Proseguimos y finalizamos con esta segunda el extracto de la intervención en ESCO (Escuela Superior de Comunicación) para aquellos raros que querían participar de tan extravagante jerarquía de aproximaciones y conceptos.
RETÓRICA: HACIA UNA NUEVA EPISTEMOLOGÍA
¿LÓGICA VERSUS RETÓRICA?
II
SE dijo en una solemne ocasión que para producir grandeza, elevación y vehemencia (en el lenguaje),[1] la phantasiai juega un papel de enorme relevancia en el discurso artístico (poético). Aquellas figuraciones mentales sagaces, atrevidas e inusitadas serán las que causen mayor asombro y desde luego, un superior grado de atención del espectador que pretende embargar con su discurso, y es que el poder de la imaginación (detectado en el análisis retórico en el uso de determinadas fórmulas expresivas) será el que le proporcione vehemencia y pasión en su discurrir.[2] Pero si lo que pretendemos no sólo es conocer, sino hacer esclavo al oyente, interlocutor o espectador de nuestras palabras (o imágenes), se hace imprescindible dotar a nuestro discurso de aquellos elementos que lo revistan de lo sublime.
Si en verdad queremos persuadir con el uso retórico, las figuras que lo conforman han de integrarse en el estilo indefectiblemente, mediante el cual, en definitiva, hacemos expresas nuestras intenciones. Pero tenemos que convenir que este empleo retórico precisa del reconocimiento del lugar, del modo, del momento y del propósito, mas ya Longino advertía que para que realmente pueda ser considerado como sublime el recurso de estilo amparado en el uso de la Retórica, se hace imprescindible que su artificio, si no deja de serlo, esté vivo, orgánicamente integrado (incluso imperceptible por naturalmente expresado), que sea sugestivo y evocador hasta tal extremo que el lenguaje el pensamiento o las acciones sean vecinas al mismo éxtasis.[3]
Platón, según Rafael. |
Qué duda cabe, después de más de dos mil años de su recepción y contrastado reconocimiento y, sobre todo, uso continuado que la práctica oratoria y la teoría griega se siguen ofreciendo como fuentes incuestionables de la tradición retórica estudiada y puesta en marcha en occidente, y cómo todavía mantiene vigorosa vigencia en el reconocimiento práctico en las técnicas y artes literarias y visuales en la actualidad.
La evidente eficacia persuasiva de la palabra darían, como decíamos, buena cuenta la reflexión y normativa griega y, por supuesto, la idónea asunción y posterior enriquecimiento latino. Tal es así que ahora se reconoce y se alude a ella en ámbitos publicitarios en los que se hace axioma la máxima de Corax de Siracusa: Más vale lo que parece verdad que lo que es verdad, o lo que viene a ser lo mismo: favorecer más que verdades (abstractas), una certeza que subyace siempre en el seno de lo íntimo subjetivo; son los signos evidentes de la visión postmoderna del conocimiento. Hoy día, inferido de esta corriente postmodernista de la imagen podemos constatar mejor que nunca que el instrumento retórico es en verdad el inaudito conductor de almas de aquella retórica psicalógica de Empedocles de Agrigento (493-433 a. C.). No obstante será inevitable reconocer también que la palabra es vehículo indiscutible del pensamiento, a lo que nosotros añadiremos; no está tan aislado de la sensación como cabría en principio suponer; reconocemos, sin embargo, que el interés sofista por el estudio del discurso y el lenguaje (retórico y gramatical), mantiene su herencia en nuestros días.
