Concluimos el trabajo, De la soledad y su hallazgo, con la tercera y definitiva entrega para que lo sometan a su benevolente consideración, en los contenidos del blog Ancile.
VI
NO NOS DEJA DE CAUSAR ASOMBRO QUE LOS
textos, cuando fueron casualmente encontrados, nos llevaron casi de inmediato a
pensar como un mensaje puede persistir en medio de la nada, si esta se entiende
como aquel desorden totalmente azaroso. Nos conforta grandemente comprobar
todavía el vínculo, tantas veces inusitado, que puede sopesarse entre el vigor
que tuvo que ser preciso para generar un escrito como el de nuestro hallazgo, y
el conocimiento entendido como una forma peculiar de información que, unidos ambos
por el azar, habrían de conformar a la postrer un fenómeno de veras digno de
atención y estudio. No menos fascinante resulta tener en cuenta que el
conocimiento de estos seres humanos irían a configurarse como el descodificador
ideal de aquella información implícita en sus textos.(35)
Pudimos
deslizar y atender, por mera deducción, al conocimiento de nuestro desconocido
autor de una disciplina (por nosotros conocida como la primitiva cibernética)(36)
capaz de mantener el orden en un sistema, ya natural, ya artificial, y que
tenía la finalidad de crear principios de control universales, aplicables, en
general, a cualquier organización compleja y en particular a la temática
especial que afecta e interesa a nuestros tratados, y cuyo carácter particular
pretendía garantizar la estabilidad y el funcionamiento constante y correcto de
su organización específica.
Una
de las insistentes concepciones de los escritos manifiesta una curiosa
desconfianza hacia cualquier tipo de determinismo. Pone en duda la capacidad
absoluta de crear lo nuevo a partir de lo viejo. Las afirmaciones categóricas
son rechazables estimando que, en muchos puntos de su ciencia, quizá sólo
pudiese caber una conjetura informada. De este modo el grado de predicción no
podría considerarse en virtud de un solo futuro, sino de muchas y múltiples
posibilidades. Sería, pues,
necesario considerar las diferentes contingencias
y asignar la probabilidad apropiada a cada una.
Por
fin empezaban a tratarse los mensajes «no ya como hechos aislados, pues la información
que transmite quien escribe dirá algo que cambiará el conocimiento de quien se
acerque a su escritura, encontrándose desde luego -declara- no ya en una situación de
ignorancia, aunque sí de incertidumbre».
Del
espacio de encuentro que supone esta disciplina, caben deducirse en muchos
momentos como una encrucijada de múltiples disciplinas y actividades varias
cognoscitivas,(37) cuya línea común radica en la heterogeneidad de
sus paradigmas. Criterios que distinguirán una proto y prehistoria de una
potencial ciencia de la literatura.
Cabe
plantearse que la percepción en literatura será un proceso constructivo, pero
amparado en la representación de la realidad. No nos parecería de recibo
estimar, después de una detenida observación de los fragmentos, el sustrato
material que compone el estudio de dicha disciplina y que se sustente, insisto
en este punto, en procesos reales que propenden hacia una forma de conocimiento
intersubjetivo. Además, su carácter factual pretende, finalmente, su aplicabilidad
con una conciencia, así mismo, clara de su interdisciplinariedad, la cual aboga
así mismo por mantener una sustentación gnoseológica.
En
este estadio de nuestras aportaciones al descubrimiento de los textos, aparece
otro elemento importante, en forma de propósito de comunicación de mensajes que
no sean del todo previsibles.
Intentamos
no dejarnos llevar por los silencios que suponen los fragmentos perdidos, no
obstante, debemos reconocer que su ausencia hace aun más impredecibles y
aventuradas las conjeturas que sobre lo ya apuntado pueden hacerse, y somos por
eso conscientes que tanto nuestros comentarios, como los ya existentes en forma
de guías explicativas son una forma de redundancia, evidenciando que buena
parte de lo ya redactado estaría dictado por la propia estructura del lenguaje
en el cual están escritos.
Debe
entenderse esta redundancia en el sentido que hace posible la complejidad. Las
reglas gramaticales, como forma de redundancia, por ejemplo, son buenas
responsables de la riqueza de expresión con las que alcanzar cotas artístico
literarias elevadas.
Si
las palabras en los textos encontrados se manejan figurativas, juguetonas en
muchos casos, diríase que con un notable grado de ironía, lo que en verdad
hacen es manifestar su alto nivel de manipulación, aunque se diferencian
lógicamente de los hechos por así llamarlos «reales», pues, además, se saben
perfectamente distintas de estos y, sin embargo, pueden ser manejadas mucho más
libremente que la propia sustancia real que representan.
¿Cómo
de forma subrepticia, marchan principios abstractos (¿universales?), así como
las leyes de la gramática que también hacen acto de presencia en el lenguaje literario, y en cuyo carácter
intrínseco definen lo que el autor sabe de su propio lenguaje, en lugar de lo
que efectiva e
inconscientemente hace con él,(38) y que nos acerca
además a la pregunta de por qué el lenguaje es creador y su complejidad
autorreguladora? Intuía el autor lo que para nosotros es ya una vieja historia:
a saber, que el lenguaje en general, y el literario en particular, siguen el
principio que le empuja a estados de mayor complejidad,(39) y el
cual garantiza que la expresión lingüística se encuentre entre las estructuras
más complicadas del universo.
