DEL ALMA Y SU
NECESARIA ACTA DE DEFUNCIÓN,
Y LA IMPRESCINDIBLE
NEGACIÓN DEL LIBRE ALBEDRÍO
En verdad que no dejó de causar
asombro a quienes les comunican sus reflexiones mediante estos opúsculos
singulares, cuando al albur de las estructuras metodológicas inferidas en sus
estudios sobre la conciencia humana (y, dícese de su soporte fundamental
biológico, cual es el cerebro), las ¿sesudas? conclusiones con las que pretenden
clausurar cuestiones que llevan debatiéndose durante siglos, nos estamos
refiriendo a la cuestión –ya tan litigada y discutida en estas páginas
virtuales- de la conciencia y, ahora también con ella relacionada, la cuestión
no menos fascinante del libre albedrío, todas ellas reducidas y ¿explicadas?
por la celeste neurociencia, piedra
filosofal de las nuevas ciencias que amparan la explicación de la cognición
humana.
Al amparo
siempre (bien lo hemos señalado en otras múltiples ocasiones)[1]
de su constructo mecánico determinista, se finiquita cualquier discusión
reduciendo cualquier fenómeno de la mente (o de la conciencia) al hecho, decían,
incuestionable, de que aquellas - la mente y la conciencia- estarían siempre
comprendidas o referidas como epifenómeno del cerebro. Así también, por
ejemplo,
el asunto del libro albedrío se entiende como una mera ilusión y sin
visos de existencia objetiva, en tanto que, según su visión material
mecanicista, cualquier decisión tomada por el individuo a través de su
conciencia, en realidad ya ha sido tomada por el cerebro unos trescientos
milisegundos antes de que la persona tome conciencia de ella. Admirable
conclusión, incluso si tenemos al cerebro como el elemento capital de cualquier
cualidad mental o consciente, dado que todo el desarrollo psiquiátrico y
psicológico en torno a los procesos inconscientes en el ser humano, son un
nimio reducto de aquello que, en líneas generales atañe de la materia cerebral,
aunque esté demostrado que dichos proceso conscientes e inconscientes alteran y
modifican dicha materia neurológica (hablamos de la plasticidad del cerebro).
En fin, todos los procesos inconscientes del ser humano no son dignos sino de
ser reducidos a una descarga neuroquímica y eléctrica que pueden (o no) ser
remitidos a la consciencia.
En
fin, todo el psicoanálisis y su posterior desarrollo en muy diferentes ámbitos
de las ciencias cognitivas (y hasta los resultados de las mismas ciencias de la
conducta quedan explicados por aquella relación químico mecánico eléctrica,
obviando los factores que inciden de manera no menos indiscutibles en la mente,
en virtud de circunstancias ambientales, culturales…, las cuales no merecen
ninguna reflexión o consideración seria en la configuración mental del
individuo y, desde luego, en la misma estructura –plástica- del cerebro.
Cuando
el determinismo en física es una cuestión peliaguda (véase el caso de la teoría
cuántica) sobre la que hay que andar con mucho cuidado, en los dominios de la
biología es algo que no merece siquiera un grado de cierta moderación en sus
aseveraciones. Así las cosas, si la indeterminación en física era algo del todo
incuestionable, y a tenor de tal situación se comienza hablar de
probabilidades, y en virtud de estas, desde una óptica física no podía negarse
el libre albedrío, la neurociencia habla de la ilusión del mismo, todo esto y
en cualquier caso, habida cuenta de la inevitable heterogenia de
indeterminación y caos[2]
físicamente incuestionables que hacen impracticable un universo netamente determinista.
Así
las cosas, no estaría mal plantearnos si el órgano capital para el
entendimiento de la mente, de la conciencia y, supuestamente del alma, es decir
el cerebro, es en realidad determinista y predecible y, por tanto ajeno a la
realidad física del mundo. Si mediante ingeniería inversa alguna vez pudiésemos
hacer una réplica (con la creación de circuitos, transistores…) exacta de un
cerebro humano, como si de un ordenador se tratase, y teniendo en cuenta que
estos son siempre predecibles, ya que a cualquier pregunta que se le haga
obtendremos siempre la misma respuesta, acaso [3]
La incompletitud de la aritmética[4]
nos hace plantearnos también lo incompleto de la misma física. Y si un sistema cuántico
es impredecible, decíamos, que sabremos algo de él sólo de forma
probabilística, por lo que el cerebro,
si tuviese una naturaleza análoga, muy
bien puede ser también impredecible. A la luz de ese repaso urgente y veloz en
relación a la base material biológica de la mente (del alma), creemos que se
abren más dudas que respuestas por su inverosímil argumentación en relación al
rechazo y abandono de la idea del alma como vía de entendimiento de la mente y
de la conciencia.
En
próximas entradas indagaremos de forma más específica sobre algunos aspectos
que son de muy interesante consideración al respecto.
Francisco Acuyo
[1]
La muerte del alma ; El fin del alma: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2016/07/la-muerte-del-alma-una-humanidad-sin.html
; http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2016/07/proseguimos-con-cuestiones-relativas-la.html
; Conciencia e inteligencia; http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2016/07/conciencia-e-inteligencia-emociones-y.html
; La naturaleza de la realidad y la consciencia: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2016/07/la-naturaleza-de-la-realidad-y-la.html
; entre otros publicados en el Ancile: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/
.
[2] Teoría
del caos como rama de las matemáticas y la física (extensible, no debe
olvidársenos a otras ciencias, como la biología), que explora los sistemas
dinámicos y complejos muy sensibles a las condiciones iniciales.
[3] Penrose,
R.: La nueva mente del emperador,
Mondadori, Madrid, 1991.
[4] Gödel,
K.: Sobre proposiciones formalmente indecibles de los Principia Mathematica y sistemas afines, KRK ediciones, Oviedo,
2006.
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