Para la sección de Ciencia, y continuando con la genealogía más oscura de la ciencia, traemos un nuevo post que lleva por título: Cuando el arte es ciencia en el hermetismo.
CUANDO EL ARTE ES
CIENCIA EN EL
HERMETISMO
La literalidad es probablemente
uno de los mayores enemigos no solo de las artes, también de la ciencia. El Ars
Regia de los alquimistas era referida no solo a una ciencia física, pues,
debe entenderse también como una sabiduría metafísica. Acaso el símbolo del
árbol sea el que mejor expresa esta enigmática dualidad, si es que el árbol
significa fuerza universal que se despliega desde las raíces invisibles al
tronco, a las ramas, a las hojas y al fruto.[1]
El Árbol de la vida y de la ciencia emparentan
con el Ars Regia para mostrar la solución de continuidad que habría de
dar lugar a las ciencias y las artes de la modernidad, seguramente hoy todavía
no bien entendidas.
Desde
la visión de un mundo hostil de Monod, la naturaleza se convierte en enemigo de
la conciencia (humana o no) que aspira a mejorar su condición, olvidando,
contradictoriamente que el cosmos no puede ser hostil porque supone la propia
ciencia que este es solo materia inerte. Pero la realidad que manifiesta el
alquimista es bien distinta, al corroborar a través de sus disciplinas
herméticas que estamos en un universo dinámico y bien vivo, olvidando que esa
visión mecánica, inerte u hostil se alimenta de su propio mito, el mito de la
heroicidad del científico como representación del ego heroico moderno.[2]
No
es exagerado afirmar que la ciencia surge en virtud del mundo de lo hermético y
oculto, y sin Hermes Trimegisto no hubiéramos alcanzado la era científica.[3]
Nos parece que es hora de que valoremos hasta qué punto ha sido positivo
separar su valor esotérico espiritual, metafórico y alejarlo de sus principios
para vivir en esta literalidad actual que pervierte sus fundamentos.
Con
la expulsión de la conciencia, del alma, del espíritu, solo las artes
prevalecen en esa necesidad de indagación de lo profundo, y estamos viendo que
se trata también de erradicar en ellas esos principios.[4]
La matemática, como fundamento de la ciencia, también adquiere un valor
netamente aplicado y mecánico, olvidándose de su propios orígenes iniciáticos
que inspiraban una naturaleza dinámica y viva, donde la imaginación podría ser,
como así lo han demostrado matemáticos como Cantor en la infinitud que contiene
otros infinitos, o en el caso de Gödel, que hizo tambalear los fundamentos de
la misma aritmética y sus principios lógicos. Cuántos nuevos matemáticos se
entregan a la indagación de estas sendas abiertas por el genio de sus creadores
(o descubridores), y dedican su tiempo a la creación de algoritmos para la
realización de una inteligencia artificial, que para colmo de males obtiene sus
fundamentos de lo más básico y rudimentario de la misma matemática.
En
próxima entrega de este blog Ancile indagaremos sobre este asunto relevante, al
menos a nuestro juicio.
Francisco Acuyo
[2] Harpur, P.: ob. cit. pág. 259.
[3] Picnett L. y Prince C.: ob. cit. pág. 191.
[4] Véase como en determinadas corrientes literarias de la modernidad se trata de desterrar lo más íntimo y fundamental de estos principios, rechazando palabras como espíritu, alma, Dios y no tardarán en censurar a la misma conciencia, acaso para que la ocupe la palabra inteligencia, tan peligrosa porque puede reducirse a un producto artificial.
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