Tenemos el placer de incluir en nuestra sección de poetas invitados del blog Ancile, al poeta cubano residente en Miami, Nelson Jiménez Vivero. Adjuntamos unos apuntes biográficos y
bibliográficos con los que situarle personal y literariamente a nuestros
lectores. a modo de poética adjuntamos dos semblanzas sobre la poesía de
nuestro autor invitado por los críticos Francisco Martínez Bouzas y Manuel Salinas. Incluiremos una selección de poemas suyos para deleite de los habituales
de poesía de nuestro entorno de asiduos y muy estimados lectores que,
conformarán una entrada, a juicio de quien suscribe estas breves y apresuradas
líneas, muy completa y de seguro, avisado y muy formativo entretenimiento.
LA POESÍA DE NELSON JIMÉNEZ VIVERO,
EN LA SECCIÓN DE POETAS INVITADOS DE ANCILE
BREVE BIOGRAFÍA
Nació en La Habana, Cuba. Es médico, poeta y
músico. Profesor en varias asignaturas médicas en el Instituto de Ciencias
Médicas en Miami y Director de la emisora radial Punto y Seguido Radio. www.puntoyseguido.us
Ha publicado: El Caracol (cuento), Libroline
Editores S.L., 2000, Alicante, España; El
Inestar (poesía), Editorial Voces de Hoy, Miami, 2010; El
inestar 2 (Audiolibro), NJV Records y Editorial Voces
de Hoy, Miami, 2012 y Mariposas Nocturnas (Poesía) Editorial Voces de Hoy.
Miami, 2012. Algunos de sus poemas han sido seleccionados para antologías,
entre ellas destaca la Antología Poética Contemporánea "Las caras del
amor", Editorial Versal Group, Estados Unidos, 1999. Varias
revistas literarias, como Baquiana, Entre Líneas y Adamar, han
publicado textos suyos. Trabajó como columnista en periódicos de Venezuela. Fue
fundador y editor de la Revista Literaria Poetas 2000. Como músico
integra el grupo Selva Sombra, trova
cubana que participa activamente de la vida cultural de la ciudad. Actualmente reside
en Miami y puede ser contactado vía E mail: nelson@puntoyseguido.us
A
MODO DE POÉTICA
EROTISMO PARA NUTRIR LOS CARDIOGRAMAS
DEL ALMA
Mariposas nocturnas
Nelson Jiménez Vivero
Editorial Revista Entre
Líneas, Miami (EE.UU), 2012, 99 páginas.
Médico, graduado de escritor, realizador de programas de radio en Cuba y
Venezuela cantautor, columnista de varios periódicos, profesor universitario,
narrador en formato breve y sobre todo poeta, poeta cubano residente en la
diáspora cubana en Miami, donde actualmente dirige la emisora Punto y Seguido
Radio. Así se autodefine Nelson Jiménez Vivero, y así lo defino también yo,
sobre todo para los lectores de esta orilla del Océano, que tanto nos separa y
que nos priva de la policromía, de todos los colores, olores y sabores de la
poesía centroamericana, de la poesía caribeña.
Seis poemarios y una Coda tienen holgada cabida en esta hermosa edición
de la Editora Revista Entre Líneas. “La Espera”, “El Hallazgo, “La Pareja”, “La
Distancia”, “La Ruptura”, “La Historia”
y esa “Coda” que le pone el ramo a esta pulcra y bella publicación. Casi
cien poemas que ven luz en este año favorito de agoreros, que no son productos
de la imaginación -confiesa el escritor-, sino recuperación, a través de
senderos líricos, siempre más cortos, siempre más enigmáticos, de historias de
amor que jamás debieron terminar.
Como las mariposas nocturnas, esclavas de la luz, amigas de la luna, hoy
rompen la obscuridad de la noche y retoman la claridad y la alegría de la
existencia. Y en noche de luna llena, me dejo embrujar, en efecto por este
singular yo poético instalado en el espacio vital de la soledad, un topos que
destruye el tiempo, el espacio y recupera, la memoria, recobra sobre todo las
huellas del amor.
