Traemos para la sección imprescindible, Microensayos, del blog Ancile, una nueva entrada, cuyo título tan significativo, Acerca de un Nuevo Paradigma Humano: ¿Filosofía o Cibernética?, del profesor y filósofo Tomás Moreno, muy querido y admirado colaborador nuestro, es ya un adelanto mínimo de su sustancial contenido.
ACERCA DE UN NUEVO PARADIGMA HUMANO:
¿FILOSOFÍA O CIBERNÉTICA?
“Ya
no se estudia Filosofía ni Literatura. Nos han sustituido a los filósofos por
cocineros. ¿Se puede entender el mundo desde la gastronomía? Hay que
combatirlos.” (Alfonso Guerra, Conferencia
en Biblioteca de Andalucía de Granada del
29.03.17)
En las famosas declaraciones de Martin Heidegger del 26 de septiembre
de 1966 a la Revista Der Spiegel[1], en la entrevista titulada “Sólo
un Dios puede salvarnos todavía” (publicada diez años después, una vez
fallecido) el filósofo de Messkirch se refería al gran peligro de
nuestro tiempo, representado por lo que
él denominaba la Dominación Técnica (Herrwissenschaften) y cientificista a la que estaba siendo
sometida la civilización occidental. Ella era, sin duda, la responsable máxima de la tecnificación de la tierra,
nuestro hogar planetario, de la vida
(plantas y animales) y también, en consecuencia, del hombre mismo, temática que el filósofo había ya tratado en alguno de sus últimos escritos tales como “La Cuestión de la Técnica” y “El Final de la Filosofía y la Tarea del Pensar.
Esa
potencia
técnica característica de la tecnociencia
occidental habría sido la causante de que percibiéramos, por ejemplo, el río
-que fecundaba nuestros campos y nos dotaba de agua y de vitalidad y nos
proporcionaba belleza y placer estético- no como lo que era, una maravillosa entidad natural
precisada de respeto y cuidado, sino como un simple “ges-tell” (dispositivo
técnico o artilugio operativo)
utilizable previsiblemente como central hidroeléctrica, simple fuente
de energía hidráulica. Que había producido el ecocidio y la devastación
del entorno humano y el desarraigo
o desenraizamiento
del hombre.
Lo
cual comportaba, entre otras muchas cosas graves (alienación, cosificación y
robotización del hombre etc.) el fin de la Filosofía, como predecía Heídegger
en la aludida entrevista: la Filosofía
está acabada, se ha diluido en las ciencias particulares, su papel lo han
tomado las ciencias, y su puesto es ocupado por la Cibernética, sustituido por ella (sic). El pensar meditativo ha dejado su
lugar al pensar calculador. “El modo de pensar de la Metafísica
tradicional, que se consuma con Nietzsche, no ofrece ninguna posibilidad de
comprender intelectualmente la naciente época técnica”. Ese habría sido el precio
del progreso o desarrollo material. Salvo que –añadía- el Pensar y el Poetizar
lograsen una Potencia Nueva, sin violencia, capaz de contrarrestar esa deriva
nihilista propiciada por la racionalidad
instrumental (esencia de la técnica) y por el consumismo sin
finalidad ni sentido, no habría ninguna
otra salida para la humanidad y “solo un dios podría salvarnos todavía” del
fatídico destino vislumbrable .
Coincidía
en ello Heidegger con el diagnostico que algo más de treinta
años antes (entre 1933 y 1937) había formulado su maestro Edmund Husserl en su libro “La
crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental”, en el
que se denunciaba el carácter excluyente
del positivismo
científico (cientificismo)
y de la supuesta objetividad científica
contemporánea, que ignoraba por sistema y excluía de la ciencia por principio
las cuestiones más candentes para la humanidad, aquellas que implicaban
referirse al sentido o a la ausencia de sentido de la existencia humana: el Lebenswelt (el Mundo vital cotidiano, el mundo de la vida, de la finalidad –telos- y del sentido). Las ciencias físico-matemáticas
y las sociales habían olvidado el suelo nutricio, la patria, del
“mundo propio” del ser humano, reduciéndolo todo a una “mera facticidad
empírica sin sentido ni significado”.
