INTERACCIONES ENTRE LA LITERATURA Y
EL CINE
CUANDO seres, ideas, personajes,
lugares, luces, paisajes, sonidos, sombras, expresan profunda, deleitosa y elocuentemente,
acaso sea porque nos muestran, nos ofrecen el contacto inaudito con aquel estímulo,
empuje enigmático y altamente sugestivo que suele identificarse como impulso creativo
y que, al fin, acaba materializándose en aquello que denominamos objeto de arte.
Mas, yo os digo, que no sólo será en este dominio convencional y genérico que
denominamos arte desde dónde será susceptible detectarse y hacerse vívido
alimento con el que nutrir los espíritus sensibles y exigentes de tan elevada e
intensa energía vivificante y vivificadora. También será vigor netamente
aprehensible en el ámbito de la ciencia, de la meditación atenta o de la
observación vigilante de lo que dentro y en derredor nuestro interconecta en su
manifestación rebosante de creatividad. Pero todo esto sería asunto para otro
fascinante y seguramente muy prolijo relato, no obstante, ahora mismo, podría
inferirse también una suerte de plática, de exposición, de dialogismo mediante
el que explicar otro aspecto no menos lleno de interés, estoy hablando del grupo
3&acción[1]
y de su corto Abaddona, el cual
tomaré como motivo para una exposición breve y muy urgente que afectará nada
menos que a las Interacciones entre la
literatura (la poesía) y el cine.
Las
concomitancias (relaciones y también diferencias) entre los fenómenos literario
y cinematográfico habrían de incidir necesariamente en ámbitos como los que
afectan tanto a la teoría del lenguaje literario como a los estudios de expresión
visual, pero también a la teoría de géneros, a los estudios semióticos y las
indagaciones retóricas…, pero si estas aproximaciones las llevamos al ámbito
del vasto y complejo dominio de la poesía, bien pudiera presentarse una
singular disyuntiva que, como veremos, aunque fascinante, no es en modo alguno
nueva.
Cuando
Lorca, Buñuel y Dalí hicieron acopio de imaginación, ingenio (y técnica, cada
cual en su disciplina artística) para ofrecer un mismo producto, no obstante,
llevado a término con lenguajes diferentes (véase un Perro andaluz o La edad de
oro), veremos converger no sólo artes diferentes en pos de un proyecto
artístico común (cinematográfico, en este caso), sino lo que es más importante,
la disolución de fronteras entre disciplinas creativas muy diferentes, en una
singularísima integración sinestésica[2]
dónde la[3]imagen se escucha, el sonido se hace visible composición de ambientes
y personajes, los aromas confluyen en gustosos sabores que podrían palparse
para gozo del espectador avisado. Se colige de todo esto un síntoma, o, mejor,
un indicio clarificador del tiempo que nos ha tocado en suerte vivir, en tanto
que es esta la época en la que se precisa una mayor exigencia
intelecto-emocional para apreciar o sugerir las fronteras, las cesuras del
saber, del arte, de las ciencias mismas, las cuales se suceden de manera cada
vez más borrosa: las matemáticas y la física dan buena cuenta de esto que
hablamos, ellas son (junto a la poesía, entendida esta como impulso creativo y,
a la vez, como herramienta crucial y potente de referencias analógicas que
afectan sin duda a la mismas ciencias ) las encargadas de revelar
insistentemente que mucho de todo lo que dábamos por sentado, en modo alguno es
inamovible.
Así,
por ejemplo, el proverbial vínculo establecido entre la novela y el cine nos
trae a colación el necesario reconocimiento de la relación entre ambas,
especialmente cuando se lleva al cine una novela determinada (sin contar con
todos aquellos elementos y recursos narrativos de los que se apropia el cine en
muchos momentos), pero también las diferencias (cine versus literatura), que muy bien nutrir una interesante teoría de
la expresión cinematográfica (y también narrativa), en tanto que uno, el cine,
es concebido como industria del espectáculo, entretenimiento, frente a la
literatura como arte, cuestión esta, claro está, no poco controvertida y
controvertible.
