Presentamos
hoy en nuestro blog Ancile, en la sección de Poetas invitados, al poeta y escritor peruano Juan Félix Cortés
Espinosa. Ofrecemos un cuento de su señalada producción, así como algunos
poemas (uno inédito) de su ya extensa y rica producción poética y literaria. Se contará con su inestimable colaboración para el número 8 de la Revista Jizo de Humanidades que saldrá después del verano. Sirva pues, de grato aperitivo esta entrada en nuestro (vuestro) blog.
JUAN FÉLIX CORTÉS ESPINOSA
BREVE APROXIMACIÓN BIOBLIOGRÁFICA
Juan
Félix Cortés Espinosa, de noble y prolijo abolengo, nació el 24 de Junio de
1944, en la ciudad de Sullana, de la
República del Perú. Reside en Trujillo, la ciudad de sus ancestros desde el año
1965.
La
Casa Museo que lleva su nombre, es la única reconocida por el Estado a través
del Instituto Nacional de Cultura, en el norte del Perú. El edificio dispone de
pinacoteca, hemeroteca, videoteca, fototeca, librería, un Instituto de
Investigación de la obra literaria del poeta y escritor, obsequios y artesanías
de América, Europa y Asia, cartas de
famosos escritores y artistas, documentos históricos, y próximamente se
inaugurará una cafetería para las
tertulias de los artistas que se acercan a ella constantemente.
Realizó
sus estudios primarios en El Jardín de la Infancia ubicado en la cuadra cinco
del Jirón, Lima; en la Escuela Fiscal Nº 1031 “José Cardó” y en el Colegio
Particular “Enrique López Albújar”, los secundarios los culminó en el Colegio
“Santa Rosa” de los Hermanos Maristas de su ciudad natal. Estudió Pedagogía en
Sullana y Piura (1962 – 1964). Se graduó como docente en el año 1964, con
título profesional firmado por el Ministro de Educación.
Ejerció
como docente en el prestigioso Colegio “San José Obrero”, de Trujillo (1965 – 1969).
Estudió dos años en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional de
Trujillo, fundada por el Libertador Simón Bolívar; en esta Universidad estudió
en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas (4 años) y en la Facultad de
Ciencias Económicas (dos años); asimismo, realizó sus estudios de Periodismo y
Relaciones Públicas (3 años) en el Instituto Superior “Manuel E. Uceda”, de
Trujillo.
Colabora
en la columna editorial del diario “La Prensa”, de Lima; en el diario “Ojo” de
Lima, suplemento cultural “Garcilaso", que dirigía el escritor Augusto
Tamayo Vargas (1977 - 1979); en el diario “El Popular” de Lima; en el diario
“La Crónica” (página cultural). En los diarios “El Telégrafo” y “Universo” de
Guayaquil (Ecuador) Fue corresponsal de la Agencia Ecuatoriana de Prensa (1977)
para publicar artículos de índole cultural. Ha escrito en la Revista “Puente”,
de Berlín y en el periódico cultural Tolocán de México.
Por
más de cincuenta años, Juan Félix Cortés Espinosa se ha mantenido como un ícono
de la cultura peruana en el mundo.
Juan
Félix Cortés Espinosa ha publicado doce libros de poesía, cinco libros de
cuentos, tres novelas, y tres tomos de la Colección “La Memoria de la
Escritura”: Critica Literaria – Ensayos Literarios – Entrevistas.
Ha
ganado dos importantes premios nacionales de poesía: Con el libro “Cuatro
Estaciones para Contar”, (1975) convocado por la Universidad Privada de Piura y
con el Libro “Sentimientos de Hombre” (1986) convocado por el Colegio de
Periodistas del Perú y la Asociación Cultural “José Marti”, de Lima; entre
otros muchos reconocimientos.