Escritura nocturna quizás la de Nelson Jiménez, una agenda noctívaga
donde el yo poético se propone registrar, en abigarrada diversidad, los
sentimientos, los pensamientos, los recuerdos que poblaron sus noches o quizás
sus amaneceres. Convencido de que esta es la chispa que enciende el fuego
lírico de Nelson Jiménez, recorro sus versos, el registro periódico de su
intimidad, de un yo que escribe no solo para si mismo -aunque también es esta
escritura autorreferencial-, sino sobre todo para ese “tú” destinatario de
estos poemas que destilan océanos de amor. Y en el recorrido me embrujan,
efímeros e irrecuperables, los secretos camuflajes, las encubiertas
complicidades. Los “tus” íntimos que transitan estos versos, reales pero
opacados y que, sin embargo, siguen nutriendo los cardiogramas todos del alma.
Y por ello mismo, ahora retornan como imágenes copiosas, como memoria, sí como
memoria subjetiva –memoria de la memoria, como proclamó Agustín de Hipona-,
preservadora de promesas y de resistencias.
Dejándonos perder en estos territorios de enigmática belleza, explotan
emociones y sentimientos y nuestro ser es sacudido por esa gran verdad y
milagro del mundo que es la poesía. Es por ello que regresamos compulsivamente
a estas Mariposas nocturnas, atraídos por la luz de la llama de las velas. Y
como ellas en sus vuelos, los poemas de Nelson Jiménez utilizan mecanismos de
navegación, ahora que viven no solo en sus archivos digitales, sino también en
nuestras lecturas. Serán los puntos cardinales, la estrella polar del erotismo, un finísimo erotismo, que se
nutre en historias de pasión, esa pasión que, como árbol frondoso, se refugia
en el “bosque oxigenante”, que brota a media noche y mantiene su frondosidad en
este “astro perpetuo” que apenas somos capaces de descubrir.
Poemas extremadamente sensoriales, esculpidos con igual maestría en la
prosa poética, en el verso clásico y en el verso libre, sin puertas ni
fronteras. Versos tallados en la limpieza y en el brillo de materiales nobles y
con la belleza de un tamaño enorme. Observaciones epigramáticas, algún
fragmento meta-escriturario, torrentes de materia autobiográfica pueblan la
poesía e Nelson Jiménez. He aquí pues la substancia de estas Mariposas
nocturnas que se completan con los Poemas del Inestar, recogidos en un CD con
el aderezo de música incidental. Quizás su autor es pequeño y diminuto. Lo
ignoro. Inmensos, sin embargo, los ojos y el espinazo de sus versos.
Francisco
Martínez Bouzas
LA APOPTOSIS EN LA POESÍA
DE NELSON JIMÉNEZ VIVERO
Leer la poesía de Nelson Jiménez Vivero es recordar las
antiguas palabras que ordenan a Lázaro que se levante y que ande, es recordar
aquella becqueriana música que dormida aguardaba en la polvorienta arpa, pues
la misión del poeta lírico no es otra que la de desempolvar palabras, la de
decir las cosas de siempre de otro modo, la de querer descubrir
el mundo, la de querer nombrarlo todo, estrenarlo todo con nuevas palabras o
con las mismas, dichas de otro modo.
Y en ese momento entenderemos la idea de
resurrección, lejos de la idea greco-cristiana, en donde asciende el polvo
hasta un nuevo destino. Porque el tema del amor no es señalar la muerte, ese
severo anuncio de necrosis, sino su resurrección, la condición juvenil de
nuestra alma, su condición de mota de polvo enamorado, como señaló Don
Francisco de Quevedo, la apoptosis de ser amante que permanece en la certeza de
que siempre en alguna parte nos volveremos a encontrar. Y allí, en lo que
retoña, podremos festejar de nuevo lo que en verdad estaba dormido para
siempre.
Por eso señala Nelson
Jiménez Vivero:
“ A veces tengo la certeza de que la muerte no fue
el destino de mis mariposas sino que ellas apenas descansan esperando una
oportunidad para retomar la alegría de la existencia”.
El poeta sabe, “cuando cae la noche en nuestro estómago”,
que en nuestra condición de amantes esta
el dolor, que hay que pagar las viejas cuentas, que ese tiempo de amor fue
prestado y hay que devolverlo.
El poeta, en cambio, hubiera deseado
que el amor fuese eterno, “que
no seas un relámpago para mis ojos,/ sino un astro perpetuo que apenas descubro” y sin embargo, se ve condenado a vivir
solitario la noche del ahora como si fuera una ficción aterradora, pues frente
a la historia se levanta pastoso el mitho.
