Para la sección, Poesía y matemática, del blog Ancile, traemos la entrada que lleva por título, De las formas y objetos -matemáticos- a las signos y símbolos -poéticos-, abundando en la misma temática del post anterior de esta sección.
DE LAS FORMAS Y
OBJETOS –MATEMÁTICOS-
A LOS SIGNOS Y
SÍMBOLOS –POÉTICOS-
AQUELLOS objetos eternos (1, 2,
3…) como Formas aritméticas para Platón,
junto a aquellas otras (Formas)
geométricas (punto, línea, círculo…), establecieron (al margen de las
discusiones interpretativas de aristotélicos y platónicos al respecto) un debate
en verdad nada baladí para las matemáticas, ya que sobre las relaciones entre
unas y otras Formas se acabaría
derivando la distinción capital entre la matemática pura y la aplicada, es
decir, entre aquellas proposiciones ciertas de la aritmética y de la geometría
como necesariamente ciertas, y que describen relaciones invariables que no
pueden ser captadas por los sentidos, sino por la razón[1]
y las de la matemática aplicada, en tanto que esta está contenida en objetos
sujetos a la experiencia sensible y a sus derivadas relaciones. Sin entrar en
las diferencias expresadas por Aristóteles al respecto de aquellas Formas (para el discípulo de Platón, la Forma no era distinguible de la materia
empírica a la que se aplicaba), no deja de resultar muy interesante la analogía
con el mundo del lenguaje y, sobre todo, con el relativo al que se circunscribe
el ámbito del lenguaje poético (y su descripción simbólico semiótica).
El
viejo problema tan debatido sobre cuándo y cómo interviene –la conciencia- en
un proceso de reconocimiento (semiótico) frente a un fenómeno nunca antes
(sensiblemente) reconocido, la doctrina de Peirce establece, casi como dogma,
que el reconocimiento del signo deriva de un proceso perceptivo (en contra de
cualquier intuicionismo matemático cartesiano), por lo que el signo poético u
ordinario deriva siempre (hipotéticamente) de la experiencia o de conocimientos
previos aportados por el elemento empírico. ¿Significa esto que debemos
rechazar cualquier esquema, por frágil que fuese, anterior a la experiencia y
propio de la Forma o la Idea proveniente de, digamos, un mundo
de lo no perceptivo que es ampliamente aceptado en matemáticas?
El
elemento lógico en matemáticas, aun siendo controvertido en muchos aspectos que
no detallaremos ahora, es un factor esencial para la deducción de las formas
puras (aritméticas y geométricas) así como en su aplicación perceptiva, pero, ¿es
posible encontrar un elemento análogo
en el constructo lingüístico literario y
sobre todo en el poético? ¿Puede inferirse una lógica poética (que vaya más
allá de la que se infiere de las normas gramaticales, métricas, retóricas…)
análoga a la que se implica en la ciencia matemática? Los axiomas, postulados,
definiciones, teoremas se dice (Leibniz) que son verdades de razón, cuyas
proposiciones idénticas implican que sus opuestos sean expresamente
contradictorios; ¿es posible una razón –poética- (además de la reconocida en
sus interacciones y reglas lingüísticas) que nos sirva de consideración expresa
para dilucidar una similitud con la matemática?
Parece
inevitable que al tratar cuestiones de esta índole despunte en el horizonte
filosófico la figura gigantesca de Kant y su Idealismo Trascendental, expreso en sus juicios o proposiciones
(analítica-o-s[2] y
sintética-o-s –a posteriori, o, a priori-), siendo estos últimos, los
apriorísticos[3], los que
encierran una peculiar singularidad, en tanto que no necesitan la experiencia para
confirmar su existencia informativa y universal (como así sucede en las
matemáticas puras y la física teórica). Discusión que no ha pasado
desapercibida en el ámbito mismo de uno de los aspectos más profundos del lenguaje,
cual es la misma semiótica, así se reconoce una semiosis implícita a la hora de
distinguir entre juicios analíticos y sintéticos[4]
(también en Antropología), y que llega a la conclusión, incluso, que se puede
leer la misma Lógica desde esta óptica semiótica. Pero, ¿en qué media afecta a
la poesía como fenómeno creativo expresivo literario y lingüístico? Está claro
que en la misma que afecta a cualquier tipo de lenguaje y que viene a radicar
(al margen de las peculiaridades que le son comunes a la poesía, de las que
hablaremos más tarde) en la interrogante ¿cómo asignamos los nombres a las
cosas?[5]
Veremos
en próxima entrada cómo las (dos) proposiciones a priori kantianas (intuitivas y discursivas)[6]
inciden en el lenguaje en general y en el poético en particular, y de su estrecho
vínculo con el mecanismo y dinámica de la matemática (pura).
Francisco Acuyo
[1] Körner,
S. : Introducción a la filosofía
matemática, Siglo XXI edt. México, 1967, p. 13.
[2] Las
proposiciones analíticas, recordemos, exigen que su negación sea
contradictoria, o lo que es lo mismo, el significado del concepto predicado
está incluido en el sujeto y no añaden nada nuevo –no son extensivos- sobre el
conocimiento que teníamos del sujeto (ejemplo: los triángulos tienen tres
lados); las sintéticas, el concepto del predicado no está incluido en el del
sujeto y añaden información, por lo que se dice que son extensivos, a posteriori,
son las que son empíricas o necesitan de una confirmación perceptual, mientras
que las a priori son independientes de la experiencia (matemáticas puras y la
Física Teórica)
[3] Kant,
E.: Crítica de la Razón Pura, Losada, Buenos Aires, 1973.
[4] Eco, U.:
Kant y el ornitorrinco, De bolsillo,
Barcelona, 2013, p. 93
[5] Ibidem,
p.94.
[6] Las
intuitivas se relacionan con la estructura de la percepción y del juicio
perceptivo, y las discursivas con la función ordenadora de las nociones
generales.
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