NARRATIVA (CUENTO)
CUANDO ÉRAMOS CHURRES
A las tres de la tarde, nos esperaban impacientes “Lagartijo Macho” y la “Guanga Ramírez”. Uno con la pelota y el otro malhumorado con las camisetas.-Que jodienda. Si no vienen, nos íbamos al río-. Nosotros sonrientes: No sean cojudos, no ven que la demora no es culpa de nadie. Esa tarde teníamos un partido de fútbol en el colegio” Santa Rosa”. Recién habíamos formado el club “Flamengo” y era nuestra primera presentación en público. Jugaríamos con el Club “Los Aguiluchos”, que tenían como punta de lanza al “Flaco Dioses”, el mejor jugador del Alianza Atlético y de la Selección de Sullana. Pero no importaba, confiábamos en la velocidad de “Lagartijo” y en las arremetidas del “Chino” Arca. Esa tarde empatamos y contentos fuimos a la plazuela Checa. “Gaña”, el raspadillero, nos había guardado hielo y jarabe de tamarindo.
-Once raspadillas-cabeza de abanico. Y “Gaña”, con su acostumbrada voz temblorosa: Palomillas de M…Nosotros queríamos a “Gaña”; borrachito proyectaba un alma de infante, a pesar de sus sesenta años. Era un hombre calvo y nos sorprendía cuando decía la hora exactamente. En varias oportunidades lo observamos que miraba el sol y a veces hablaba consigo mismo; pero nunca supimos como se llamaba y si tenía mujer o hijos. ”Gaña”, era para nosotros un viejo amigo que nos vio crecer por la plazuela desde churres. A mí una vez me dijo:”Que grande que estás manetito.
Al oscurecer nos pedía que le ayudáramos a empujar su carreta celeste. Pesaba como 200 libras y una vez que tomaba viada, se iba solito hasta cruzar la plazuela Checa y perderse de nuestra vista.
Al día siguiente muy temprano otra vez el raspadillero. Con su delantal marrón, nos dio siempre la impresión que tenía pinta de carnicero. Durante el día raspaba con vocación el hielo, trabajito diario que lo transformaba en un laboratorio, hombre apacible y patriarcal, lo notábamos así hasta que aparecía tristona la tarde. Se le veía cansado y triste, con una palidez sobresaliente. Si se emborrachaba al medio día nos fiaba la raspadilla. Y nosotros muy campantes, le decíamos: 8,000 soles de raspadilla con todos los jarabes. ”Gaña”, nos replicaba: churres de M…
1958, nos tomó de sorpresa, a pesar de tener las primeras gilas del barrio Sur y de la calle Bolívar. Había conocido a Griselda y era como si hubiese descubierto la emoción más grande de mi vida. Cuando la veía gordita, con su colita de caballo y sus sandalias de verano, me parecía una muñeca linda, salida de esos cuentos que me había contado la maestra cuando era un elemental estudiante de primaria, con la timidez propia de los niños.
Ahora en el verano, podríamos distinguir mejor las sorpresas. Por aquellos días quise tanto a Griselda, que la buscaba día y noche en la casa de Melitina. Los muchachos de la calle Bolívar la enamoraban; pero estoy seguro que nunca les hizo caso. Cuando Griselda viajó a Tumbes a pasar sus vacaciones, supe que “La Guango Ramírez”, la fue siguiendo enamorando como un adulto. En Abril, supimos que había rebotado. Griselda, tenía su personalidad y era muy emotiva; pero se ponía con una cara de vieja, cuando le hablaban de besos y abrazos. Situaciones y cosas que las considerábamos las más hermosas del mundo. Era nuestra edad.
En su ausencia frecuentamos los chicheríos del barrio Buenos Aires; estuvimos casi todo el verano escuchando en las chinganas a Lucho Barrios, nuestro cantante preferido con su bolero “Marabú”. Siempre escuchábamos llorar a la señora que nos vendía la chicha.
Su hija mayor nos dijo: ”Es por el desgraciado de mi papá” ¿Y dónde está tu papá?. No sé, creo que con otra mujer. No te preocupes también el mío tiene otra, dijo “Buche Pavo”. Ese no es un problema eterno. En Sullana, es común que un marido tenga su querida. La chica sonrió y me dijo:- Mejor vamos a bailar merecumbé - Y yo como un alucinado botando mis energías hasta las cuatro de la madrugada. A esta hora salíamos todos los machitos, después de haber ingerido cinco tinajas de chicha y claro de maíz, el verano pasado.
