LA POESÍA: REALIDAD Y
METARRELIDAD.
LÓGICA Y METALÓGICA
EN LA IDEA DE DIOS.
SI las fronteras entre la materia
y la conciencia (¿espíritu?) son cada vez más indefinibles a la luz de lo que
muy bien puede resultar un nuevo paradigma de entendimiento del mundo que,
acaso exija una epistemología de ámbito más exigente y desplazado, y que
ofrezca unas exigencias –metalógicas, postracionales- con las que comprender
los fundamentos de la realidad que, insistentemente nos hablan de la necesidad
de ir un paso más allá de los lenguajes y los procesos ordinarios de
entendimiento, con los cuales se quiere acceder sin perder rigor, pero
aceptando el misterio de los procesos físicos como la complementaridad[1],
o metalógicos, como la indecibilidad en
matemáticas, a la realidad misma.[2]
Yo diría, muy consciente de los posibles prejuicios que pudieran deducirse de
un poeta, que la necesidad de un pensamiento nuevo, de un lenguaje nuevo para
la aprehensión y expresión significativa de la realidad, en realidad no es tan
novedoso, siempre estuvo ahí, manejando enigmáticamente los conceptos, las
ideas, los significados más allá de la razón misma, hablo claro está, de la
poesía, no solo como metalenguaje, sino como impulso creativo y vertiente
totalizadora y totalizante de interpretación del mundo.
Hoy se plantea
la necesidad acuciante de establecer unos parámetros de reflexión distintos
porque cada vez las fronteras indiscutibles entre materia y espíritu son sin
duda más borrosas. A mi muy humilde entender, esa vía de reflexión y
entendimiento siempre ha estado ahí, al alcance de aquellos que han querido
verla, entenderla e incluso vivirla, la senda, digo, en la que el sujeto y el
objeto no se ofrecen como elementos separados o contradictorios y que ha mostrado
la atalaya más singular desde la que otear los límites mismos del conocimiento.
La
verificación de las fronteras últimas e infranqueables de la realidad material
por parte de la ciencia, son las fronteras mismas del método científico. Veamos
por ejemplo, el quantum de acción o
constante de Planck, la cual establece la mínima cantidad existente en el
mundo material físico, así [3]
todo lo cual plantea la existencia de otras fronteras absolutas del universo
perceptible,[4] y que
vienen a manifestarse como fuente de enigma y asombro indiscutibles.
Se pondrá
igualmente de manifiesto el que acaso sería el verdadero error de Einstein,[5]
en tanto que creyó que la realidad sería siempre cognoscible, en franca
contradicción con las previsiones y consecuencias a las que llegan los físicos
actuales en virtud de las enigmáticas y raras fronteras que se establecen por
la teoría cuántica. La razón del enigma es, en muchos aspectos, una razón poética, en tanto que ha sido, es y
será la otredad de razón o intuición no sólo para entender, sino para ser con
el mundo. La poesía nos dice que la realidad no es posible en sí sino es a
través del tamiz subjetivo afectivo y de consciencia de quien la observa. La
poesía es la otra manera de poner orden el caos de las percepciones, y de
mostrarnos que las leyes de ese caos son reguladas por un orden implicado[6]
–poético- que hace inteligible el mundo no solo a la luz de la razón, también
de lo más íntimo de aquellas entidades con conciencia. La poesía es la luz que
nos permite indagar a un tiempo en la causa y el significado del mundo, no es
en vano que muchos filósofos hayan visto relaciones estrechas entre el impulso
creativo poético y el religioso[7].
Acaso es el momento
en el como nunca antes estamos en disposición de entender que ese pensamiento
metarrealista y metalógico acaso estuvo entre nosotros prácticamente desde la
aparición de las primeras muestras de entendimiento del ser humano. Han sido
muchas las ocasiones en las que, frente a un materialismo positivista y radical,
he interpelado a sus defensores sobre el hecho incuestionable de no saber
realmente qué es la materia o, lo que es,
según sus presupuestos, la realidad. Todo indica que, al menos, nos encontramos
ante una nueva concepción de la materia (que diríase ha perdido su tangibilidad,
su concreción, su solidez…. Y que los
elementos físicos antes incuestionables del
espacio y el tiempo, muy bien pueden ser ilusiones y que, una partícula, puede estar
en más de un sitio a la vez (principio de no localidad), la realidad, en fin,
plantea serias dudas sobre la causalidad y la localidad que la fundamentaban y
que, aquella realidad material tan evidente acaso no sea plenamente
cognoscible.
John Wheeler
hablaba de lo anterior a la materia y
su creación (antes del Big Bang), y decía que su procedencia era la de un océano infinito de energía que tiene
la apariencia de la nada, afirmación que necesariamente nos hace
plantearnos un concepto bien distinto de la naturaleza de la
realidad y de la
materia misma (y de la reformulación del vacío y de la idea misma de la nada, y
si esta es posible de manera absoluta), al menos en el mundo que conocemos, y
nos invita a imaginar cuando menos que la materia bien puede ser un reflejo de
la (una) (C)conciencia capaz de romper la simetría primigenia y llevar a
término la simetría fracturada que responde a la realidad de nuestro universo
actual. La idea de Dios está latente en todas estas aproximaciones
metarrealistas y metalógicas del mundo que acompañan a la nueva física y que
ponen en cuestión no solo el papel primordial de la conciencia, también el
sentido de la vida (azaroso, o, enigmáticamente necesario), pero que, en
cualquier caso, parece una propiedad emergente de la materia y que, diríase, no
obstante, devenir de lo inanimado, siguiendo unos patrones estructurales ofrecidos
de forma extrañamente inteligente para interrelacionarse –como salvaguardando un
curioso y raro sentido- y conseguir la vida en todo el dinamismo y complejidad
que conocemos y que, inevitablemente, nos trae de nuevo la cuestión tan debatida
de si la vida está sujeta al azar o la necesidad. En próxima entrada hablaremos
de la idea de Dios y sus vinculaciones entre la concepción de azar o necesidad del
mundo tal y como lo entendemos y percibimos.
Francisco Acuyo
[1]
Que enuncia que procesos físicos de partículas elementales se manifiestan como
fenómenos corpusculares y ondulatorios.
[2]
Que muestran que es imposible demostrar si una proposición es verdadera o
falsa.
[3]
Guitton, J, Bogdanov, G. y Bogdanov I.: Dios y la ciencia, hacia el
metarrealismo, debate, Madrid, 1991, ps.14-15.
[4]
Véase la longitud de Planck, como el
intervalo más pequeño entre dos objetos aparentemente separados, o el tiempo de Planck, que viene a señalar
la unidad más pequeña posible.
[5] Que no
sería la de su célebre constante
cosmológica, Lamda,(que está compuesta por la denominada energía oscura que contrarresta la
gravedad y hace que el universo se expanda) que el propio Einstein acabó
desestimando, mediante cuya ecuación de campo gravitatorio pretendía mostrar un
universo estático y que, a pesar de todo, sin ella hoy no se podría entender el
universo y que, a la sazón, con el descubrimiento de las ondas gravitacionales,
daría un nuevo aldabonazo a la veracidad de la teoría de la relatividad de
Einstein.
[6] Bohm,
K.: La totalidad y el orden implicado, Kairós, Barcelona, 1988.
[7] Santaya,
G.: Interpretaciones de poesía y religión, Cátedra, Madrid, 1993; Heidegger, M.: Arte y poesía, Fondo de Cultura
Económica, México, 2006.
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