En la segunda mitad del XX Georg Gádamer
(Verdad y método) y
los filósofos de la Escuela de
Frankfurt, entre otros, se hicieron eco también de esa misma situación. Paul Ricoeur, desde otra tradición
filosófica (personalista cristiana y hermenéutica) enfatizaba ese recul
du sens (retroceso del sentido) que oprimía a una humanidad casi sin
esperanza ni horizonte salvador alguno.
Pero
fue un cineasta y poeta italiano, Pier
Paolo Pasolini, quien mejor y más dramáticamente se lamentará y denunciará
ese infausto proceso de pérdida de
la biodiversidad y de deterioro -casi ineluctable e
irrecuperable- del mundo de la vida en
general, de las plantas, de los peces y de los pájaros, de los linces, de las ballenas
y de las demás especies y seres vivos, incluidos -qué valiente y qué amarga
paradoja- los propios seres humanos en gestación, con quienes compartimos la biosfera. En su famoso artículo sobre “Las Luciérnagas”
(incluido en “Escritos corsarios”, de 1975) concluía su alegato y denuncia
con estas emocionantes palabras: “En cuanto a mí (si ello tiene algún interés
para el lector) quede claro lo siguiente: Yo daría a la Montedison entera[2]
por una luciérnaga. ¿En aras de qué hemos sacrificado nosotros las luciérnagas?
¿Y con qué recursos de imaginación y creatividad contamos para emprender un
camino que nos aproxime a un mundo donde vuelvan a existir las luciérnagas?”.
Heidegger en la aludida entrevista en Der Spiegel era, efectivamente, pesimista respecto a la posibilidad de
recuperar y restablecer el orden y armonía con la naturaleza perdidos. La
filosofía en el estado actual del mundo no puede realizar una transformación
inmediata ni es capaz de penetrarlo en su totalidad hasta el punto de dar
indicaciones prácticas La única
alternativa es lo que Heidegger denomina “el otro pensar”, un pensamiento no-filosófico,
pues la filosofía como tal no es posible que trate de pensar ya la esencia
impensada de la técnica y despejar nuevas perspectivas. ¿Nuestra única
alternativa o salida salvadora está entonces en
una vuelta al pensar meditativo
de la tradición mística occidental (Eckhart)? ¿O consiste, más bien, en volver la mirada a Oriente; al budismo
zen o al taoísmo? Heidegger no se decide explícitamente por una de estas
posiciones, aunque declara que la solución tendría que proceder más bien de la misma tradición occidental que, erróneamente,
habría dado lugar a esa deriva autodestructiva[3]. El
pensador alemán, en definitiva, parece no manifestarse claramente ante este
atolladero o dilema.
La
recuperación del Lebenswelt (mundo
de la vida), olvidado como efecto del modo de pensar calculador,
algebraico y logicista-simbólico, tendría que proceder, en nuestra opinión, más
bien de otra nueva forma de pensar,
fundamentada no ya en el hemisferio
izquierdo del cerebro, esto es, del hemisferio lineal, secuencial, analítico fragmentario (controlador y responsable
de la escritura, lectura, calculo aritmético, adquisición del lenguaje,
abstracción matemática y espacial, conceptual, del pensar analítico “paso a
paso”), sino del hemisferio derecho
simultáneo sintético, holístico (responsable de la visión, olfato,
audición, tacto, percepción geométrica, emociones y sentimientos, habilidades
musicales artísticas).