Él desea que aquel tiempo del amor,
aquel tiempo de luz, aquel tiempo de ardoroso vuelo sea eterno; ya que sabe que
si fuimos algo, si somos algo real y sólido, sólo se haya en nuestra condición
de amantes, como anotó Novalis:
“sentados a la mesa siempre puesta y nunca
vacía del deseo”.
Por todo esto, el amante trasfigura la realidad para
convertirla en resurrección, en presencia, vida, espíritu que es más fiel que
la propia realidad.
El poeta canta al amor contra el olvido, “la libertad
de crearte”, descubrimiento de ese “ islote sin naufrago”, río que
pasa, pero que queda.
Es decir, vivir no fue sólo la arrolladora abundancia del
amor sino también la sal y el abismo, pues levantamos nuestro futuro sobre una
base de arenas movedizas, sobre aquello que se fue y no vino, y ésto sólo lo
sabemos seriamente cuando hay que pagar las cuentas de aquel tiempo de vino y
rosas.
Su precio es la resurrección, mas el verdadero milagro no
consiste en que “llueva café en el campo”, sino en que siendo la vida
tan avara y mezquina no nos matemos al repartir el pobre café que la vida nos
ofrece cuando llega ese Shylock del tiempo desmedido que alza muros, cierra
puertas, levanta cercas y fronteras en los remansos.
Cuando Saturno apaga la luz, la vida, “girasol desterrado”, brilla en la
eterna resurrección del poema.
Y allí sólo nos salvamos pareciéndonos a ese Van Gogh que se autorretrata sin oreja,
pues el tiempo siempre da otra luz a las cosas , pues al fin, sólo somos un
portazo o una despedida o el otro o el que se queda, como nos recuerda Nelson
Jiménez:
la “otra
vida... la otra muerte... la otra herida, el otro mundo, el otro pantalón, el otro...”
Y allí aprendemos que la falta de egoísmo del poeta, su
generosidad o apoptosis (morir para regenerar nuevos elementos) es la que crea
el poema, su “no sé por qué el estiércol
me alimenta” que es la Resurrección
del tiempo aquel que había muerto, la memoria, como escribió Paul Valery, de
haber sido tratados con atenciones extraordinarias.
Así en el poema surge, frente a una manera de “vivir sin un bosque”, la Resurrección y
la Esperanza:
“Los
temores [la vida] se
desvanecen y se instauran otros, que
también se desvanecen. Ver morir [la vida]
al miedo es algo tremendo. Verlo nacer con otro color hasta que se escapa es ya
cuestión de extrema belleza”.
He aquí que
aunque la vida nunca fue como deseamos que fuera, siempre terca anduvo entre la
realidad y el deseo, el poeta, sin embargo, siempre vuelve con las manos
abiertas montado en su asno de oro de la palabra para decir el secreto de todo
aquello que nos desvela y no hay forma de decir qué es. El secreto, en suma de
la poesía. Su noli me
tangere .
Málaga, 24 de junio de 2012
Manuel Salinas
Doctor por la Universidad de Málaga.
Catedrático.
POEMAS
LIBERTAD CON LÍNEA FUERA DE CASA
Soy
una línea, me dibujo ante ti,
Hijo
soy del grafito oscuro de una noche larga.
Hijo
soy también del blanco papel que lo desangra.
Mi
existencia requiere el desgaste
y
la mancha de mis padres.
Las
orillas de mi casa son el agua
que
emana de mis centros volcánicos.
Me
dibujo ante ti, pero sin ojo también existe mi longitud arraigada.
Cierro
puertas para mostrarte la hondura,
pero
sé que al paisaje exterior lo habitan libertades.
Conozco
la extensión de esa fauna que rebuzna
y
te invita ansiosa a convertirte en bestia,
Conozco
los deseos de ser bestia,
la
irreverencia de la piel ante una mano extraña,
el
grato estallido infernal de los vicios reciclables.
Ahí
están, más allá de esta línea que soy para encerrarte
Ahí
van, con disfraces de hombres libres
que
quieren usar tu libertad sin usurparla.
Ahí
está tu libertad, temblando en orgasmos retenidos.
Soy
el dique que guarda tus olas,
pero
sopla un viento voraz desde tu fondo,
me
empuja, tratando de extinguir la fuerza
de
mi pared insalvable.
La
casa sin línea es cualquier casa,
con
línea es cárcel;
mis
barrotes destinan tus músculos a la atrofia.
