Como continuación de los post dedicados a la temática de los conceptos, mente, pensamiento y conciencia, traemos para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, la nueva entrada que lleva por título: Mente y experiencia subjetiva.
MENTE Y EXPERIENCIA
SUBJETIVA
Sería muy interesante poder
explicar qué es ser. Mas también intentar comprender si esta subjetividad del
ser es conciencia, mente o pensamiento (recordemos las similitudes y
diferencias de estos tres conceptos expuestas anteriormente).[1]
El pensamiento está, sin duda, implicado en el proceso de identificación de nuestro ser. En este proceso de
identificación, así mismo, debe estar implicada nuestra mente, si reconoce ésta
a través de la sensibilidad (percepción
propioceptiva) de su ser en el mundo, mas,
de dónde proviene dicha sensibilidad? Acaso de la interacción entre la
percepción misma –de nuestros sentidos- y
la acción que nuestro ser –subjetivo- lleva a cabo en aquella
interacción y también a la integración de aquél en la imagen del mundo a la que
es capaz de acceder.
De
aquella interacción e integración acontece el extraordinario y singular
reconocimiento del yo en el tiempo. Tiempo y subjetividad son algo más que
mente (mi mente) y pensamiento (mi pensamiento): es conciencia. No obstante, es
de capital importancia observar que nuestro entendimiento (científico) rechaza
que aquella conciencia pueda ser una entidad metafísica, si, como hemos
deducido aquella conciencia está basada en fenómenos a los que se puede acceder
experimental y sensiblemente y por tanto que son susceptibles de ser atendidos
en virtud de la metodología científica apropiada. Es obvio que a tenor de aquel
rechazo, aun menos podrá aceptarse una conciencia universal. Nuestra ciencia
está exenta de apreciaciones metafísicas.
Es
claro que en la actualidad no se acepta ninguna conciencia que no sea resultado
de una certeza demostrable. La frontera establecida para el conocimiento de la
conciencia está en la prueba física (y biológica) del cerebro (y la red de su
sistema nervioso). Así las cosas, conciencia (mente y pensamiento, en lo que
tienen en común) son epifenómenos del cerebro.
Cabría
pensar que la teoría del conocimiento (y la neurociencia, en particular) ha(n) investido a este órgano peculiar de un
carácter ¿religioso? que ¿faculta al hombre para conocer a Dios?[2]
La materia (fisiología) biológica del cerebro es la prueba física de su
existencia y la verificación del origen de la conciencia. Pero, ¿realmente
sabemos qué es la materia? Los estudios e investigaciones de la ciencia física
del dominio de lo infinitamente pequeño (mecánica cuántica), parece poner en
tela de juicio las certezas sobre lo que realmente sabemos de aquello que
denominamos materia, y lo que es más preocupante, el papel esencial que juega
el observador en la realización efectiva e aquello que denominamos materia.
En
consecuencia, ¿será la materia, como todos creemos a priori que es algo del
todo cognoscible y experimentalmente verificable? ¿No estaremos hipostasiando
–metafísicamente- un concepto que creíamos demostrado y no resulta ser más otra
hipótesis sobre la realidad del mundo? ¿No estaremos si no representando a
través de otro símbolo la realidad de lo que creemos que debe ser real?
Nos
no parece que estemos invitando al lector a la aceptación de un nuevo solipsismo, por el contrario, exhortamos
amigablemente a una reflexión que nos parece muy necesaria. El concepto de
conciencia incita (como el de mente y pensamiento) a una terminología que, si
bien ha sido útil para describir formas de experiencia subjetiva unificada y
coherente, en el exceso de su utilización ha generado una grande confusión[3].
En todo ello abundaremos en la próxima entrega de este blog Ancile.
Francisco Acuyo
[1] Acuyo,
F.: Blog Ancile, La mente continua, https://franciscoacuyo.blogspot.com/2019/09/la-mente-continua.html
[2] Jung.
C.G.: Op. Cit, pág. 147
No hay comentarios:
Publicar un comentario