Poco a poco, sinceramente nos sentíamos hombrecitos y lo supimos cuando estuvimos en la casa de “Josecito”. Mi primo Mario había estado de lo lindo con una ecuatoriana y nos contaba maravillas. El burdel mal pintado y hediendo anclado en la arena, nos causó desilusión. Estuvimos como nunca inseguros; pero entramos y lo recorrimos minuciosamente durante cuatro horas. La ecuatoriana del cuarto número ocho, toda desnudita tendida en una cama rosada. Nos guiñaba el ojo y nosotros sacando pecho: ¿Lindura cuánto cobras? Y ella empecinada guiñándonos el ojo izquierdo, ahora con más fuerza. Nos miramos y decidí entrar. Para que no se diera cuenta de mi inexperiencia y del nerviosismo le dije. ¿Te gusta la Feria? Más o menos chico me respondió. Sin darme cuenta me había desvestido y todo flacuchento frente a un espejo, miraba su agradable cara, sus voluminosos seños, su poderosa figura morena, toda provocativa y tremendamente agresiva.
Estuve casi un siglo y me acarició tanto que me atreví a confesarle mi amor por Griselda. Al final, me olvide por algunos momentos de la gila y descubrí que el sexo a mi edad costaba treinta soles. Tenía catorce años.
Los muchachos estaban en el corralón de atrás y todos estaban asustados, porque la policía se acercaba por la Gran Unidad escolar “Carlos Augusto Salaverry”. Nos jodimos repetía”Lagartijo Macho”. No te preocupes. Total no nos van a encontrar a dentro de los cuartos. Después de media hora, no había pasado nada. Nos contaron que los tombos iban en busca de dos rateros que habían asaltado a un comerciante ecuatoriano. Los lunes y los sábados bajábamos al río por la loma del canal, íbamos a buscar una playa y a jugar pelota con los churres de la calle Córdova. Regresábamos al atardecer, justo cuando los gallinazos tomaban democráticamente la sangre que salía de un tubo grande y oxidado, incrustado en una peña. El camal, frente al puente se le veía, como una casa de campo rodeada de frondosos y añejos algarrobos.
El valle del Chira, apetitoso, tropical y afrodisíaco, dejaba pasar por su territorio el agua que se perdía para siempre en la bocana de Colán. Los pescadores sabían que en el mar se enfrentaban día y noche y a toda hora con el río que, rencoroso llegaba acompañado de palos, cerdos muertos y aves de toda clase. El Chira, venía torrentoso con sus victimas y su furia. Nosotros sabíamos que era un criminal y malvado, que no respetaba ninguna
invocación, ni cosa parecida. El Chira era temible y en Marzo traía toda la furia reprimida y violenta. Su cauce era monstruoso y asustaba a todos los distritos cercanos. Y no era para menos. Una noche entró sin permiso al pueblo de Amotape y en un par de horas destrozó el cuarto de todas las casas que con mucho esfuerzo habían sido levantadas por lo campesinos del lugar. En Febrero del año anterior la lluvia fue inmensa y larga que aumentó el caudal asombrosamente. Cinco millones de litros por segundo era el promedio de los aforos. La lluvia, dañina formó inmensos charcos de agua en la calle Tarapacá, a la altura del local del club “Jorge Chávez”.
Al comienzo se pensó que era un aguacero pasajero y oportuno. A mediados del mes, el río fue ensanchándose y como buscando el mal sacaba de raíz los primeros cocoteros que encontraba a su paso. Pero sus víctimas eran niños y jóvenes que inocentemente se metían en busca de sus aguas. Su deseo era provocar duelos y sentirse odiado. Siempre creyó tener dentro un alma antigua y maldita.
Nadie podía detener su rugido y su velocidad. Ni como desviarlo a otro cauce. Nosotros desde las lomas, amargos y molestísimos, requintándole por las playas. Nos retirábamos mentándole la madre, como si la tuviera. Empecinados en desafiarlo, nos tirábamos del mismo puente que miedoso se moría de nervios. El Chira, con sus remolinos entre nuestras piernas como jugando, como diciéndonos: No tengan miedo. Vengan más acá. No les haré nada. Pero sabíamos que iríamos a la muerte. Nunca logró convencernos, por eso cada vez aumentaba su rabia.