Siguiendo el juicio de Protágoras: El hombre es la medida de todas las cosas, y viendo que la imagen es prácticamente soberana en nuestros días, constatamos que lo será efectivamente en virtud de la Retórica de la imagen misma. El kairós (lo oportuno) viene dado por la medida y la cualidad de que es capaz una imagen bien articulada. Hoy, los logógrafos (que escriben los discursos) son sustituidos por los expertos publicistas en la manipulación de la imagen, aunque también es verdad que hay un resurgir del entendimiento isocrático en el que las abstracciones de la filosofía y de la ciencia quieren imponer –con irregular éxito- a la doxa (opinión manifiesta en el sentido común), pero, atención esta vez impuesta no tanto por la retórica de la palabra como por la de la imagen. ¿Pero hasta qué punto la imagen -publicitaria- tiene un carácter neto o propio de la imagen?, quiero decir: ¿hasta qué punto es la imagen estrictamente visual? ¿Acaso la imagen y su retórica expresiva es independiente del oír, oler, gustar y palpar? ¿o, igualmente ajena de las sensaciones cenestésicas más íntimas del ser sensible y sobre todo consciente? Advertía tiempo ha, de lo inverso, es decir respecto de la palabra –poética- en referencia a la sinestesia por su capacidad de traducir y confundir sensaciones e incluso abstracciones en el ámbito del lenguaje singular de la poesía.
Si Rolan Barthes anunciaba un análisis especial para especificar significados en las imágenes, por otro lado, el lingüista, mantiene su aporte de razón al dudar de que las imágenes puedan articular un lenguaje para integrar signos en función de aquella nebulosa frontera la distingue en virtud de su doble articulación (significado-significante) que, en fin, constituye el corpus lingüístico convencional. Pero será precisamente en razón de aquella duda sobre las estrictas fronteras entre imagen y sonido (véase en la imagen publicitaria) desde donde entiendo y doy forma a un particular constructo para el mejor entendimiento retórico, donde la sinestesia será (como figura y como fenómeno neuro-psicológico) paradigmático para nuestras hipótesis.
Cuestión bien distinta sería la vuelta a la discusión (y rechazo platónico) de la retórica alejada de la dialéctica, si entendemos esta última como vía plausible y certera para el análisis de contenidos específicos para categorizar esencialmente (científicamente), si es que la imagen publicitaria parece más inclinada al ejercicio formal persuasivo que pretende la distracción mediante la seducción encantadora (que la aleja de la ciencia).
Aristóteles, según Rafael |
Aquí debemos hacer un inciso fundamental para advertir lo que seguramente todos vosotros ya sospecháis, que la retórica no es sólo un arte de persuasión, también puede aspirar a la filosofía, o lo que es lo mismo una disciplina capaz de desarrollar argumentos propios de la ciencia, en cualquier caso la retórica en sus inicios se basaba en la verosimilitud pero será al fin con Aristóteles que la retórica pueda ser atendida en un grado de igualdad a la dialéctica. La techné retórica no es concebida sólo con su finalidad persuasiva si no es para adecuarla a una temática o asunto concreto (véase esto aplicado a la publicidad que es totalmente vigente). Esta causalidad psicológica va a tomar tal carta de naturaleza que se coloca al mismo nivel que la dialéctica, basándose en argumentos probabilísticos perfectamente aplicables al discurso publicitario, pues aparece como phrórosis , es decir como decisión sensata que debe guiar al hombre en sus decisiones.
Es el momento de establecer una nueva interrogante de excepcional importancia: ¿es posible establecer en la imagen una lexis o elocutio tal como se establecía en la retórica de la oratoria? ¿Es posible hablar de claridad, propiedad, naturalidad y corrección propias del artificio retórico lingüístico? Todo parece indicar que sí. La metáfora, por ejemplo, empleada por la imagen es perfectamente descriptible en el terreno particular de la retórica. Veremos que el discurso en su organización oikonomía o disposición de las partes es perfectamente plausible en la moderna retórica de la imagen; se distinguen: el exordio, la exposición, prueba, y epílogo (en algunos casos), todo lo cual la describe en la heuresis o búsqueda de argumentos retóricos.