Según
Edgard Morin[4] la
educación occidental ha estado orientada a educar el pensar abstracto, de las ciencia naturales y experimentales, propios
del hemisferio izquierdo y no los sentimientos y emociones (inteligencia
emocional) característicos del hemisferio
derecho (que se manifiestan en las artes, la poesía, la música, el poetizar
pensante y el pensar poetizante, en definitiva). La Neurofisiología actual (Eccles, Penfield, Gazzaniga, Sperry,
Levi-Agresti etc.) ha demostrado experimentalmente que los dos hemisferios
están conectados por el cuerpo calloso –compuesto por 200
mil fibras nerviosas- y son asimétricos, funcionalmente diferentes y casi
autónomos. Pues bien, en el hombre el cerebro está más lateralizado que en la mujer y por consiguiente en él dominan las
capacidades del h. izquierdo más especializadas. En la mujer, por el contrario,
lo está mucho menos y las conexiones interhemisferios son, en
consecuencia, más fluidas, con acceso inmediato y simultáneo a ambos hemisferios. La mujer
presenta, pues, mayor riqueza conductual, verbal, mayor intuición, creatividad
e imaginación, con soluciones más flexibles y a largo plazo para todo tipo de
tareas y relaciones y problemas interpersonales.
Precisamente
por ello, el pensamiento Femenino,
la forma- de pensar- de- la- mujer en
redes contextuales, capaz de “ver la realidad desde un solo golpe de vista”
(Pascal), es más globalizante y susceptible de realizar múltiples tareas a la
vez. Características de ese “pensamiento
femenino” son la acogida, la atención, el cuidado (“epimeléia”), el respecto, la ayuda, la concordia, la cordialidad, la
donación, el pathos compartido, la
empatía, la capacidad de comprender, de hacerse cargo, de ofrecer soluciones no
violentas a los conflictos, de no irrumpir agresivamente en la realidad, sino
“dejarla ser” y cultivarla para que crezca autónoma[5].
El
redescubrimiento del valor de lo Femenino para el pensamiento filosófico poetizante, filosófico
y/o místico, penetrado del esprit
de finesse pascaliano (y del racio-vitalismo orteguiano y de la
“inteligencia sentiente” zubiriana) ha sido posibilitado por el éxito en
nuestro tiempo de filósofas de la Razón cordial[6]
o de las “razones del corazón” tales
como: Edith Stein, con su razón empática o afectiva (Einfühlung);
Simone Weil, con su forma de conocer basada en la razón compasiva, el amor y la
solidaridad; Hannah Arendt con su “corazón que comprende”; María
Zambrano, con su razón poética; Dorotée Dölle, con su lenguaje del alma, o Etty Hillesum con su corazón pensante de los barracones, entre otras muchas
como Melanie Klein, Luisa Muraro o Wanda Tommasi.
TOMÁS
MORENO
.
[1] Revista de
Occidente , Tercera época, nº 14, Madrid, Diciembre de 1976, pp. 2-15
[2] Empresa italiana equivalente a
Repsol, Telefónica o el Corte Inglés.
[3] Las palabras de
Heidegger al respecto, en la entrevista, son las siguientes: “Estoy convencido
de que, en el mismo lugar del Mundo en que ha surgido el mundo técnico, también
se puede preparar un cambio, pero éste no se realizará por la asunción del
Budismo Zen u otras experiencias del mundo oriental. Para esta vuelta del
pensamiento, se necesita la ayuda de la tradición europea y su nueva
inclinación. El pensamiento solo puede transformarse por otro Pensamiento que
tenga el mismo origen y destino” (“Sólo un Dios puede salvarnos todavía”, op.
cit. p. 14)
[4] Edgard Morin, Los siete saberes necesarios para la
educación del futuro, Paidós, Barcelona, 2001.
[5] Alejandro Llano,
La nueva sensibilidad, Espasa
Universidad, Madrid, 1989, pp. 47-49; 119-124 y 178-183.
[6] Laura Boella, Pensar
con el corazón. Hanna Arendt ,Simone Weil, Edith Stein, María Zambrano,
Narcea Ediciones, Madrid, 2010.
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