Nosotros sabíamos que Marzo era el tiempo de duelo y de la muerte. ”Gaña”, se preocupaba, cuando nos veía sin zapatos y con la pelota debajo del brazo. El sabía que iríamos al río a jugar cerca de su orilla y que luego teníamos que darnos nuestro acostumbrado baño de verano. De tanto replicarnos, se encariñó con nosotros. Siempre nos decía: Cuidado con el río.
En el primer trimestre del año, era una costumbre hablar del Chira, hablar de ahogados y de tragedias; era también una buena razón para prolongar la conversación después de la comida. En otoño, sin embargo el río era diferente. Su crueldad se reducía a producir un lento ruido sobre el cauce. En esta época, solían las familias de Sullana, irse a pasar un día de campo, junto a sus orillas y tomaban fotografías desde el pasamayito, donde el valle era deslumbrante e infinito como un cuadro de Van Gogh.
Pero el Chira, ahora crecido y temible era distinto, atormentado, como un loco se proponía arrasar a quien lo desafiara. Pasaba debajo del puente con sus traumas y silbaba rencoroso al pie el puente; por las noches se reía sarcásticamente y agazapado no podía ocultar sus malas intenciones. No le importó nunca que lo conociéramos así. Y nunca se arrepintió que la gente sufriera o que los campesinos tuvieran que pagar tantos daños causados por su furia.
El “Gorila”, que tenía fama de ser el mejor buceador del río en los últimos veinte años, nunca pudo atraparlo. Y cuando hizo para tenderle una tradición. Hasta en el otoño quiso sorprenderlo cuando las aguas eran mansas. El “Gorila”, era su presa número uno y no lo quiso nunca, lo odiaba y lo maldecía. Y es que nunca le dio la oportunidad de caer en la trampa.
Era una tristeza encontrar la noticia en la casa “Se ahogó tu amigo Yarlequé.”
Juan Félix Cortés Espinosa
Estuve casi un siglo y me acarició tanto que me atreví a confesarle mi amor por Griselda. Al final, me olvide por algunos momentos de la gila y descubrí que el sexo a mi edad costaba treinta soles. Tenía catorce años.
Los muchachos estaban en el corralón de atrás y todos estaban asustados, porque la policía se acercaba por la Gran Unidad escolar “Carlos Augusto Salaverry”. Nos jodimos repetía”Lagartijo Macho”. No te preocupes. Total no nos van a encontrar a dentro de los cuartos. Después de media hora, no había pasado nada. Nos contaron que los tombos iban en busca de dos rateros que habían asaltado a un comerciante ecuatoriano. Los lunes y los sábados bajábamos al río por la loma del canal, íbamos a buscar una playa y a jugar pelota con los churres de la calle Córdova. Regresábamos al atardecer, justo cuando los gallinazos tomaban democráticamente la sangre que salía de un tubo grande y oxidado, incrustado en una peña. El camal, frente al puente se le veía, como una casa de campo rodeada de frondosos y añejos algarrobos.
El valle del Chira, apetitoso, tropical y afrodisíaco, dejaba pasar por su territorio el agua que se perdía para siempre en la bocana de Colán. Los pescadores sabían que en el mar se enfrentaban día y noche y a toda hora con el río que, rencoroso llegaba acompañado de palos, cerdos muertos y aves de toda clase. El Chira, venía torrentoso con sus victimas y su furia. Nosotros sabíamos que era un criminal y malvado, que no respetaba ninguna
invocación, ni cosa parecida. El Chira era temible y en Marzo traía toda la furia reprimida y violenta. Su cauce era monstruoso y asustaba a todos los distritos cercanos. Y no era para menos. Una noche entró sin permiso al pueblo de Amotape y en un par de horas destrozó el cuarto de todas las casas que con mucho esfuerzo habían sido levantadas por lo campesinos del lugar. En Febrero del año anterior la lluvia fue inmensa y larga que aumentó el caudal asombrosamente. Cinco millones de litros por segundo era el promedio de los aforos. La lluvia, dañina formó inmensos charcos de agua en la calle Tarapacá, a la altura del local del club “Jorge Chávez”.
