POESÍA, PENSAMIENTO SALVAJE
cabría
estimar ahora la posibilidad de que tanto el
pensamiento civilizado y el salvaje puedan coexistir, y aún seguir prosperando;
de ser así sería porque el pensamiento denominado salvaje es simultáneamente
analítico y sintético. Es punto es importante para lo que queremos señalar en
nuestros intereses expositivos, pues creemos que esta es precisamente una de
las características esenciales que puede alcanzar aquel pensamiento que
ampara la función poética del lenguaje, es decir del arte poética
particularmente (y del arte en general); desde donde situarse de manera privilegiada entre en el
ámbito de la magia y la religión, en tanto que se atreve a humanizar las leyes
naturales unas veces (religión), y otras a naturalizar las leyes humanas,
antropomorfismo de la naturaleza, o, fisiomorfismo
del hombre (teniendo en cuenta que no hay religión sin magia ni magia sin
religión), y que reviste tantas veces a la intencionalidad
poética de ese
carácter apodíctico con el que se configuran no pocas manifestaciones de su
arte.
La
poesía, además, se vierte como pensamiento salvaje en tanto que su expresión
(lingüística, si poética) y su emisión sensible conlleva siempre su
significación, de donde se infiere que no distingue el momento de la
observación del de la interpretación misma, de aquí, vemos cristalinamente otra
razón más que explica la enorme dificultad de exégesis conceptualizada de la
poesía.
Pero
nos convendría matizar un aspecto por el que veremos más en relación aún el pensamiento
salvaje con la que denominamos lógica
poética: si, observamos que su funcionamiento tiene que ver, más que con el
mito (sistema concebido), o con el rito (sistema actuado) está más cerca del
totemismo, en cuanto que se garantiza a sí misma como sistema vivido, así llega
a adherirse a grupos o a individuos concretos y se sucede en una suerte de
sistema hereditario de clasificación que se atiene a las diferentes
peculiaridades lingüísticas de cada lengua.
De
todo lo expuesto podemos observar que, con el pensamiento salvaje, la poesía,
ofrece una suerte de pensamiento totalizador que diríase ir mucho más lejos que
la razón dialéctica, y es que el yo poético no se opone al otro
potencial, pues las verdades captadas por el poeta (en cuanto que hombre
participante de este conocimiento singular) son del mundo, y ahí precisamente
radica su importancia: entendemos también en este punto una cierta paridad con
el conocimiento de las verdades matemáticas, en tanto que reflejan el
funcionamiento libre del espíritu que ofrece en su reflexión pura (y
singular) una interiorización del universo.
Es,
al fin, la poesía para nosotros, una invitación a salir (u olvidar) el yo,
que ofrece liberarnos tantas veces de aquello que estimamos como auténtica
falacia (trampa) de la identidad personal e histórica, pues deduce que si la
historia bien puede llevarnos a todo, será a condición de salir de ella,
y es que se vierte también en una forma intemporal de conocimiento que
consideramos emparentada de forma estrecha a la
manera de inquirir de la lógica
del pensamiento salvaje y que, como éste, dilucida profundizando con el
auxilio del imagines mundi, que como estructura mental, vienen a
facilitar grandemente la inteligencia del mundo y a presentarse como una forma
de aprehensión singular analógica.
Es por
esto que el poeta (una suerte de hombre primitivo en este punto), de manera
totalmente coherente es capaz de ofrecer una imagen de una complejidad
discontinua; así, también, observamos que la logicidad poética es tan legítima y verdadera como la logicidad científica; tan sólo tendremos
que considerar que el conocimiento del universo que aporta la poesía es aquel
que de manera simultánea reconoce del mundo propiedades físicas y
propiedades semánticas, no siendo por tanto cierto que el mundo de lo
poético se extienda y avance de forma casi unívoca y exclusiva por la vía de
los afectos. Es así que nos parece necesario observar que la cohesión interna
del fenómeno poético, con ser en nuestros días indiscutible, de su
estructura será también preciso contemplar que nos da la posibilidad de decir,
de significar que el hombre es hombre y que el significado de sí está en el
espíritu que actúa con la aspiración a la total libertad, no tanto para
enfrentarse a los procesos económicos o
estrictamente sociales, sexuales e incluso estéticos, como en realidad a
sí mismo.
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