domingo, 9 de diciembre de 2012

VIDA, CIENCIA Y CONCIENCIA ALIENÍGENAS



Retomamos con un nuevo post la sección De juicios, paradojas y apotegmas del blog Ancile, esta vez en dos entregas breves sobre la contemplación científica en relación a la posibilidad de vida e inteligencia fuera de nuestra frontera planetaria. Podrá constatarse que no es un tema de frivolidad propia de tiempos en los que se buscan sucedáneos religiosos de la más diversa estirpe, aunque tengamos que reconocer movimientos sociales, seudociéntificos,  ideológicos y religiosos que buscan amparo en unos presupuestos que desde luego no se enmarcan en el rigor debido al método científico. En cualquier caso los traemos a colación porque, efectivamente, muestran un claro panorama de contradicciones tan propio de los tiempos que nos ha tocado en suerte vivir y compartir.



Vida, ciencia y conciencia alienígenas 1, Francisco Acuyo, Ancile





VIDA, CIENCIA Y CONCIENCIA ALIENÍGENAS







Tantas veces he gustado de reflexionar a mi sabor sobre estas o aquellas cuestiones que de la ciencia han quedado (y aún muéstranse) marginales a su método riguroso, que no puedo sino reconocer mi inclinación depravada a trasgredir su casi siempre recomendada severidad. Es claro (a mí así me lo parece) que esta actitud responde a la condición entusiasta y acaso poco pensativa de quien les habla(más propia de quien escribe versos, que reconozco que esta índole y propiedad pueden ser un defecto para el análisis de cualquiera cosa digna de atención meritoria); ruego por todo ello acepten mis más sinceras disculpas, no obstante, también es verdad que no todo es negativo en este comportamiento, pues cuando vierto hacia esta o aquella alternativa de estudio mi atención, me vuelco siempre sin prejuicio, incluso ante aquellas cuestiones que muchas veces son tenidas por cosa altamente extravagante. La excentricidad al saber común de algunas curiosidades que irrumpen en nuestro mundo no son óbice para mi interés y curiosidad, y atiendo a ellas  con una mentalidad abierta, pues es condición indispensable para la objeción más prudente o la aceptación más juiciosa, si así la ocasión lo requiriese. Es por todo esto que no veo opósito razonable a una cuestión que también ha interesado a la ciencia en forma de muy diversas conjeturas, a saber: la vida y la inteligencia extraterrestres.

Cuando hablamos de materia y energía oscura (cuya existencia objetiva y empírica todavía no ha sido constatada, acaso deducida de diversas manifestaciones fenomenológicas concretas y descritas teóricamente), tanto en física como en cosmología, el científico avisado es consciente de la necesidad de evaluar estadísticamente la potencial o virtual evidencia de su realidad. Los razonamientos congruentes y exposiciones matemáticas, así mismo coherentes, imponen altamente la probabilidad de su existencia.

Vida, ciencia y conciencia alienígenas 1, Francisco Acuyo, Ancile
De forma análoga, y no precisamente ahora, llevan estableciéndose conjeturas en relación a la posibilidad de vida inteligente en otros mundos, diversos del nuestro propio. Los astrónomos Johannes Kepler y Christiaan Huygens en sus obras: Somnium y Cosmothereos, respectivamente, ya especulaban con la existencia de vida extraterrestre. Célebres son las referencias de Angelo Secchi y Giovanni Schiaparelli, y más tarde las de Percival Lowell, en relación a la potencial vida inteligente en Marte, y todo en torno a la observación de supuestos canales (artificiales) sobre la superficie marciana. Pero, ¿cómo se significa la ciencia en relación a este tema tan extraordinariamente sugestivo?

El programa SETTI[1] ideado por Francis Drake, funciona desde hace más de cincuenta años sin que, hasta la fecha, tengamos conocimiento de novedad en relación a la existencia de vida inteligente extraterrestre. Pero el hecho de que exista un programa (amparado, en principio, por la propia NASA), no deja de resultar harto significativo, además de manifestar en su realidad y en su proyecto unas exigencias científicas mucho más complejas de lo que en principio, para el no avisado, cabría pensarse. Ya lo advertía Paul Davies en una publicación[2] sobre temática tan ¿extraña? para la ciencia, cuando de la habitual (y un tanto pedestre)  deducción de que, en razón de una innumerable realidad de mundos en el universo, se obtenga la necesaria  consecuencia afirmativa de la existencia de vida en algunos de ellos, olvidando o no contando que esta realidad estadística no implica de forma necesaria una condición suficiente. 

