miércoles, 21 de julio de 2010

EMILIO PEREGRINA 2

Mostramos adjuntas a este comentario, para la sección, Pintura, del blog Ancile, un par de reproducciones más de este excelente pintor y las introducciones a El arte del tiempo, cuaderno nº 2, en su primera edición, y el nº 8 en su reciente reedición, llevada a cabo por quien suscribe estás páginas del blog. Son unas aproximaciones que pueden resultar de interés entre el impulso artístico creativo y poético y ciertas disciplinas científicas. El segundo texto ofrecido corresponde al Cuaderno nº 7, intitulado Zeitgeist: o el espíritu del tiempo.




Emilio Peregrina 2, Francisco Acuyo






Emilio Peregrina 2, Francisco Acuyo




EL ARTE DEL TIEMPO



Mantener que la esencia en el arte es una suerte de fluctuación, de dinámica, de movimiento intemporal, quizá pueda entenderse en virtud de lo que el rigor exige de cualquier informado intérprete, al menos como una extraña (extravagante) impostura; no obstante, considero apunte necesario aquel que sólo interesa a la concepción artística del tiempo, si parece discurrir ajena a presupuestos cuyo origen diríase cosa natural de las disciplinas más próximas a la ciencia y a la filosofía que a la exégesis del arte. Mas la estética debate este aspecto esencial, a mi juicio, tan parca como parcialmente, y no nos deja más salida para el análisis que la ineludible referencia a conceptos temporales derivados del método científico y de la indagación que es propia del filosófo.
Desde la descripción aristotélica del tiempo, que durante siglos fuera de precepto (y que tuvo bien conexo a su planteamiento temporal el fenómeno del movimiento), a la visión del tiempo y del espacio inmutables que sellaría Newton con lógica implacable, concepción, por otra parte, que disfruta de un secular predicamento aún en nuestros días, a pesar de que ofrece la cosmovisión de un mundo (de un universo) estático y que, no obstante, observaríamos derrumbarse en virtud del concepto einsteniano del tiempo y del espacio relativos.1 No abocaré al lector a la inquietante perspectiva del tiempo que mantiene la física del cuantum 2 advirtiendo de pasada que aquél, el tiempo, muy bien parece que brilla por su ausencia.
La concepción estética del tiempo exige para el arte (vedlo en estos cuadros especialmente reflejado)3 la dinámica que se vierte como el movimiento singular que no contiene tiempo.
El goce de lo estético despliega un movimiento en que el instante no es sino creación, y en su dinámica ejemplar, no contempla reglas vertiendo una belleza libre de conceptos y significados que entiendo, como la más radical concepción de belleza libre kantiana. La figura (o el paisaje) indica(n) un movimiento que no tiende a un fin, pues su dinamia es propia de un fenómeno de exuberante y vívido exceso, y es común al arte clásico y a la más radical, sofisticada y desafiante creación moderna. No obstante, la corriente fugitiva de cada pincelada, o el proceso transitorio en que dispone cada objeto, es una vívida estructura que late y, sin embargo, nos asalta con la quietud de lo que, por ser único, es eterno.


Notas.-


1 El tiempo einsteniano rompe con la visión rígida del tiempo y el espacio absolutos de Newton en favor de un tiempo y espacio relativos. propios de la naturaleza que acompaña a una realidad física indagada a la luz de una cosmovisión revolucionaria.
2 A la física cuántica se refiere, la cual ofrece un mundo repleto de paradojas que rompen con el sentido común de múltiples conceptos que llenan nuestra vida cotidiana, entre los que se encuentra el propio tiempo.
3 No en vano el artista, Emilio Peregrina, vierte su obra ajeno al trasiego de la vida social que, casi siempre, el creador se ve obligado a soportar para ser conocido o reconocido; esta exposición se ofrece después de muchos años de silencio, siempre desde el recogimiento de aquel que cree en sí mismo y en su obra, si olvidado de todo aquello que no tenga directa relación con el ejercicio de su arte.