Ya
sé que no deseas una línea,
sé
que soy de siempre y de montaña,
¿Qué
hago ahora con tus fantasías?
Presiento
que debo abandonar tus ojos
e
ir a trazarme en el desierto, como antes,
pero:
¿qué hago entonces con tu sueño profundo?
¿Mereces
la locura de la selva vagabunda
o
acaso la enajenación de mi medular resguardo?
Presiento
que es mejor el mutismo de la soledad
que
la armonía vital de una multitud amontonada.
Sin
paz te descubro para aquietarte.
Solo
soy una línea tratando de preservar lo que retoña
para
que no lo devoren.
No
tuve línea para mí, me devoraron,
me
reinventé, me devoraron,
me
reinventé.
No
puedo saber si ese proceso me convirtió en tu línea
y
he ahí mi grandeza.
Quizás
deban comerte para que te crezcan espinas necesarias,
quizás
no soy una línea, sino un diente presto a mutilarte.
Todo
lo que soy lo inventas
todo
lo que eres fui,
coexistir
no es un milagro.
No
quiero más morder a ciegas un trozo de pan fresco,
La
avidez reanuda luego el vacío inmensurable,
satúrame
de voz y de nostalgia,
ahógame
el hambre con tus nombres,
húrtame
la incredulidad,
haz
enorme la voluntad de seducir tu ángel
desde
una inmortal evidencia:
necesidad
de poseer la línea.
Tu
mano desarma la integridad del continente.
Leo
tus ojos prohibidos,
tus
ojos que me aciertan el origen.
Allí,
donde tu mano despierta,
me
rehago, entre tus muslos,
me
derribo en la luz de tus huesos
me
alzo hasta tus ojos
para
que designes mis bordes.
Intento
abarcarte con la piel de mi avaricia.
Repaso
tu voz para dejarla ser mía
en
la servil estupidez de mis tímpanos.
Un
beso tuyo tiene el color brutal de la guerra,
la
guerra que conquista y derrota mis demonios,
la
guerra que es espasmo cuando tu beso se detiene
en
el centro del pecho de mi pubis,
para
redimir el surtidor de cera
sobre
el beso desbordado,
que
se relame, se recrea, se expele en devoción;
es
por eso que tus labios conocen
el
arrojo de la victoria.
Cada
viaje a tus pies tiene un paisaje,
Una
jungla que no se repite.
Pintas
la ternura de tus lienzos,
la
intensidad de tus serpientes,
la
paz serenísima de tus termales.
Lléname
más, sin temor, lléname, empiezo.
Deja
que sea yo quien paralice
la
ebullición de esos cráteres.
No
puedo detener el derroche
y
se me escapa apresurado, en estampida,
se
delata la furia de mi savia,
se
te pierde adentro su río tuyo.
Dejo
de arborizarte por un segundo,
solo
un segundo en el que me declaro
ancla
de tus abundancias.
Es
el hambre, hambre de hombre frente a su
espejo.
Hay
un bolsillo en la camisa de mi universo,
allí
te colecciono, allí apoyo tu cabeza,
allí
escondo tu hacha, tu balanza,
allí
cato el zumo de tu estirpe, animal fabuloso,
allí
te busco y te recojo, allí te nombro y te eternizo.
Nació
llena de espacio.
Absorbió
toda la luz.
Nosotros,
quienes la engendramos, casi accidentalmente,
padecemos
ahora su grandeza,
el
calor infinito de su amparo,
la
paz de su abrazo,
y
ya nada de la selva nos estorba.
Ella
ruge desde el piso lo que en el techo fecunda,
convierte
tus codos en ombligos de la noche,
pronuncia,
terca, mi nombre,
para
que no olvides que el tuyo
es
también un tesoro que acuna en su garganta.
Nació
en el plenilunio de marzo
nació
para parirnos nuevos
nació
para vivirnos,
nació,
nació…
inhala
la corriente de tiempos conocidos,
depura
la rareza,
Cava,
enfurecida, la tumba faraónica que ha de guardar sus viejas alas.
Su
seno, piamadre que destila.
Su
pecho, un rosal desterrado.
Sus
manos, tus manos, mis manos.
Abriga
talento en las entrañas de su precipicio
para
arrojarnos en éxodo hacia la anchura, la enigmática anchura, de su apetito.