Si
bien el guión se cataloga genéricamente (dentro digo, de la misma teoría de los
géneros literarios) como literatura, debemos decir que el cine es mucho más que
un texto descriptivo narrativo basado en un relato literario. No obstante de
las analogías más o menos afortunadas establecidas entre determinados géneros
literarios (el teatro, por ejemplo) y el cine (como forma fotográfica del arte
dramático), será, a mi juicio, con la poesía, con el tratamiento adecuado,
desde dónde se observen las más singulares y profundas evanescencias
fronterizas entre uno y otro arte, aunque pueda parecer extraño en [4].
Podemos traer a colación muchos ejemplos paradigmáticos, pero pongamos por caso
sólo dos para ilustrar lo que hablamos: el film de Michael Radfor El cartero y Pablo Neruda (e incluso en
la ópera con el título de Il postino)
el caso de Andrei Tarkovski en su película El
espejo: en ambos casos la poesía es cosa omnipresente (los versos de
Neruda, en el primer caso, resuenan a lo largo del film), y los del padre de
Andrei, Arseni Tarkovski, en el segundo, donde sucede lo propio. Los efectos
sinéstesicos advertidos en ambos films dan buena cuenta de lo que queremos
exponer, porque tanto los poemas como las imágenes están perpetuamente impregnadas
por uno y otro arte.
Es
cierto que los códigos cinematográfico y literario en estos casos exigen de una
interpretación mucho más sutil que la de resolver divergencias en función de su
más inmediato análisis semiótico, por ejemplo, en relación a las imágenes, o, a
las abstracciones lingüísticas que portan como signo identificativo de uno y
otro arte. Así mismo puede detectarse cosa semejante de manera bastante clara
en el medio y disciplina de la retórica y de los recursos literarios
(metáforas, paralelismos, hipérboles…), extrapolables obviamente al cine, todo
lo cual daría de por sí para una disertación no menos interesante, prolija y
compleja.
He, pues, aquí que, el diálogo
entre la imagen y la palabra no se nos manifiesta, como decía, de forma nada novedosa, al menos en principio.
La Ut pictura poiesis horaciana es
solo un antiguo referente que podría aplicarse al cine, e incluso la écfrasis
como fenómeno retórico extraíble no sólo del dominio de la descripción
pictórica, también de la cinematográfica; todo lo cual hace inevitablemente
referencia hoy, como nunca, a la evidente necesidad de una hermenéutica mucho
más sutil y avisada, sobre todo en relación e interacciones con el arte,
técnica y ciencia cinematográfica en relación con la literatura y, sobre todo,
con la poesía, entre otras razones porque esta última, cuando se lo propone activa
o pasivamente, consciente o inconscientemente el responsable cinematográfico
(director, productor, montador fotográfico…) puede ofrecerse en singular y
maravilloso parentesco. Esto sucede también con el dominio (interpretativo) de
las ciencias (se me viene a la memoria el Ridley Scott de Blade Runner) en tanto que las nuevas tecnologías y sus
aplicaciones científicas, correctamente apreciadas y aprovechadas, en acorde
conjunción con las imágenes –cinematográficas y poéticas de algunos de sus
diálogos- darán lugar a sublimes productos artísticos donde, por ejemplo, la
imagen y la poesía (sus lágrimas en la lluvia) se disuelven para beber de la
fuente común de la belleza y de la más profunda y verdadera inspiración
creativa, como es el caso del que esta noche nos ocupa: el ángel Abaddona. A pesar de la humilde puesta
en escena, la evidente escasez de medios en su producción, se dará cuenta en no
pocos momentos de aquella función disolutiva de la imagen en pos de la
consecución de un lenguaje que persigue y consigue momentos de vívida belleza y,
a pesar del dramatismo –trágico- que desde
el inicio larva el film, no obstante, hace posible emparentar no solo artes
diversas (la fotografía, la poesía, la música…), también la turbación –inconsciente-
en el alma de los pobladores de nuestro tiempo (al igual de los de épocas inmemoriales)
en nuestro planeta, con las inquietudes y afanes (conscientes o inconscientes,
decía, más actuales).[5]
Una vez asumida la inspiración de Abaddona en los versos de las Crónica de Henoc[6]
que aparecen en el cuadernillo interior del DVD, podremos entender que el setting (imaginado de los versos), la
imagen narrada en cada fotograma, se deslizan en un fin común cuando se
transforman en la realidad única del artefacto artístico, y esta no es otra que
el aliento y pasión de la natural aspiración del hombre a la consecución y
entendimiento de uno delos más excelsos anhelos cual es el de la consecución,
vivencia e interpretación de la belleza.
