Para la sección de Poetas invitados de este, nuestro
(siempre vuestro) blog Ancile, hemos preparado (con la inestimable ayuda de la
poeta argentina Jeniffer Moore afincada en Miami) un material que servirá para
orientar a quien no conozca a Roberto Themis Esperoni (La Plata, 1922, City Bell, 1967) que es el autor invitado en esta ocasión, así
como para recordar su trayectoria a quien sí ha tenido oportunidad de disfrutar
de la excelencia de su obra poética; también para ofrecerles algún poema
inédito ( de la mano de Ana Emilia
Lahitte, compiladora y estudiosa de la obra del poeta) cosa en verdad
extraordinaria y de la que nos complacemos muy gratamente en compartir con
todos vosotros.
No será esta la
única entrada en relación con el poeta de La Plata, también ofreceremos algunas
reflexiones sobre Speroni de parte Alfredo
Jorge Maxit, lector atento y estudioso avisado de la obra de Speroni (quien ya
introduce en esta entrada algunos poemas de nuestros autor referenciado),
algunas reflexiones y juicios críticos de mucho interés. Además proporcionamos
para el interesado una serie de enlaces, para mayor información, en uno de los
párrafos de esta entrada.
Así las cosas, os dejo con la voz singular de Roberto Themis Speroni,
gozosamente rescatado para estas páginas del blog Ancile en su apartado de
poetas invitados.
ROBERTO THEMIS SPERONI, EN POETAS INVITADOS
La singularidad del talento de Speroni ha trascendido fronteras y
resulta una verdad incontestable. Sin embargo, gran parte del país y del mundo
aún no han sido alcanzadas por su canto. Cumple esta compilación la tarea de
conservar este gran legado poético. Ana Emilia Lahitte.
BIOGRAFÍA
Roberto Themis Speroni nació en La Plata el 29 de Septiembre de 1922 y
murió en City Bell el 28 de Septiembre de 1967. Fue uno de los cuatro hijos de
Roberto José Speroni y Teodolinda Laura Ivaldi. Si bien nació en La Plata, a la
temprana edad de seis años sus padres se trasladaron a City Bell, a una casa de
la calle Cantilo entre 17 y Sarmiento, en la que el poeta vivió en su infancia.
La escuela N° 12 fue en donde Themis Speroni cursó sus estudios
primarios en la Escuela No. 12 , donde comenzó a manifestarse su vocación
por las letras, heredada de su padre,
que era periodista, corresponsal y colaborador de un periódico.
El poeta cursó sus estudios secundarios en el Colegio Sagrado Corazón de
Jesús, pero abandonó sus estudios para tomar algunas clases en la facultad de Bellas Artes de la ciudad
de La Plata, en calidad de oyente, proyecto que también abandonó para dedicarse
a trabajar.
Entre otras ocupaciones, Roberto Themis Speroni se ganaba la vida
trabajando como comerciante en el rubro de la
gastronomía (Rotisería), pero, con el correr del tiempo, decidió finalmente dedicarse de lleno a las
Letras, su verdadera vocación.
Perteneció a la generación del 40 junto a Nestor Mux, Ema de Cartosio,
Horacio Castillo, Horacio Ponce de León, Matilde Alba Swan, Norberto Silvetti
Paz, Aurora Venturini, Gustavo García Saravi y otros poetas platenses que
siguieron la trayectoria lírica de
Francisco López Merino.
Los grandes temas en la poesía de Speroni son: la Muerte, la Tierra, la
Casa, el Amor, la Amistad, el Hombre y Dios en la figura del crucificado.
Speroni se presenta a sí mismo diciendo:
Nació en La Plata, murió repetidas veces en cualquier lugar, no se
arrodilló ante nadie, salvo ante el amor y la tragedia. Fue un dado ciego en un
cubilete de hierro; un perro en soledad, una campana orgullosa y ronca; un
hombre que por mirar cada muerte en las estrellas, se olvidó de los chacales,
de las cucarachas, y en cierta medida de Maldoror, donde una tarde de agosto,
sangró su corazón.
Y añade a manera de epitafio:
No hagan con mi perfil una medalla;
levanten en mi llaga una arboleda,
construyan, donde mi hueso queda
un campo de silencio o de batalla.
