LA ENTREVISTA
En
mis primeros tiempos, cuando era artista de reparto del teatro lírico de
Guanacabuya, me despertaba soñando alguna entrevista, aunque fuera una pregunta
brevísima que me hilvanara con los grandes.
Ahora
huyo de los entrevistadores como de los resfriados, porque además de ser
ladrones de tiempo y críticos sin noción de consecuencias, se dedican más al
chisme de camerinos que al arte en sí.
Pero
esta vez no pude evitarla, a la rotunda Bonifacia Trimigesta, pues estuvo de
incógnita toda la tarde hasta que se me sentó enfrente, cuando me disponía a
beber mi café con chocolate.
La
mayoría de las mesas estaban desocupadas, por lo que sospeché la encerrona al
instante.
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Señor Eleotoro, por favor, unos minutos. Usted siga con su café…no gracias,
estoy a dieta. Como le decía, un par de preguntas para la Universal de la
Ópera, irá como primer artículo.
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Mire, señorita, no tengo deseos de salir corriendo; ya el café está pagado y
huele muy bien. Haré una excepción; no crea que es su hermosura la que me
conquista. Soy célibe en sol mayor.
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No me haga reír; bueno, empecemos por el centro: ¿Qué pieza, o qué ópera es la
que prefiere cantar?
No
negaré mi gusto por tal pregunta, pues mi convicción al respecto era
definitiva.
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Para mí no hay dudas, fue Amor a primera oída: Tristán e Isolda; no importa si
Wagner enamorado gracias al exilio, si el filósofo Schopenhauer o si la tabla
redonda, émulo de Lancelot cayendo en desgracia por un elixir innecesario,
porque Isolda no necesitaba la asistencia de tales enjundias.
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Así que Tristán e Isolda; yo había pensado en Aida, algo italiano como es
costumbre.
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Me cago en la costumbre, con perdón de su fineza. Wagner es un reto no sólo
para la orquesta que está obligada a romper con el acorde de Tristán para no
caer en desgracia eterna. Yo gozo a mares cuando me voy envalentonando en esos
himalayas, en ese caer de pronto entre las piedras fugitivas de los pizzicatos
que sueño. Y es que imagino sonoridades extras que me catapultan al éxtasis.
Gracias a Dios ningún registro me es ajeno. Hace mucho que domé los potros
cerreros con que mi abuela solía desvelarme aquellas noches de fantasmas
cayéndome desde el techo.
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Pero mire que Wagner tiene un público muy selecto, casi nunca ha llenado salas.
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Ja, eso me importa tres pitos, señorita Galatea…
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Bonifacia.
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Perdón. ¿Por qué Galatea? Como le iba a decir, tal parece que el intérprete
tiene mucho que ver. Yo no necesito edulcorar el repertorio con el Ave María,
con Mio Bambino Caro, o la Donna é Mobile, para que haya bronca en la taquilla.
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Me consta, señor Eleotoro, me consta, que a duras penas he alcanzado una butaca
de San Juan a corpus. Y mire que detesto a Wagner por sus mañas de boxeador.
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Buena metáfora, chiquilla; digo, Bonifacia. Yo hago mía cada nota, reinvento la
historia como si fuera la primera vez que se canta; por algo dicen algunos que
siempre estreno. Anoche fue abuela y esta añoranza por sus pelotas de gofio con
miel de abejas, las guayabas lanzando aletazos de entrepiernas de vírgenes,
todo el tiempo irrecuperable de mi niñez en la finca, y un deseo de llorar
ablandando los puñetazos de los cueros, las amenazas de ciclón de las
trompetas…
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Entiendo; pero déjeme preguntarle otra cosa… ¿sólo Wagner?
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Claro que no. Un rato después de Wagner suelo jugar con A te o Cara, riéndome
del fiato, sea re, o fa, o lo que se me ocurra, usted debe saber… Ahh, Ecco
Ridente in Cielo, sin perderle un detalle, pero sin dejar el plato fuerte; ¿qué
le parece la despedida de Tristán?
Me
quedé pensando en Cielo e Mare, degustar el agudo final de Aida; pero abuela me
tenía triste hasta amargarme el café. Para colmo, en un lugar de mis pesadillas
eran muchos los salarios por cobrar, un Roger que se me aparecía de capataz en
casi todos los sueños, ya fuera entre los surcos de yuca, o a cargo de recursos
humanos allá donde los países. Ya mi padre había sido asesinado por el trueno,
los comunistas intervenido la finca, no más guayabas, ni aquellos mangos
criollos que ametrallaban el suelo con cada racha de viento.
Ahora
Bonifacia, ahora la tarde con su dedo apuntándome a la frente y aquel gusto a
Wagner masturbándome las cuerdas vocales, algo, quizás, de Godofredo de
Estraburgo.
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Westwarts
schweift
der blick;
ostwarts
streicht
das schiff.
Carajo
que se me va solita.
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Ya veo, hasta el mesero aplaude.
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No puedo evitarlo, si no, abuela otra vez en cualquier aeroplano aterrizando en
Miami, para morirse doble, ahora del susto. ¿No le parece suficiente lo que le
he contado?
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Creo que sí, señor Eleotoro, ha sido un verdadero placer.
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Puedo verla alguna vez, que no sea de periodista, para enseñarle la arboleda
que he ido levantando entre el pedrerío del patio.
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Esta misma noche estaré en primera fila, si me regala una de esas invitaciones
a su nombre. Esa es mi condición.
Pastor
Aguiar
Junio
27-12
Gracias dobles, mi amigo, y disculpa que a veces se me van palabrotas, no a mí, sino a los personajes. Imagina, mis abuelos eran canarios. Disfruté escribiendo esta historia, pues amo la música, muchas áreas de óperas, y me he soñadomuchas veces como superando a Plácido Domingo. Me frustra no poder entonar un canto como es debido, y nunca me curaré de ello. Gracias de nuevo y abrazos.
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