí, sin donde, y que siendo poesía bien puede ser aprehendida como una iniciación para adentrarse en un ignoto dominio. En poesía, el concepto, la razón, convencionales dan paso a una lógica iniciática que en realidad se complace en aquella quietud anunciada, pero que se funde con la vida misma y con la conciencia (que no con el pensamiento). Concebí el ejercicio sensible, sensorial, sensitivo del creativo poético como un acceso a la conciencia que se contempla a sí misma y que nos proporciona, en su impulso integrador, el abordaje del mundo como un silencioso todo (que acaso es nada) que parece gozar en la inocencia, que se complace en estar atento a todo sin distinción, sin análisis o intenciones taxonómicas, donde todo está incluido, incluida la propia nada, o lo que es lo mismo, la conciencia silenciosa anunciada.
Supe en virtud de este entendimiento integrador poético, que las cosas no son lo que parecen, y que la poesía toma la medida de lo inmedible y preste la atención precisa en su dinámica creativa (alerta que se traduce en la dinámica singular de su constructo lingüístico, retórico y sobre todo métrico, que posibilita la música que aspira al silencio original), e intenta enseñarnos a escuchar.
La lógica poética debe entenderse como algo muy diferente a la lógica del concepto netamente racional, es el impulso que conecta mediante su peculiar lenguaje al mundo de la integración o de la unicidad. El poeta es un médium o, al menos, un mensajero (un ángel fieramente humano), cuyo mensaje ha sido gestado en otra realidad y que no hace sino mostrarnos nuestra profunda ignorancia producto del engaño (metis) del mundo de lo que estimamos como razonable, perdido en la divagación de un devenir que entendemos desde el pasado al futuro, cuando en realidad solo hay el ahora, o lo que es lo mismo, vivimos el sueño del tiempo que quiere nombrar en su ilusorio transcurso lo que está fuera de él y es innombrable.
Francisco Acuyo
No hay comentarios:
Publicar un comentario