SU OBRA POÉTICA PUBLICADA
Poesía: Habitante único
(1945), Gavilla de tiempo (1948), Tentativa en la luz (1951), Tatuaje en el
viento (1958), El poeta en el hueso del invierno (1963), Paciencia por la
muerte (1963) y Padre Final (1964).
Prosa: El Antiguo Valle ()
Su obra fue compilada luego de su muerte por Ana Emilia Lahitte y
publicada en dos tomos (1973 el primero y 1975 el segundo) con el título Roberto Themis Speroni. Dicho material
fue reeditado en un solo volumen: Speroni.
Poesía completa, en 1982, con motivo del
centenario de la fundación de la ciudad de La Plata.
Roberto Speroni dijo: La obra de arte no se funda por sí. Debe existir
un dolor cósmico, una angustia genuina, una fuerza nacida de la sangre y de la
inteligencia. La obra es más que una sombra agónica, un ademán inconcluso, una
flecha disparada al justo blanco con el astil quebrado.
No he querido escapar de mi canto natural ni sujetarlo para
conformidad de imbéciles y timoratos. Algún día, esta violenta voz que me
acompaña hoy, tendrá su vigencia. Allí estará mi tiempo, el pago a esta
monstruosa soledad que amo desesperadamente y que comparten los míos con
temeroso respeto, afirmaba en un escrito fechado en mayo de 1964, en City
Bell, donde vivía con su esposa e hijos y se ganaba la vida como rotisero.
Paradójicamente, a pesar de la importancia de su legado, la obra de
Roberto Themis Speroni es difícil de hallar. Sus libros originales no se
consiguen y es excepcional su presencia en bibliotecas o librerías de volúmenes
usados.
Se ha erigido un monumento en su honor frente al Museo de Ciencias
Naturales, en el Bosque de La Plata, una calle y una Escuela en City Bell
llevan su nombre, pero su obra ha trascendido las fronteras gracias al esfuerzo
del escritor Patricio Fluxá quien
recopiló sus libros y fundó el blog Proyecto Speroni, con acceso gratuito a los libros que fueron
digitalizados, previa autorización de la familia Speroni, rescatando así un
patrimonio universal.
En el Instituto de Educación
Superior Roberto Themis Speroni, emplazado en City Bell, y a través de más de
cincuenta años, se ha originado y difundido una muy interesante y singular experiencia educativa
que puede apreciarse y profundizar en los siguientes links:
Seminario sobre la Experiencia educativa Speroni
Fotos y explicaciones sobre la experiencia educativa Speroni
ROBERTO SPERONI: DOS SONETOS Y UNA EXCLAMACIÓN
Me he acercado algunas veces -siempre insuficientemente,
claro- a la obra de Roberto Themis Speroni. Esta vez lo hago con la breve
consideración de dos poemas suyos que han adquirido una cierta popularidad: Soneto a Paula, Soneto a una paloma que
maté de niño.
Los dos poemas tienen
en común la ternura perceptible del hombre que los escribe, en abierta
comunicación con sus receptores textuales: Paula -una niña-, en el
primero; una paloma, muerta por el niño
que entonces el poeta era, en el segundo.
Como afirmaba Pedro Salinas, en expresión que me place
repetir, los textos siempre deben probar que continúan rindiendo a los hombres
un servicio de calidad. ¿Ocurre esto con la poesía de Speroni?
La pregunta se vuelve más acuciante en estos días en que,
por razones de los inevitables cambios estéticos y de la siempre evitable
mediocridad reinante, el llamado poeta de la Ciudad de La Plata sufre el olvido
de hasta de muchos de sus ayer fervorosos admiradores.
Se suma a la interrogación la forma elegida del soneto. O
sea, una forma que nos viene desde lejos y que últimamente ha padecido también
del desprestigio. Como si la vieja sombra del paraíso o de la mora ya no nos
sirvieran de cobijo y de deleite, sin que esto implique cerrarnos a la
hermosura y novedad de otros árboles ni a la utilidad de los modernos
artefactos. Por todo esto -como ven- la pregunta por el valor de estos dos
poemas y por la perduración de la palabra poética de Speroni parece -al menos-
atinada. Claro que -permítanme que los incluya- si bien no nos consideramos las
personas más idóneas para responderla,
somos nosotros -los que aquí estamos alrededor de su memoria- a quienes nos corresponde intentar una mínima repuesta
en esta noche. Para colmo, la atribución de la popularidad no siempre coincide
con el valor estético de las obras.