Nos
traga, mi amor, nos traga,
nos
empuja al centro de su gravedad
nos
hace pasajeros en equilibrio sobre una cuerda tensa.
Nada
reside sin su estigma.
Envuélveme,
amor, no dejes que escape de tu delirio.
no
me protejas de tus anzuelos,
no
me devuelvas al lago de la insolencia,
lapídame
en ti, mi amor, déjame extinto,
déjame
alma.
Ahora
que sabemos que nada escapa de su vientre,
liemos
piernas y escafandras,
atrapemos
también las utopías descabelladas,
arcos
de colores, sabuesos, saltamontes.
Déjame
internarme en ti, bosque de mi gracia,
ella
trajo un montón de simientes
para
que te funde
para
que colonice el dorso de tu rostro,
para
que siempre me contengas.
MARIPOSAS NOCTURNAS
Mi
casa está llena de mariposas nocturnas,
habitan
aquí, vienen a morir en el falso techo.
Nadan
en los aceites, revolotean sobre las tazas de café,
aterrizan
desde la alocada travesía de sus primitivas resonancias.
A
veces quiero decirles que admiro su danza asimétrica,
aunque
no pueda comprender su corta estancia en esta casa mía,
donde
se igualan, poco a poco, todas sus alas muertas.
Otras
veces creo que las he matado a todas,
me
odio entonces por no tener flores en la casa de mis mariposas,
por
darles miel o por no abrir nunca las ventanas
para
que puedan escaparse de mis aplausos.
Mi
casa es una mariposa muerta de llantos incontables.
La
última gota de ojos parece hoy un océano.
No
sé dónde incinerar la tristeza que me extirpa del cadáver,
porque
yo amo mi casa a pesar de sus mariposas
y
no abandono lo que amo aunque se muera.
Mi
mariposa es una casa herida por cuatro horas de carretera,
cuatro
horas que sembraron hacia el norte equivocado.
Mi
mariposa se resume en mí para luego dejarme solo y resumido.
Vida
de encontrar la firmeza inestable de un aeropuerto.
Vida
de alas aferradas a la infancia a pesar de no ser ya una oruga.
Sí,
mi casa está llena de mariposas que no amanecen.
Hoy
conté quince fragmentos en la herida de mi casa.
Tengo
que sepultar mis mariposas
antes
de que se las devoren los gusanos de sus vientres,
o
salgan a volar desde la muerte sus fantasmas
y
me sepulten en el falso techo de sus nuevas casas.
Me
han negado las flores sobre la mesa,
No
saben que mi hambre es de néctar sin abejas
ni
ven el recorrido que presienten mis nostalgias.
Me
han comido las alas a mordiscos
y
me han llovido encima montañas de promesas,
espejismos.
Tengo
que salir, buscar la altura en la soledad del espacio abierto.
Envejecer
lento sin mi mariposa, sin mi casa, sin morirme.
Solo
en la oscuridad
nacen
los sueños.
Solo
en la oscuridad
se
decide salir a ver la luz.
Solo
en la oscuridad
se
descubre el silencio.
Estoy
cansado de morir
solo.
Nelson
Jiménez Vivero
Extraordinarias ponencias de ambos catedráticos, Manuel Salinas y Francisco Martínez Bouzas sobre la obra del poeta cubano Nelson Jiménez, a quien admiro desde hace mucho tiempo.
ResponderEliminarGracias Dr. Francisco Acuyo por el espacio abierto en Ancile para quienes ponen en alto a la Literatura hispana.
Desde Miami, Florida un cordial abrazo agradecido.
Jeniffer Moore
Un grande y merecido trabajo, cirujía que va develando la obra y la pesonalidad del poeta. Conozco a Nelson, privilegio del que me enorgullezco. Sus poemas son humanidad, belleza, indagación en la vida misma. Gracias, Acuyo, por el regalo. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias. Es un honor.
ResponderEliminarEntrañable amigo. Magnífico ser humano. Artista en notas musicales y poeta del mundo. Suscribo humildemente las palabras de quienes reseñan tus Libros, de quienes ahondan en tu verbo, como ahondo yo, que te conozco desde el otro lado del corazón. Felicitaciones Nelson. Gracias a Francisco Acuyo por tenerte aquí. Me suscribo a este Blog Maravilla. Saludos desde Venezuela:
ResponderEliminarMigdalia B. Mansilla R.