Ahora es el momento de otra reflexión importante: ¿Puede la imagen (en su producción retórica) circunscribirse a la producción de signos? O lo que viene a ser lo mismo ¿es posible una semiótica de la imagen de la que puedan deducirse rasgos (de abstracción) propios del lenguaje articulado basado en la palabra? Roland Barthes reflexiona al respecto con no poco interés.[4] A partir de aquí puede comenzar a dilucidarse un debate de excepcional interés por apasionante. La imagen, siguiendo su raíz etimológica (imitari) se entiende como representación analógica, es decir como copia. Recordemos que el lingüista niega carácter a la comunicación analógica, pero, ¿cómo explica que, por ejemplo, en el ámbito de la poesía se recurra a la fuerza de la imagen (retórica) metafórica, sinestésica… para reforzar la fuerza expresiva y de representación en los poemas (el caso de Lorca me parece particularmente interesante)? ¿No será que tanto la teoría lingüística como la propia de la imagen parten de premisas mecánicas, esclerotizadas que no hacen sino desfigurar el potencial retórico y expresivo de cada una de ellas? Pero, demos un pasa más de Barthes y de los lingüistas de la posmodernidad. Si los mensaje en retórica (lingüístico y el icónico) se traducen en dos bien diferenciados, hemos de decir que esta fragmentación no nos parece adecuada en tanto que las fronteras entre la palabra y la imagen puede estar más diluidas de lo que parecen, hecho este que puede ser especialmente susceptible de reconocerse.
Demos un paso atrás, de nuevo, hacia la antigüedad, en este caso de manos de Cicerón que, en sus obras mayores (De oratore, Brutus y Orator), se establece una fundamentación teórica de enorme importancia, mas no sólo para el concepto de retórica lingüística, también para el de la imagen. Se acelera la disolución de las fronteras entre la concepción normativa (y mecánica y el planteamiento filosófico, ciencia y elocuencia, conocimiento y palabra (sapere y dicere) se muestran como aspectos complementarios e inseparables como dinámica, viva, expresiva y orgánicamente organizada.
Mas demos un salto exponencial en el tiempo y trasladémonos al siglo XVIII, para constatar que el concepto de retórica adquiere matices muy interesantes por coincidentes con algunos aspectos referidos en nuestras tesis: así Étienne Bonnot de Condillac que de la base de la belleza de estilo en la adecuación entre el contenido y sobre todo la expresión que hace de esta cuerpo de pensamiento. Las modificaciones o accesorios, es decir aquellas expresiones figuradas, perífrasis, comparaciones, etc… son convenientes porque designan las cosas que carecen de nombre y ayuda a sensibilizar el pensamiento, a dotarlo de cuerpo, de color, de sonido.[5] De nuevo aparece el ya famoso cuestionamiento de fronteras entre lenguaje e imagen, e inevitablemente a la ya referida diferencia entre las artes espaciales (plásticas) y las temporales (abstractas).[6] Mas esta división ¿puede ser extropolable a una taxonomía radicalmente diferenciada respecto de la percepción en referencia a los diferentes sentidos? ¿Cuáles son los fundamentos neurológicos y psicológicos? ¿y el dominio del pensamiento abstracto, lingüístico está totalmente diferenciado de las percepciones?
No debatiremos ni aquí y ahora todas las consecuencias de carácter neurológico y psicológico, no es momento ni lugar, pero si extraeremos consecuencias no menos sugestivas e interesantes de las retóricas decimonónicas y que sí tienen que ver con los intentos de fundamentación psicológica de la retórica (Richard Whteley) y de la literaturización de la acción de la retórica (Boyslton, en Harvad), así como los intentos alemanes de fundamentación estética de la retórica que la integra con la poética (José Klentgen), para llevarnos finalmente, ya fines del XIX y en pleno siglo XX la óptica de la retórica como alternativa (primero con Nietzsche, después con Wittgenstein) que establece el problema del conocimiento como un problema del lenguaje.
Texto sobre retórica de Cicerón |
Momento idóneo este para recordar el fundamento inconsciente y el valor artístico el lenguaje, mas también su fuerza instintiva, su carácter figurativo y trópico y sobre todo su fuerza y poder expresivo. ¿Pero ya podemos conjeturar que sustituciones –retóricas- del lenguaje abstracto pueden basarse o interconectarse con el mundo de lo sensible?[7] Decíamos que la manifestación retórica pretende nada menos (en virtud de su poder metafórico-analógico) que dar cuenta de lo inalcanzable de la realidad y del mundo de ilusiones cognoscitivas en el que nos movemos. El tropo será el instrumento mediante el que modos de presentación de la realidad. Ved que lo que proponemos es una epistemología (ciencia del conocimiento) a través del ejercicio retórico y su alternancia con el instrumento netamente lógico, donde el lenguaje (oral, escrito o “imaginario”) va a quedar subordinado al concepto de la figura utilizada, o mejor, al ejercicio vivo que propone dicha figura para el propósito del desvelamiento.