SONETO A PAULA
Para que alguna vez, cuando yo muera,
Digas: "el cazador, el silencioso"...
Te he de explicar por qué no maté el oso
cuando tu voz ansiosa lo exigiera.
Primero, yo no mato en primavera.
Segundo, en el invierno duerme el oso.
Tercero, en el verano es tan gracioso
que no puedo matarlo aunque quisiera.
Por eso, Paula, quiero que recuerdes
a un viejo cazador con ojos verdes
que dejó su fusil y su cuchillo
para contarte una pequeña historia
sin oso, sin angustia, sin memoria,
un cuento nada más, claro y sencillo.
Lo hemos comprobado: El Soneto
a Paula sigue atrayendo -a muchos de los que lo escuchan o leen- por su
humana frescura. Speroni consuela imaginariamente a una niña a través de un cuento gracioso,
sin más anécdota que el porqué de una negación. Causa extrañeza que un cazador
no mate. Y causa -al menos una sonrisa- la explicación sin más solidez que el porque
sí, como el de la música del grillo. El
lector, el oyente completa las estaciones nombradas con la instancia del otoño
ausente, porque la poesía no puede ni debe tampoco decírnoslo todo. La poesía
cuenta con la experiencia del lector, con el horizonte de sus vivencias y
suspicacias. Pero, más allá de la gracia,
quizás lo más tierno, lo más conmovedor del poema esté en los tercetos,
cuando el poeta le pide a la niña su recuerdo. ¿Es sólo a Paula a quien va
dirigida esta solicitud o está expresada, detrás del nombre y hasta de la
figura concreta de la destinataria, la honda necesidad de no perder entidad en
el tiempo, dirigida a un público más amplio? ¿No nos vuelven estos versos al
comienzo mismo del soneto: para que alguna vez, cuando yo muera?
Gracia, ingenio, fantasía, en los cuartetos, pero con una
nota personal algo dolorida, como que
viene nacida de nuestra constitutiva fragilidad. Deseo de perduración en el tiempo, en el
corazón de una niña, el de este cazador de ojos verdes, en los tercetos. Y también otro deseo: el del
reconocimiento de su capacidad creadora, de la disposición, abandono de sí que
realiza cada creador en atención a la llamada interior que lo empuja a
escribir, a comunicarse: que dejó su fusil y su cuchillo/ para
contarte una pequeña historia. En cada lectura el poeta
nos solicita, como ahora.
Al fin y al cabo, no solamente Paula sino cualquier lector
termina admirando esta construcción de un cuento en un soneto con tan poco
material, con tantas privaciones: sin oso, sin angustia, sin memoria. Entonces advertimos que los versos ya leídos son convocados
por los que les siguen, como que los versos finales reenvían al segundo
cuarteto donde se centra -vemos- el argumento de la pequeña historia.
Primero, yo no mato en primavera./ Segundo, en el
invierno duerme el oso./Tercero, en el verano es tan gracioso/ que no puedo
matarlo aunque quisiera.
¿Cómo se hace para componer una historia sin nada, un
cuento nada más? ¿Cómo se alcanza a insinuar el
tema del límite y de la memoria reparadora en un poema de tono infantil,
juguetón, festivo? Entiendo que cada lector puede no advertir todo esto con
claridad meridiana, pero en su inconsciente quedará, quizás agazapada, la
convocatoria inacabable de la palabra poética. Los oyentes y lectores de cada
momento tendrán, claro, sus respuestas, y algunas de ellas no habrán
de depender del texto solamente. Pero la
voz del silencioso dispuesta está a hacerse oír
cuando el lector lo quiera.
SONETO
A LA PALOMA QUE MATÉ DE NIÑO
Todavía conservo entre las manos
el pequeño temblor de tu agonía,
y tu cuerpo de luz, donde cabía
la forma de los aires provincianos.
Herido ante un aliento de manzanos
cayó tu corazón, y el mediodía
se quebró en tu garganta y en la mía
con dolores opuestos y lejanos.
Dejé tu muerte azul bajo un ciruelo.
El verano cruzaba por el cielo,
jinete en un delgado escalofrío.
La infancia se me fue con el asombro:
por eso, cuando en pájaros te nombro
tu corazón regresa con el mío.