Francisco Acuyo
[1] formado
por Óscar Framil, Jorge Acuyo, Azahara Vigueras, Fermín Rodríguez y Cristina
López, en relación a uno de sus trabajos más atractivos y sugerentes: el corto Abaddona
[2] Sinestesia: Diccionario de la RAE: (De sin- y el gr. αἴσθησις, sensación).
1. f. Biol. Sensación secundaria o asociada que se produce
en una parte del cuerpo a consecuencia de un estímulo aplicado en otra parte de
él.
2. f. Psicol. Imagen o sensación subjetiva, propia de un
sentido, determinada por otra sensación que afecta a un sentido diferente.
3. f. Ret. Tropo que consiste en unir
dos imágenes o sensaciones procedentes de diferentes dominios sensoriales.
Soledad sonora. Verde chillón.
[3] La
física de la relatividad, del caos y de lo infinitamente pequeño (cuántica)
ponen en tela de juicio conceptos tenidos por absolutos como el tiempo y el
mismo espacio, así como la idea del azar como muestra de aleatoriedad
impredecible en la naturaleza, la cual, sin embargo, está sujeta unas leyes
(del caos) que se rigen por códigos estocásticos y probabilísticos.
[4] Qué hace
si no, el poeta: cristalizar en imágenes (poéticas) emociones, sentimientos,
reflexiones, indagaciones, intuiciones de profundo o alto conocimiento… Así la
imagen del film sabiamente gobernada puede traducirse en una analogía poética
del todo interesante.
[5]
Tras visionar el corto Abaddona
(ópera prima de excepcional sugestividad y belleza de este nuevo grupo de
entusiastas creadores y amantes de la mejor cinematografía) no pude evitar traer a mi conciencia
inmediata la reminiscencia de las lecturas del libro de Enoch (Henoch), aunque
este ángel sea producto de la moderna leyenda urbana, no dejará de ser deudor
de tradiciones mucho más antiguas, acaso remotas. Las versiones extraídas del
amhárico (etíope, aunque se sospecha que sea de origen hebreo, cuya
trascripción original se ha perdido y la conocemos en virtud de las versiones
etíope, griega o latina) y traducidas en
primera instancia por el arzobispo Lawrence (sobre el año 1821) han sido
sucesivas y con mayor o menor éxito traídas hasta nuestros días, y nos ponen en
contacto mediante un despliegue simbólico sin precedentes, sin obviar el
carácter profético que vierte a través de su singular teogonía, con un mundo
del todo fascinante. Las siete razas a las que se aluden y describen (las cinco
primeras, quedando resueltamente secretas las dos últimas) ya nos hablan de su
vinculación con los Misterios de la Iniciación, y todo adornado con personajes
fascinantes y enigmáticos (angélicos y arcangélicos), que ya nos pone en
antecedentes con el carácter secreto y o apócrifo del mismo (etimológicamente
derivado de crypto –esconder-) y del
que se deduce el origen terrenal pero también célico o estrellado del hombre.
De las siete partes del Libro, este poema se centra o encuentra lugar en la
segunda que relata la asunción de Enoch y la caída de los ángeles (capítulos VI
a XXXVI), mas encuentra el empuje o inspiración definitivos en la visión del
corto anteriormente aludido y que tuvo a bien traerme a la memoria aquellos
párrafos del Libro profético, cosmológico y escatológico a un tiempo. No deja
de causarme especial impresión la notable influencia que tuvo en los primeros
cristianos (lo mencionan Tertuliano, Prisciliano y el mismo San Pablo que llega
a considerarlo un libro profético), y sobre todo en el siglo XV que los
kabbalistas cristianos vuelven a su lectura y referencia; también Pico de la
Mirandola, Guillermo Postel entre otros acaban citándolo, siendo su influencia
también en las filas gnóstica y hermético alquimistas.
Así las cosas, y bajo este deslumbrante y seductor influjo
tuvo lugar este poema que ofrezco para la consideración del interesado no sólo
en la poesía, también en el universo misterioso de los libros antiguos que
siguen, consciente o inconscientemente manteniendo su extraordinario fuerza,
inducción y ascendencia para gozo y de las generaciones presentas y futuras.