Francisco Acuyo. El arte del tiempo Cuadernos Jizo de Literatura y Artes Plásticas, nº2 y 8 (Granada, 2001-2010)






ZEITGEIST: O EL ESPÍRITU DEL TIEMPO




OBSERVEN y, a la luz singular de su atenta vigilancia, intuyan y si procede, también reparen en esta interpretación que incorporarse quiere como solaz y aún inaudito acompañamiento a esta obra creativa que para la ocasión hoy presentamos. Estará referida no sólo al espíritu que anima la indagación filosófica o científica, también a aquella que se infunde en el ser mismo del arte y que cabe interpretarse particularmente en la disciplina de la estética, nos referimos al tiempo y a la enigmática naturaleza que, diríase, impregna cualquier reflexión sobre su apreciación sensorial, intelectual y fenomenológica.

Quisiera por tanto acudir a una forma de expresión artística, y no por casualidad, pues se manifiesta plásticamente y de manera harto peculiar como puede observarse en esta compilación de obras que aquí se agrupan. Visión –e interpretación- plástica del tiempo que puede servirnos de orientación para el mejor entendimiento de esta producción de obras y, con toda modestia, sobre los fundamentos mismos de su ideación y supuesta manifestación (potencial transcurso) material en el mundo de los sentidos. Será no menos interesante atender a este reconocimiento plástico del tiempo en cuanto que nos ayudará –si es que esto fuere posible- a la superación del umbral abstracto que supone la asunción conceptual del mismo, mas aparentemente aderezada por la misma percepción sensorial de su virtual paso por el mundo y nuestras vidas.
Ya en otra ocasión emparentábamos lo sensóreo y la capacidad de abstracción humanas en el ámbito de lo artístico, referidas concretamente a la sinestesia y la ékfrasis, infiriendo unos rasgos de comunidad y analogía dignos de tener presentes en su estudio en tanto que mostrarían vínculos que atañen no sólo al ámbito teórico de dichas figuras y su manifestación fenomenológica y artística, también para comprender como nos apercibimos de las potenciales similitudes en dos disciplinas de creación artística normalmente separadas por unas fronteras férreamente establecidas (si bien son de distinta naturaleza), nos referimos claro está a la poesía y a la pintura. De cualquier forma, queríamos valernos de los vehículos sinestésicos y ekfrásticos para aprehender de la manera más directa posible las percepciones del poeta y del pintor en su iniciativa de creación, así como la forma que tienen de conectar el mundo exterior (apercibido en el espacio, se dice que, objetivamente), con el intríseco o subjetivo de cada espíritu creador, así como contemplar si la temporalidad es elemento idiosincrásico (y único e intransferible) de la poesía y de las artes que sustentan materialmente su impronta creativa en el lenguaje.
En esta pintura les diría que es posible la síntesis inaudita del espacio y el tiempo en tanto que (a pesar de su conseguida y excelsa figuración) traspasa las barreras de la mímesis convencional representativa espacial, e incorpora la intención temporal en su representación artística.
Podremos constatar aquí que todos y cada uno de los elementos que conforman la composición adquieren un peculiar carácter simbólico (simbálo), que vincula lo que puede denominarse praxis pictórica y la razón (sintética) que identificaría espacialmente la abstracción (temporal), y ofrecido plásticamente, ora en la figura, ora en el color, ora en la línea, ora en la textura, ora en la perspectiva…
Debemos reconocer en la trayectoria de algunos artistas el impulso creador que plantea la reunión extraordinaria que supone la fusión de sus partes integradoras; a saber: la praxis sensitiva del conocimiento y la síntesis –decíamos- de lo racional o irracional intangible.
Nos parece que uno de los síntomas de todo arte verdadero se encuentra en la capacidad excepcional de síntesis que muestra el tiempo simultáneo que enseña lo que ha sido y será en un es que se ofrece de manera inmutable. El goce estético en estos casos despliega un movimiento donde el instante apercibido se presenta como dinámica de la creación misma. Corriente fugitiva en la que cada pincelada se manifiesta como proceso transitorio donde se dispone cada objeto tal que una vívida estructura que late y, sin embargo, nos asalta con la inquietud de lo que, por ser único, también es eterno.