Los dos poemas se juntan en el tema de la niñez, pero
también en la niñez se contraponen. Entre el poeta cazador y Paula había un
oso. Entre el niño-hombre y la paloma está sólo el recuerdo de un hecho que
repercute en la conciencia del hombre poeta. En el primero, el cazador no
quiere matar. En el segundo, el niño sí lo hizo. Por eso en el segundo hay angustia y hay memoria.
El Soneto a la paloma
que maté de niño es un buen ejemplo
para valorar a un poeta. No existe
ningún misterio en su tema, el propio autor lo coloca en el título. El secreto,
el mérito, está en su tratamiento, en el manejo del lenguaje, materia de la
poesía. En todo caso, en la transformación lingüística de una realidad.
Veamos una lectura posible y siempre incompleta. Ni siquiera
podría ser completa la lectura que el propio autor hiciera sobre el poema. Él
nos hablaría de sus motivaciones y, probablemente, nos iluminaría
biográficamente. Pero de lo que hay que hablar es de lo que está aquí, delante
del lector, de lo que las palabras nos sugieren. Ni divagación ni demostración.
Lectura. Acercamiento. Un acercamiento.
El todavía inicial tiende una línea de
continuidad entre un pasado ya lejano y el presente. El poeta personifica a la
paloma y de esta manera habla con ella. En realidad se trata de un recurso
moderno que da aparente objetividad a lo verdaderamente subjetivo. Como
Machado, que tanto usó de esta técnica, Speroni está hablando consigo mismo y
con nosotros, los lectores. De alguna manera también ocurría lo mismo en el
soneto anterior, pero no con idéntica intensidad.
¿Pero de qué nos habla? ¿De la paloma que mató de niño? No
es la paloma lo que tiene metafóricamente entre manos el que escribe. Lo que
tiene es una impresión perdurable de la muerte de la misma y de lo que
significó para su interpretación del mundo. ¿Acaso pueden guardarse el temblor, la luz? ¿Ha sido
solamente pequeño el temblor por la duración de la agonía o por el cuerpo
diminuto de la agonizante? ¿Por qué cuerpo de luz, en algo que se está
muriendo? ¿Cuerpo de vida, abierta a la luz, al aire de los espacios de la
provincia? El poeta nos sugiere muchas combinaciones posibles y, tal vez, hasta
imposibles.
Es evidente que la luz tenía que ver con lo que la paloma era como ser alado,
viviente, aéreo. El herido inicial del segundo
cuarteto resalta contrastantemente con
el aliento de manzanos. La paloma ha caído ante
la apuesta vegetal por la vida y esto hace más contradictorio el suceso. ¿O es que esta caída está en relación con el
mito paradisíaco? Lo cierto es que quien cae es el corazón, la parte que comporta
el todo y que al caer se quiebra en dos el mediodía, la plenitud de la luz, en las gargantas con dolores
iguales por la lejanía (paloma, niño), pero opuestos en la pena (uno muere-el
otro ha matado, una garganta se cierra para siempre, la otra se ha anudado,
quizás balbuceado un grito). Hay una zona de luz que se rompe para el niño,
pero al niño no se le rompe la vida.
El primer terceto precisa el momento de la huida. Dejé
tu muerte azul bajo un ciruelo. El verso nos sugiere que el
niño ha recogido el cuerpo muerto y lo ha puesto -aunque insuficientemente-
bajo resguardo. También nos sugiere que el
niño se ha ido. La muerte. El efecto último, está señalando el cuerpo azul de
la paloma, la paloma misma que abruptamente lo recibe. Observen que no sólo el
cuerpo, el corazón, sino también la muerte es desrealizada. La paloma ha caído
de su espacio alado de cielo azul, luminoso, y árboles frutales hasta quedarse
ahí (¿dónde) bajo el ciruelo, en otras manos, en las de la naturaleza, donde ha
sido dejada no sabemos si casual, voluntaria, natural, impensadamente... Tal
vez -conjeturemos nada más- quedara a cargo del ciruelo la tarea de amparar ese
cuerpo celeste, ese ángel caído. Sin embargo, la huida, la retirada, no ha
ocurrido sin cambios en el niño que el poeta era: el verano, con sus calores,
ha sufrido un cruce térmico en su horizonte, se ha acurrucado como un jinete
en delgado escalofrío. Pero no es el verano,
claro, quien se ha acurrucado sino el ser del niño en ese instante del verano;
se trata de un encogimiento que no sucede afuera, sino adentro. El niño ha
sentido, probablemente por primera vez, la presencia dolorosa de la muerte
galopando un poco solapadamente, como al sesgo, en sus íntimos cielos
existenciales. La muerte se le ha alojado.