Al comienzo se pensó que era un aguacero pasajero y oportuno. A mediados del mes, el río fue ensanchándose y como buscando el mal sacaba de raíz los primeros cocoteros que encontraba a su paso. Pero sus víctimas eran niños y jóvenes que inocentemente se metían en busca de sus aguas. Su deseo era provocar duelos y sentirse odiado. Siempre creyó tener dentro un alma antigua y maldita.
Nadie podía detener su rugido y su velocidad. Ni como desviarlo a otro cauce. Nosotros desde las lomas, amargos y molestísimos, requintándole por las playas. Nos retirábamos mentándole la madre, como si la tuviera. Empecinados en desafiarlo, nos tirábamos del mismo puente que miedoso se moría de nervios. El Chira, con sus remolinos entre nuestras piernas como jugando, como diciéndonos: No tengan miedo. Vengan más acá. No les haré nada. Pero sabíamos que iríamos a la muerte. Nunca logró convencernos, por eso cada vez aumentaba su rabia.
Nosotros sabíamos que Marzo era el tiempo de duelo y de la muerte. ”Gaña”, se preocupaba, cuando nos veía sin zapatos y con la pelota debajo del brazo. El sabía que iríamos al río a jugar cerca de su orilla y que luego teníamos que darnos nuestro acostumbrado baño de verano. De tanto replicarnos, se encariñó con nosotros. Siempre nos decía: Cuidado con el río.
En el primer trimestre del año, era una costumbre hablar del Chira, hablar de ahogados y de tragedias; era también una buena razón para prolongar la conversación después de la comida. En otoño, sin embargo el río era diferente. Su crueldad se reducía a producir un lento ruido sobre el cauce. En esta época, solían las familias de Sullana, irse a pasar un día de campo, junto a sus orillas y tomaban fotografías desde el pasamayito, donde el valle era deslumbrante e infinito como un cuadro de Van Gogh.
Pero el Chira, ahora crecido y temible era distinto, atormentado, como un loco se proponía arrasar a quien lo desafiara. Pasaba debajo del puente con sus traumas y silbaba rencoroso al pie el puente; por las noches se reía sarcásticamente y agazapado no podía ocultar sus malas intenciones. No le importó nunca que lo conociéramos así. Y nunca se arrepintió que la gente sufriera o que los campesinos tuvieran que pagar tantos daños causados por su furia.
El “Gorila”, que tenía fama de ser el mejor buceador del río en los últimos veinte años, nunca pudo atraparlo. Y cuando hizo para tenderle una tradición. Hasta en el otoño quiso sorprenderlo cuando las aguas eran mansas. El “Gorila”, era su presa número uno y no lo quiso nunca, lo odiaba y lo maldecía. Y es que nunca le dio la oportunidad de caer en la trampa.
Era una tristeza encontrar la noticia en la casa “Se ahogó tu amigo Yarlequé.”
Juan Félix Cortés Espinosa
POEMAS
MI CASA MUSEO
A mi casa llegan los pájaros
para quedarse con sus sombras
y sólo el viento vuelve
a las alas de sus cantos.
Mi casa es una puerta abierta
donde ingresa el firmamento
con las estrellas de la noche.
El aire de mi rosas
es una mariposa extendida
en las luces de las ramas.
El algarrobo el jacarandá
y las canzabocas
cuidan tiernamente las sábilas
que como hijas se abrazan
entre las hojas.
En mi casa el patio es un
espejo de agua
donde se bañan las flores lilas
del jacarandá.
Este árbol noble y hermoso
crece insólito hacia el cielo.
En las ramas del suelo
la tranquilidad de la tarde
pinta el alma del otoño
y eso sucede en mi casa
cuando el agua viene jubilosa
en la neblina arropando el
silencio.
En mi casa la puerta delantera
es del color de la madera,
tiene la piel del verano.
Y la ventana de la sala
es el refugio del invierno.
En las paredes de mi casa
reverdece la primavera.
Aquí la poesía Cartesiana
se alimenta de tanta hierba
en los rincones.
