Rescatamos, después de varios
meses de inactividad, la sección De
juicios, paradojas y apotegmas, de nuestro blog Ancile que, obtuvo desde su
aparición un más que meritorio reconocimiento y que, a la sazón, gracias al
consejo de algún lector (querido amigo) del blog, habría de empujarme a darle
nuevos argumentos con nuevas entradas. Así las cosas, siguiendo el parámetro de
brevedad y concisión exigida por este apartado del blog Ancile, vengo a
rescatar, con motivo de una anterior entrada de la sección científica,
concretamente: Estructura y dinámica (¿divina?, o el bosón de Higgs, una apostilla
que creo que puede ser interesante para los inclinados a cuestiones tan
fascinantes como la estructura de la realidad material que hace del mundo lo
que es.
DE JUICIOS, PARADOJAS Y APOTEGMAS
CUANDO todo el mundo da por
sentado que la materia es una realidad de sentido común incuestionable[1],
sólo basta con intentar atravesar una sólida puerta de roble sin abrirla para
constatar las notables consecuencias para el rostro del que intentase tal y tan
indiscreta aventura, todo lo cual no acaba de responder a la cuestión nada
trivial del motivo por el que, además de por la interacción de
las partículas elementales que componen el roble, aquella puerta tiene tan
sólida consistencia, y que tiene que ver con la masa de todas y cada una de los
elementos subatómicos que componen dicha consistente y compacta estructura.
Pues bien, todo parece indicar, a
raíz de los experimentos del CMS y ATLAS, así como del gran colisionador de
hadrones (LHC), que el responsable de que lo más intimo de la materia tenga tal
comportamiento y consistencia, tiene que ver con la partícula (hace ya unos
cincuenta años que se teorizó sobre ella) denominada bosón de Higgs. De su
descubrimiento ya dimos cuenta en la entrada de nuestro blog intitulada: Estructura y dinámica (¿divina?, o el bosón
de Higgs.[2] La
traemos a colación en esta sección (acaso injustamente olvidada por quien
suscribe hace algunos meses) debido a algunas referencias a la misma sobre
cuestiones que atañen a elementos conceptuales que requieren respuestas breves,
sintéticas y, supuestamente, de fácil reconocimiento especulativo e intelectual.
La interrogante sobre la masa de
las partículas nunca pudo encontrar respuesta a través de la teoría estándar de
partículas, a pesar de que dicha teoría hizo una exhaustiva descripción de las
propiedades que componen dichos elementos fundamentales. Es obvio inferir que, de
no existir la propiedad de la masa de aquellas fracciones ínfimas de la
materia, esta misma no existiría, dando lugar a un universo del todo muy
distinto al que conocemos, o poniendo en duda su misma existencia.
Se postuló en su momento (por
Robert Brout y François Englert, y posteriormente por Peter Higgs), la
necesidad de un medio (el campo de Higgs) que tenía necesariamente que tener la
característica de la ubicuidad[3],
o, lo que es lo mismo el de la omnipresencia mediante la que se posibilitaría
que las partículas obtuvieran la necesaria masa para su consistencia y la del
mundo material tal y como lo conocemos.
Tras las colisiones de protones
registradas por el detector ATLAS,[4]
y de constatarse definitivamente de que se trata del esquivo y a la vez deseado
bosón de Higgs, acaso estaríamos en disposición de una revolucionaria
concepción del mundo que, como de hecho vino a suceder con otros
descubrimientos científicos, cambiaría buena parte de los parámetros de
aprehensión y entendimiento de todo aquello que nos integra y también de todo lo
que nos rodea. Hablamos no ya de argumentos teóricos sobre la existencia de
esta o aquella partícula, sino de la constatación experimental de una de las
más extrañas pero necesarias partículas para la comprensión de la materia, tal
es así, que de no comprobarse la existencia del bosón de Higgs, sería mucho más
que conveniente que ideemos una muy distinta física de la que hoy conocemos, si pretendemos dar una explicación coherente de la realidad. No deja de
resultar paradójico que una partícula virtual (teórica hasta ahora, parece)
hubiera de ser en definitiva, la que acabe dando consistencia al mundo nada
menos que de la materia; aún más, cuando se exige de este elemento básico
características rechazadas por el sentido común científico hasta no hace
demasiado tiempo, a saber, la exigencia de su ubicuidad (mediante la cual -el
Campo de Higgs- hace posible la masa de las diferentes partículas), así como
que la excitación del vacío sería en definitiva el origen de todo, o lo que es
lo mismo, la omnipresencia de este estado ¿de quietud? (campo y partícula) para
justificar lo que siempre se ha considerado rasgo esencial de la materia: su
concreción, su experimentación perceptual, su carácter ostensible siempre
sujeto a un espacio y tiempo que pueda ser susceptible de predecibilidad en su
movimiento, detectable y también verificable. Estamos en un momento singular en
el que tal vez volvamos a ser testigos
de una nueva revolución conceptual para describir la realidad.
Francisco Acuyo
[1] O la
colección de prejuicios adquiridos antes de los 18 años, que diría Albert
Einstein.
[2]
Vease el enlace:Estructura y dinámica (¿divina?, o el bosón de Higgs.
[3]
Similar al que tienen los fotones al poder comportarse como partícula y como
onda electromagnética
[4]
Mediante las que se demuestre que el par electrón-positrón y el par
muón-antimuón hubiesen originado el esquivo bosón de Higgs.
Es un tema apasionante. ¿Podrá la ciencia por fin "tocar" a Dios. Estoy convencida que sí.
ResponderEliminarFelicidades Francisco por esta interesante entrada, da que pensar.
Un abrazo
El hombre en su lucha por entender y explicar la infinitud con una mente finita. Entre más profundiza en ello, más y más incógnitas aparecen, hasta un punto en que pareciera aumentar la distancia que nos separa del objetivo. ¿Y qué tal si la realidad fuera explicable más por la percepción que por el puro conocimiento?.Muchas gracias, amigo.
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