Entonces, como lo
expresara el segundo cuarteto, también se quiebra la vida del niño que deja
repentinamente de serlo. El asombro que se lleva su infancia es la de la
conciencia de la muerte, de una muerte -sobre todo- buscada por el hombre. Le
queda al niño-hombre, no obstante, una posibilidad de salvación: la de
recuperarla en su labor poética -cuando en pájaros te nombro, como lo va haciendo cumplidamente en el soneto. Es en la
poesía -creatura voladora y frágil como sabemos - donde vuelven a juntarse
aquel corazón caído y el corazón infantil partido en dos en el mediodía de un
verano. La luz, hecha nudo en la garganta, le ha provocado una ruptura de nivel
que iluminándolo dolorosamente deja atrás el mundo hadado de la infancia.
¿Siguen valiendo estos versos? ¿Siguen conmoviendo al
hombre? Hay algo evidente que puede distanciarlos de los jóvenes: el horror y
cinismo del mundo contemporáneo. Las imágenes, las noticias, la constatación
constante de la profanación de las personas y de los pueblos a través de los crímenes,
la injusticia manifiesta y la guerra descarada, mentirosa y brutal como nunca
por lo abiertamente indefenso de las víctimas,
abren ciertamente una zanja, un abismo más bien, difícil de salvar. ¿Por
qué dolernos de la muerte de una paloma cuando las bombas matan hasta a las
piedras, cuando hay niños que mueren en las calles y jóvenes que son entregadas
a los pumas? ¡Quién puede no sentir la razón de todo esto y tanto más! Y, sin
embargo, en la poesía está buena parte de la salvación del hombre. Es decir: en
esa vuelta a la conciencia más íntima de cada uno, en esa propuesta a
reconsiderar la naturaleza profunda y cordial del ser humano, en volver a
detenernos ante el prójimo con el respeto de Moisés ante la zarza ardiente.
¿No siguen ocurriendo cosas que de pronto alumbran el
abismo, no sólo el de las personas sino el de pueblos enteros? ¿No nos
involucramos con el niño que Speroni ha querido permanecer en el poema? ¿Quién
de nosotros no ha matado algún ave, algún pájaro? ¿Alguno solamente? ¿No nos
corre también a nosotros -no nos ha corrido- más de un escalofrío? La
infancia se me fue con el asombro. Si nada de esto nos pasa es
porque nos hemos desnaturalizado, hemos cedido ante la imposición in-humana
reinante, nos hemos hecho cómplices pasivos al menos de la desacralización de
la vida.
Permítanme juntar, a propósito de los pájaros-el pájaro, una mínima lectura
final que cumplirá -al menos formalmente- con el título de estas breves
consideraciones: Speroni: dos sonetos y
una exclamación.
En su libro Speroni. Poesía completa, Ana Emilia Lahitte transcribe
fragmentariamente los siguentes versos, escritos el 18 de agosto de 1965, dos
años antes de la muerte del poeta.
VERTEBRACÍON DEL PÁJARO
He visto morir un pájaro. No todos
pueden ver a la muerte entre las plumas;
no todos ven el higo de la muerte
en la leche del aire........................................
Un pájaro que muere se parece
Un minuto a sí mismo; luego escapa,
deja de ser, aun siéndolo su sombra,
para existir en otra alternativa.
Quiere verificarse en circunstancia,
lejos de la piedad, en el convulso
mundo de los espacios celestiales.
¡Qué locura ser pájaro y morirse
con voluntad de hombre, entre las plumas
que la sangre levanta para darle
sitio de paz de un niño diminuto.
Si privilegiamos la imagen trascendente y simbólica del
pájaro (Uno no es tan humano que no estrangule un día/ pájaros sin sentir
herida la conciencia -escribió Miguel Hernández) y
compartimos sus amigos sólo lectores
como quien esto escribe y sus
amigos de la lectura y de la vida, esta amistad prodigiosa que la palabra de
Roberto Speroni nos concede, imposible será
que no aunemos nuestro asombro y que no hagamos nuestra aquella
exclamación del poeta, aplicada aquí, sin violencia ninguna, a lo que
plenamente justificaba y justifica su sonoro y alado tránsito terrestre -
quebrado, ay, temprana y
misteriosamente-: ¡Qué locura ser pájaro y morirse...!