En la actualidad hay quien piensa que todos es retórica, si bien todo se considera lenguaje, y si lo que quiere es transmitir una doxa, no una episteme. ¿Pero, es esto radicalmente así? ¿Todo lo que se extraiga del lenguaje siempre es ilusión y no conocimiento?
Para intentar responder a estas dos cuestiones, intentaremos despejar algunas incógnitas previas atendiendo al ejemplo de la sinestesia. Si la realidad es inasequible para el hombre fuera de los procesos cognitivos, deducimos que el lenguaje no puede captar las cosas en sí, estas no serán más que copias de las sensaciones (las cuales también pueden engañarnos). Gracias al ejercicio retórico (véase la metáfora y sobre todo la sinestesia) podemos plantearnos el lenguaje (cosa evidente en el caso del lenguaje poético) y la misma retórica desde una óptica acaso bien diferente, no estática y mecánica, sino fundamentalmente organizada, dinámica e integradora. Creemos –con Nieztche- que el hombre conoce en virtud de lo que conoce de sí mismo; en este sentido la visión subjetiva –dóxica- establece la medida de todas las cosas (¿estamos ante una propuesta nueva el Principio antrópico de la física aplicado desde el dominio de la retórica?)
Pues bien, el lenguaje (y la retórica) escrita o imaginada, se articula subjetivamente como impulso creativo, donde la persuasión dará un papel relevante, si no fundamental a nuestra percepción del mundo, y también a lo que el mundo pueda en realidad ser (física de partículas). La verosimilitud y la probabilidad son las que en verdad marcan la realidad personal y transpersonal más allá de la comunicación misma. Podemos inferir de todo esto que la razón es un vehículo más para el entendimiento y la comprensión del mundo, mas no el único. Por vía del estudio de la retórica tanto el consciente como el inconsciente se vierten como posibilidad creativa de primer orden: la imagen ofrecida por las figuras retóricas nos dice que la realidad (Schopenhauer, la teoría cuántica) sin la conciencia el mundo no tendría que ser posible.
Daos cuenta que la dinámica retórica a la que nos referimos no sólo inventa y da significaciones del mundo, es que este sin aquella se vería despojado de todo fundamento. Podemos concluir diciendo que la trópica retórica no puede considerarse como un mero status ornamental y de elocución, el tropo constituye el fundamento de cualquier tipo de lenguaje.
Ya Schopenhauer nos enseñó que la esencia de las cosas sólo es asequible mediante representaciones, las cuales no hacen sino decirnos que el mundo y nosotros mismos no somos sino imágenes indescifrables. Así, la metáfora, el símbolo, la sinestesia… deben considerarse más que simples tropos concebidos para la persuasión y el ornamento elocuente, pues se mantiene muy próximo al fluir de las emociones, de los sentimientos, de las intuiciones que caracterizan a las entidades conscientes, y que permiten un modo único de representación mediante el que nombres aquellos que no puede hacerse mediante los procesos lógicos, filosóficos o científicos convencionales para transcribir la realidad. Gracias a estas figuras superamos el principium idividuationis para expresar íntegramente la realidad y para decir con cierta propiedad lo que es y lo que deviene.
El vínculo del que hablábamos entre lo ideal abstracto y lo sensorial se hace más estrecho en virtud del uso de estos instrumentos, haciéndose posible decir con el trópico y convirtiéndose este en herramienta interpretativa por excelencia. Así las cosas, aquello que deviene y acontece, es a mi modesto entender, el auténtico reto del que indaga a través del lenguaje y de la imagen retórica, pues incita a la comprensión (y a la autocomprensión) de la existencia humana y de su situación en el universo que le rodea.
Francisco Acuyo
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