En fin, parece que el tiempo, como cuarta dimensión (relativista), quiere objetivarse en la materia y espacio del arte verdadero. Más aún, el tiempo muestra la convencionalidad de su transcurso como ilusión a la luz de la incontrovertible verdad que muestra la obra de arte como realidad última.
El concepto kantiano que sitúa el espacio como intuición externa y el tiempo como intuición interna se diría que se manifiesta en el proceso creativo artístico del todo insatisfactorio para describir el proceso y naturaleza de su realidad, no obstante, inequívoca. La intuición artística en su ejercicio creativo se ofrece como alternativa al conocimiento extraído de la percepción sensible en tanto que es capaz de ofrecer más de lo que esta es competente de mostrar.
Esta producción artística expone el tiempo como una realidad espacial singular; como una entidad que fluye en el transcurso de la experiencia cotidiana; como el impulso y materialidad creativa que se hace manifiesta en la obra de arte tal que aquel tiempo intuitivo que se vierte en la obra como un lapso objetivo que implica un cambio en lo existente y que, no obstante, sólo se hace posible en el presente, expuesta como una indeterminada cantidad de ahoras que subvienen a la existencia de la obra de manera sucesiva; así las cosas el objeto artístico ha de entenderse no tanto como un objeto potencial o posible, sino necesario y real.
El tiempo como proceso de creación (poiesis) en la obra de arte verdadera, en última instancia no podría relativizarse totalmente; siempre tendría un trasfondo absoluto de verdad (de ser en la belleza) y que al tiempo la equipara con la manera de aprehender de la ciencia misma (como ciencia de la paradoja) en tanto que los conceptos potenciales que maneja no pretenden ser analizados, sino directamente aplicados a su arte como extensión singular de la propia vida.
La realidad artística no puede subsumirse necesaria y totalmente a la subjetivad de los diferentes observadores, y es que existe una realidad artística que contiene todas las visiones subjetivas. Las realidades existenciales (vivas) que ofrece la obra de arte acaban por no admitir el tiempo; y es que si hay que admitir la realidad artística será en virtud sólo de su ausencia como entidad que transcurre, o lo que es lo mismo: o hay tiempo en la realidad artística o hay vivencia existencial, mas no ambas cosas a la vez.
La representación artística no hace sino transformarse en una realidad que observa el universo en movimiento (rotación perpetua) que, a su vez, no hace más que traslucir las diferentes capas de aquella realidad última que la constituye sustancialmente, pues el tiempo ha de entenderse en la obra de arte como simulacro de lo real. En realidad la interpretación del proceso de intuición creativa manifiesta en la obra de arte auténtica es realmente difícil porque en su totalidad no puede ser captada mediante estructuras formales (teóricas).
Con toda modestia no participamos de la optimista aceptación y suficiencia de la explicación teórica formal –netamente positivista- de la obra de arte, vertida esta como conclusión definitiva, quedan siempre factores no explicados en su extraordinaria y peculiar fenomenología.
Así pues, acomode quien pudiere su gentileza y sensibilidad, bizarría e ingenio, intuición en todo caso, con la galanía, complejidad, excelsitud y belleza de todo arte verdadero y déjese llevar por sus figuras, colores, abstracciones, ideas e inauditas materializaciones, pues se ofrecen en su sagrada manifestación, como motivo de fruición y regalo a tan opimo y prolífero ofrecimiento.





Francisco Acuyo. Zeitgeist: o el espíritu del tiempo Cuadernos Jizo de Literatura y Artes Plásticas, nº8 (Granada, 2009)






Emilio Peregrina 2, Francisco Acuyo

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