Son no menos célebres los rechazos a este respecto de Francis Crick y Jaques Monod, negando  la existencia de vida fuera de nuestro planeta, estableciendo el azar como conditio sine qua non de su aparición en entorno tan singular y, desde luego, como accidente monstruoso no extrapolable a lugar alguno que no sea la misma Tierra; afirmaciones estas que, no obstante, no dejarán de resultar significativas, sobre todo cuando en realidad no sabemos con total certeza que la vida, tal y como la conocemos, se originara en nuestro propio planeta. Además, no debe obviarse  el hecho de que la química de la vida sea aleatoria no implica en modo alguno que sea inespecífica y arbitraria. La organización de la vida como evolución nos habla ya de un principio que parece romper con la visión deprimente del azar como bastión fundamental que sostiene la realización de la vida, sin contar con la posibilidad de que esta haya aparecido y desaparecido varias veces en nuestro mismo planeta, condición que, de demostrarse, ya pondría en entredicho la monstruosidad de la vida como hecho absolutamente excepcional; cuestión esta última que colocaría sobre la mesa la más que segura probabilidad de su existencia en otros lugares del universo, e incluso manifestando tal vez un origen común.
Vida, ciencia y conciencia alienígenas 1, Francisco Acuyo, Ancile
Paradójicamente, no es menos legítimo conjeturar que, si la vida en la tierra bien puede tener un origen extraterrestre, ¿por qué no ha de mantener esta una deuda con la vida inteligente que en ella habita, compartiendo la misma impronta que dio lugar a la vida tal y como la conocemos en la tierra, siendo esta inteligencia igualmente de origen estraterrestre? Es inevitable colegir (sin necesidad de hacer un ejercicio singular de imaginación) que estas características de diseño inteligente, que nos hace portadores de tan peculiar rasgo de conciencia, puedan ser también provenientes del exterior de nuestro mundo. Por lo menos nos parece igualmente razonable poner en cuestionamiento (por razones obvias de inclinación excesiva antropológica) que la inteligencia sea exclusivamente un rasgo de nuestra humanidad.

Parece que, cuando una mente como la de Gauss[3] sugería la creación de formas en el bosque siberiano para llamar la atención de supuestos extraterrestres para convencerles de nuestra inteligencia, tales conjeturas no sean del todo cosa baladí (de hecho se ha especulado con mayor o menor éxito de señales y balizas construidas en muchas partes de nuestro planeta para algo parecido, véase las pistas de Nazca como singular ejemplo). En conclusión, parece que la ciencia, aun en su rigor y exigencia metodológica no desiste ante cuestión siempre delicada, sobre todo para quien no quiera pasar por perturbado proclive a los cuentos de ovnis e invasiones alienígenas.
Así, de todo lo dicho, aunque no me desdigo un punto, confirmo la demanda de atención hecha por la propia ciencia hacia tales cuestiones, sin querer por otra parte más recompensa del lector sino que se tengan por verdaderas y honestas estas reflexiones inspiradas por la propia ciencia, conciencia inigualable para cualquier aspiración a la verdad.



                                                                                                                             Francisco Acuyo



[1] Search for ExtraTerrestrial Intelligence, o Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre tratan de encontrar vida extraterrestre inteligente, ya sea por medio del análisis de señales electromagnéticas capturadas en distintos radiotelescopios, o bien enviando mensajes de distintas naturalezas al espacio con la esperanza de que alguno de ellos sea contestado.

[2] Davies, P.: Un silencio inquietante, Crítica, Barcelona, 2011, pp. 41.
[3] Nos referimos nada menos que el insigne matemático Johann Carl Friedrich Gauss (1777-1855)

Vida, ciencia y conciencia alienígenas 1, Francisco Acuyo, Ancile

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