[6] Poema:
CRÓNICAS DE ENOCH
FRAGMENTO
Al grupo Tres y acción,
Por su ángel Abbadona
Demonio, hermano mío, mi semejante
Luis Cernuda
I
ENOCH, mi hermano, la bella
relación
dejó sellada:
del gran
luminar benévola
razón nos
cuenta que hablara
el relato
en confidencia
de la
belicosa máquina
celeste
que al hombre muestra
en sus
páginas lacrada,
pues hierofante y albacea
sobre
estos textos consagra
la
iniciática estrategia,
si
inscrita puebla sus páginas
la estirpe
toda arcangélica
que
signarlo quiere heresiarca,
e impresa
dejó la estela
que sigue
en líneas varias:
“Alas
extiende y cadenas
las que en
campo de batalla
arcangélica
hueste extrema,
ora
oscura, ora diáfana
cohorte de
figuras trémula
que, desde
la noche avanza,
si sombra
no, centinela
de una luz
siempre sonámbula.
Cada arcángel, por la niebla,
dejar
apenas en cada
rostro
pudo, si sospecha,
como
tenebrosa máscara,
la
impávida muerte expresa.
En el
cíngulo la espada
tinta
todavía muestra
cruel de
sangre vigilancia.
De Dios desertor, apenas
caído el
ángel, la escuadra
al fin
alevosa deja
y, en pos
de la luz más clara
del redil
divino, espera
piadosa,
por la arrogancia,
redención
a su anatema.
Soledad
sin esperanza.
A la súplica respuesta:
soledad
sin esperanza,
y en ella
al fin la azucena
del
silencio se derrama,
pues por
el mundo frontera
a tanto
olvido no hallara,
ni a su
sueño centinela,
ni a su sombra
luminaria.”
II
Por los pétalos etérea
de la
aurora, casi nácar,
hasta su
semblante ingenua
el rocío
se derrama;
mas ella,
un tanto en la senda
de la
soledad, violácea
anduvo
flor que siquiera
sospechó
que fueran lágrimas.
En lo oscuro una presencia,
al pronto,
surge lejana:
quieta
cada gesto observa
que la
niña no notara;
entre las
sombras aérea
a rozar
desliza el ala
por tocar
su piel apenas
con su
mano descarnada.
Susurra al oído con tierna
voz una
luz subterránea,
y en el
silencio la niebla
dorado se
escucha que habla
persuadido
centinela
que
abandona vigilancia
y, al
ensueño una ausencia
entrega
infinito su alma.
Del silencio la azucena
por los
labios de una fábula
musical
incandescencia
por sus
pétalos sonaba.
rosas
entonces despliega
el ángel
de la mañana
que hasta
la mejilla llega
con el
beso de sus alas.
Francisco Acuyo
"Qué hace si no, el poeta: cristalizar en imágenes (poéticas) emociones, sentimientos, reflexiones, indagaciones, intuiciones de profundo o alto conocimiento… Así la imagen del film sabiamente gobernada puede traducirse en una analogía poética del todo interesante." Francisco Acuyo.
ResponderEliminarLa exposición alumbra sobre esta amalgama literatura y cine y cabe agregar que el poema Crónicas de Enoch es precioso y alusivo. Sólo nos queda felicitar una vez más al nuevo grupo de talentosos creativos autores del cortometraje Abaddona, por la calidad, la excelencia y la originalidad de su arte y desearles inspiración contínua commo así también que se abran las puertas de los recursos que necesitan los jóvenes artistas para su desarrollo óptimo.
Un cordial saludo.
Jeniffer Moore
Amigo mío, qué buen artículo; pero diría, en primer lugar, qué gran poema, con ese pegajoso aire de romance de aliento corto, que delira belleza en imágenes de sutilísima inteligencia y finura...algo raro en esto tiempos, y por tanto "loabilísimo". Me he dado banquete, qué más decir. Respecto al cine y la literatura, hace poco estrenaron Los MIserables en una versión de largometraje musical. No son muchas las películas musicales que me atrapan...así que me hedomorado en mirarla, pues, además, demoré un año de mi vida disfrutando la obra escrita en cinco grandes tomos, y eso marcó mi vida, me enriqueció mucho. Un abrazo y mil gracias.
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