Alfredo Jorge Maxit
VERSOS INÉDITOS(1)
1
Felicito a los simples de la especie,
a los que están más cerca de la vida,
a los hombres vulgares que no piensan
dónde reside el bien y que no saben
que Aldebarán es una estrella helada
por el razonamiento milagroso
de un judío fantástico que puso
su marca pitagórica en la luna.
Los felicito. Ellos constituyen
el árbol de los múltiplos, la "N"
que en la raíz cuadrada se aproxima
a la velocidad del infinito.
Empero, no me sirven esas cosas,
esta salutación, casi reproche.
He visto un astrolabio y un sextante,
y estoy pensando al lado de la esfera.
2
Mi país no comienza en el cemento
ni termina en la voz de la cebada.
Es infinito, como la mirada
de un niño, sostenida por el viento.
Yo poseo de él solo un fragmento,
un tallo, una paloma, casi nada.
Y sin embargo, tengo por ganada
su inmensidad, la sangre de su aliento.
Un algarrobo, y doy con la dureza
una calandria y hallo la ternura
un jinete, y encuentro el habitante.
Y si a Dios procuro en mi simpleza,
me interno legua a legua en la llanura,
y lo tengo ante mí, siempre adelante.
Roberto Themis Speroni
Becaria
de la OEA en México (l966) y del Instituto de Cultura Hispánica de Madrid
(l969, 1972 y l975); invitada por Inter Nationes de la República Federal
Alemana; por el Ministerio de Prensa de Austria, el Ministerio de Educación y
Cultura de Bélgica y por Italia, su labor específica se extiende a toda América
Latina, donde ha difundido la poesía argentina contemporánea.
Ha
sido Directora del Centro de Documentación e Información Pedagógica de la
Provincia de Bs. As.; Asesora literaria de Radio Universidad Nacional de La
Plata; Secretaria Técnica del Depto. de Teatro de la Escuela Superior de Bellas
Artes, Jurado de premios provinciales, nacionales y extranjeros.
Su
obra ha sido recogida en numerosas Antologías y traducida al inglés, francés,
alemán, italiano y portugués
Es un gran placer y un honor que este gran poeta argentino sea difundido como la excelencia de su obra merece. Recomiendo bajar sus obras gratuitamente de Proyecto Speroni, el blog donde tan arduamente han trabajado para digitalizarla, con autorización de la familia del poeta.
ResponderEliminarGracias, Francisco Acuyo por invitarlo a Ancile.
Un cordial saludo agradecido.
Jeniffer Moore
Miami, FL. USA
Como dice Jeniffer es justicia que se difunda y revalorice la obra de Roberto Themis Speroni. Yo lo vengo haciendo desde hace muchísimos años, por eso quisiera aclarar: algunas de las imágenes utilizadas forman parte de mi archivo personal (y seguramente fueron extraídas de los sitios donde he difundido a Speroni, por un descuido involuntario, quizás, no se haya aclarado), al igual que algunos conceptos de la vida del poeta de City Bell. Hay una serie de erratas que sería arduo para mí en este momento aclarar. El trabajo realizado por Patricio Fluxa (desconocía que fuese escritor, en caso de que así sea me pone contento) es muy importante, pero creo que nunca (por simple olvido, quizás) mencionó que buena parte del material proviene de mi archivo personal, de fotocopias de libros y más que le entregué en mano. No escribo esto solo por una cuestión de sentirme "herido", ya que como escribí más arriba vengo difundiendo la obra de Speroni desde hace muchos años, sino también para respetar el trabajo de los demás, y que ese trabajo sea al menos revelado como fuente. Creo que con Jeniffer intercambiamos un par de mails, donde me consultó, creo, sobre Speroni. Hay otras cosas, por cierto, para comentar pero pertenecen a lo privado. Y vuelvo al inicio: los felicito por rescatar al maestro Roberto Themis Speroni. Un abrazo. josé maría pallaoro.
ResponderEliminarRoberto era primo hermana de mama Beatriz Grossi hija de Nidia Speroni a su vez hija de Jose Speroni abuelo de Themis. Estoy recopliando toda al obra para emprender una Fundación para estudios de arte tanto de literatura como pintura de esta familia de artistas..
ResponderEliminarDaniel Hugo Saavedra bisnieto de Jose Speroni y pariente de Themis Speroni
541128685645 Analista fianciero