lunes, 11 de abril de 2011

CIUDAD DE ARENA O BRUNO DOUCEY

Ciudad de arena o Bruno Doucey 1, Ancile


Me es muy grato ofrecer en esta nueva entrada de Ancile, la noticia de un nuevo libro publicado en nuestra modesta editorial Jizo ediciones; se trata del libro de cuentos Ciudad de arena, del escritor, editor y poeta francés Bruno Doucey. Ofrezco en esta primera entrada un fragmento del prólogo interesantísimo de una de las artífices de esta traducción: Joëlle Guatelli-Tedeschi, perteneciente al Grupo de Traducción Colectiva, como coordinadora del proyecto: “Traducir la voz lírica”, en colaboración con la Dra. Adoración Elvira Rodríguez, en la Facultad de Traducción e Interpretación, de la Universidad de Granada.



Ciudad de arena:
agua cristalizada en rosas del desierto
       

Evocar al autor de Ciudad de arena, Bruno Doucey, es adentrarse en una biografía de altura… no social sino geográfica, familial, profesional y humana. Nace el escritor en 1961 en la Francia de las amables montañas del Jura, en el seno de un hogar modesto y de principios altos, atento a una educación equilibrada y que le brinda, a él y a sus hermanos, el amor al estudio, la apertura al Otro y el deleite de criarse entre abetos y nieves, entre viñedos también durante vacaciones disfrutadas en terruños vinícolas venidos de familia. Agua que se puede cristalizar, sucos que pueden fermentar… una naturaleza que transforma y es transformada… un universo ya de poeta donde ver crear y crear es todo uno.
Su madre, Yvette, hace fotos a plena luz del día; su padre, Jean, artista paisajístico, pinta de noche en la casa dormida. De entrada su biografía entreteje una trama compuesta de hechos tangibles, de lugares enraizados y de sus representaciones artísticas y oníricas. Desde el umbral de su vida se rinde a la invitación del pintor chino Zao Wou-Ki que cita a menudo: “si entras en este cuadro, irás muy lejos”. Se interna pronto en la gran obra del mundo circundante, dejándose traspasar a su vez por las impresiones que de él recibe y quizá más aún por sus ecos en otras mentes artísticas que saben reverberarlo. La “puesta en abismo” que precipita hacia lo vertiginoso –aprendió a correr antes que a andar según su madre–, cada vez más adentro, cada vez más hondo, en una proliferación de perspectivas, es un recurso que, muy pronto, habita su existencia y generará su obra.
[…]Los nueve cuentos (cinco de los cuales ocurren en el desierto) de La Cité de sable, escritos en momentos muy diversos de la trayectoria vital de su autor, se adentran en un mundo de hondas resonancias líricas dando fe de un universo escurridizo y complejo donde se disuelven las apariencias en la búsqueda incesante y hasta inquietante de una verdad, de un amor o sea de la vida en su áspera y sorda luminosidad. No quisiera aquí anticipar la lectura de los que vayan a abordar la magia de este libro… sólo quisiera dar fe de que la traducción que lo ha trasplantado en otro ámbito ha procurado hacerse en armónico movimiento con el original y desde una perspectiva traductológica algo distinta a la habitual. Sí, creo poder afirmar que la traducción de este libro no es una traducción cualquiera. Y no aludo así a la traducción-producto sino a la traducción-proceso. Creo que se corresponde exactamente con el trasfondo del libro donde el “yo” singular se afirma en una sola historia de las nueve recopiladas (“La Cité de sable”). El “yo” lucha por su sueño y luego en él se esfuma una vez dada la impulsión narrativa. El protagonismo pasa a la colectividad de los seres cuyas historias manifiestan y construyen la pirámide de la extraña ciudadela crecida entre dunas. Del mismo modo, una vez lanzada la iniciativa singular del proyecto de traducción, es el traductor colectivo (estudiantes y profesoras de la Universidad de Granada) quien toma las riendas y su voz coral se eleva acorde con la polifonía de lo aquí narrado. Esta traducción de grupo, llevada a cabo bien sea de noche después de la jornada en el aula, en la precaria intimidad de un café de barrio (breve alto nocturno al borde de las pistas), bien sea de día para una larga sesión en un domicilio particular o en un cortijo entre olivos (dilatada estancia en el punto de agua), figura, con su comunidad de meharistas de la palabra que son los traductores, el vagabundeo orientado de las caravanas que peregrinan por el desierto cargadas con las preciadas mercancías cuyo comercio vincula a los hombres. El texto final que ha experimentado el arduo tránsito de la traslación lingüística y cultural llega a los lectores gracias al esfuerzo unitario del grupo que ha enfrentado, con un solo arrojo acompasado, los escollos del rumoroso desierto del proceso de traducir. Como cualquier caravana responsable, el grupo se ha valido de guías… personas de mayor sabiduría y experiencia que, como el padre de Raina (“Raina o las moradas ausentes”), saben conducir los pasos y huir de los espejismos. Es así como el revisor, profesor Jenaro Talens, oteó con y para nosotros las pistas más transitables. Es así como el autor, Bruno Doucey, verificó el estado de la mercancía arribada a su destino, encontrándola intacta aunque sutilmente modificada por el largo deambular y complaciéndose en estas transformaciones que renuevan, a su manera, el milagro de la nieve y del vino de su infancia.[…]




Joëlle Guatelli-Tedeschi






Ciudad de arena o Bruno Doucey 1, Ancile

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