Ni que decir de mis mágicos
sampedros
ellos con la suerte de los
mares
erguidos y honorables
cuidando los nidos de los
pájaros viajeros.
En mi casa conviven mi mujer
mis hijos y mis nietos y
como relámpagos encienden
la luz de la oscuridad
con ese gran poder que tiene
la vida.
ADIVINANZA ARCHICONOCIDA
Tiene carita de coleóptero
antenitas de metal
proyecta una imagen
y no deja conversar
¿Quién será?
EL MAR DE MALABRIGO
El Mar
El cielo
El Sol
La Luna
Las Estrellas
El Aire
Los Peces
Las Auroras
Los Crepúsculos
El Hombre
Malabrigo
Este es
un mar
con piel
dorada
sobre las aguas.
Y en su mirada
azul navegan
todos
los barcos
de la
tierra.
La pintura
de Adolfo Asmat
tiene el color
verde azul
del agua misteriosa
tiene el apellido
de una imagen mágica.
Malabrigo
es una hermosura
en mi poema
marino y terrestre
un pedacito del
Universo
que canta solo.
El mar de Malabrigo
es agua del Universo
sueño acuático
de las estrellas infinitas
pájaro azul
extendido en el planeta.
TRAVESÍAS PERDURABLES
(A César Vallejo poeta del Universo
con inmenso afecto.)
Cuando supe que llegaste
a Paris
atravezando el Océano
Atlántico y el Mar Mediterráneo
te seguí en el tiempo de los
olvidos encontrados
y asombrado en mi memoria
reuní mis poemas más
celebrados de la tierra y te sentí
peruano hermano y más humano
En una mañana memorable
arribé a Berlin
y desde los aires pude mirar
la histórica Puerta de Brandenburgo
sitio gris y encandilado de la ternura
donde alguna vez el fotógrafo
de la huella y del misterio
capturó tu cuerpo tu rostro huesudo
en tu alma profunda
A esta puerta berlinesa llegué
con el amor
de mi patria estremecida
llegué joven
para sentirme como tú
reflexivo y dialéctico
en las calles alemanas
Y estuve caminando
con el frio interminable
de la vieja Europa violenta
soñando día tras día
para enamorarme de las golondrinas
de Dresden
y en Weimar
solícito estuve en la casa de Goethe
y luego en la armoniosa casa de Shiller
y recordé tu casa amorosa Vallejo
tranquila y antigua lejana y cercana
con tus familiares eternos
como si fueran blancas palomas
Que soledad viajera inmenso poeta
que soledad vertical
como si fuera una página grande
donde van a escribirte los mil
poetas geniales de nuestro planeta
Tú naciste en los andes
de Santiago de Chuco
cuando los crepúsculos
se hermosearon
al nacer la Primavera
y yo nací en Sullana
en el desierto piurano
cuando ascendian a los
ojos del cielo
los alegres choquecos
de Poechos.
EN LA RUTA DE SANTIAGO DE CHUCO
DOS
En el cementerio los Vallejo
alineados como pájaros
sin dueños del tiempo y
los recuerdos
Otra vez el poeta
camina con la edad
de la tarde y todavía
no llega con la lluvia y
los truenos
En el cementerio de los Vallejo
encontré al Capulí
alto y tierno como un rayo
de luz
bañado de sonidos
En el cementerio
de los Vallejo
falta UNO
él en Paris duerme en la cama
del silencio
duerme llorando para regresar
algún día en un sueño
duerme también en Santiago de
Chuco
donde duermen para siempre
sus padres sus hermanos
entre capulíes poemas y canciones
tristes
sigue solo sigue como pocos
llegando a TRILCE con los
humanos verbos
que se fundaron en las fronteras
del otoño.
Santiago de Chuco
20 de mayo 2012
(inédito)
Juan Félix Cortés Espinosa
Un querido poeta que representa tan bien a Latinoamérica, un ser de inmensa generosidad que ha dedicado su vida a la cultura. En este momento está cumpliendo sus Bodas de Oro en la Literatura y es un placer esta entrada en reconocimiento de esa larga y productiva trayectoria.
ResponderEliminarGracias, querido Francisco.
Un saludo cordial desde Miami.
Jeniffer Moore
Florida, USA