Es
así como nuestro desconocido autor significa y dignifica la importancia
literaria, en cuanto que aquello que original y nuevo desafiará las leyes
causales, «aun cuando se conozca toda la información acerca de sus causas».(40)
«Si
la complejidad se muestra como una propiedad decisiva del discurso literario
-añadía nuestro autor en otro fragmento- habría que atender a la posibilidad de
principios totalmente nuevos en su funcionamiento y consideración. Dichas
reglas -reflexiona- quizá no sean sino los vehículos que integran al autor (y
al lector, posteriormente) con la estructura misma de la materia y de la vida»(41).
Estamos en disposición de afirmar que esta civilización barruntaba ya (si bien
balbucientemente) la inconclusión (42) axiomática del lenguaje y de
la propia literatura, pues la obra literaria será siempre más compleja de lo
que en cualquier momento se pretende exhaustivamente describir.
Nos
pareció que parafraseaba nuestro autor en cierto párrafo a otro autor, también
desconocido, cuando decía: «una vez hecha la obra de arte, ha ocurrido algo
nuevo, algo que no es posible explicar completamente por nada de lo que
ocurriera antes».(43)
Se
estructura pues, de forma balbuciente pero real la literatura (si hija del
lenguaje) como una disciplina cuya dinámica de funcionamiento no se somete a
los estrictos mecanismos de causa y efecto, sino como un sistema abierto,
siempre capaz de novedad.
VII
NOS
PARECE DEL TODO NECESARIO RESALTAR QUE, de los textos analizados, cabe
deducirse el conocimiento por el cual se establece como totalmente superada la
noción del lenguaje común como estado fuente, estableciéndose parámetros que
garanticen una dimensión de «gramática transformacional» capaz de generar
ingentes posibilidades de expresión gramatical. (44)
Conocimiento que nos hace pensar en la
consciencia y reflexión de este y otros autores en el hecho de cómo inunda el
mundo su material lingüístico; estableciendo el lenguaje como un algoritmo
capaz de manipular los símbolos que lo constituyen y de las reglas de transformación
que lo instruyen.
Parecen
dar fe de una técnica de madurez lentificada (que denominan neotenia)
trasladada al lenguaje, la cual parece acompañar a la formación de los centros
nerviosos de la especie humana durante su crecimiento. De aquí podemos deducir el espacio
considerable entre la percepción y la acción, espacio donde habría de definirse
la capacidad de abstracción y los frutos de una mente contemplativa.
Queremos
advertir que no nos cegamos con la interpretación no ya de lo que dicen dichos escritos,
sino de lo que pudieran decir y significar estos fragmentos y los otros no
encontrados; pero no podemos dejar de asombrarnos, superada cualquier visión
estructuralista, ante los planteamientos donde exponen la posibilidad de
expresar nuevas ideas y pensamientos superando la visión de la sintaxis como
una única estructura; cada frase contenida en estos textos porta más
información de la que en un principio cabría imaginarse, imponiendo las reglas
de su gramática como el principal recurso contra lo puramente aleatorio,
estableciendo un código sistemático aplicado a la fuente del mensaje.
Es
en este punto donde el conocimiento literario
instrumentaliza el lenguaje,es donde podemos verlo emparentado con el
mismo conocimiento matemático, pues en virtud de que no puede explicarse del
todo por la intervención de la experiencia, ofrece un entendimiento
«apriorístico»,(45) aportado por la mente del que piensa y
manifiesta su pensamiento por el lenguaje, conllevando su ejercicio un cierto
carácter universal y necesario.
Parece
así, colegirse de estos escritos, la voluntad del autor de ofrecer unos
constructos mentales capaces de ser no ya contrastados con la realidad del
mundo, sino de verterse con el vigor
suficiente para generar hechos físicos
acerca del mundo, incluso de aquellos que en principio no pueden observarse,
manifestando un estado de sufrimiento entre la «Realidad de la Experiencia»
y la «Realidad del Ser».(46)
Que
el lenguaje es un espejo de la mente(47) parece también una
deducción lógica del estudio de los fragmentos, de donde también caben
inferirse unos «universales» necesarios (¿acaso programados en la mente por la
información genética?); de cualquier modo parece claro que debiera tenerse muy
presente a la hora de intentar comprender los textos, la existencia de unas
leyes gramaticales, acaso no conscientes, cuyo soporte no es estrictamente
lógico, sino psicológico.
Establecer
una «teoría de la literatura» en este punto, y a partir de los textos
referenciados, implica, en las condiciones que nos encontramos, que muy bien
puede ser «la teoría la que decide lo que podemos observar»,(48)
pues no podemos describir experimentalmente los principios profundos y
abstractos que son privativos de los seres humanos.
En
definitiva, consideramos la necesidad de no subestimar la complejidad que es
propia del lenguaje, y su manifestación más singular, por intelectual y
expresiva, cual es la literaria. Finalmente, debemos advertir, en virtud o
desdoro de nuestras apresuradas noticias: que mantengan un concepto tan digno
como conviene a este producto de nuestra investigación, aneja a una actitud
cuyas atribuciones y limitadas aportaciones han sido contrastadas con tanto
decoro en tantas ocasiones como ojalá puedan constatar nuestros insignes
destinatarios.
EPÍLOGO
Preocupa en este caso a la memoria imprimir
estos pocos y sutilísimos preceptos, si en la soledad de mi oficio: ¿Enigmático
arqueólogo, inusitado pensador? ¿Curioso nihilista, ocasional impertinente? no
me debiera a las que considero con fastidio tan rancias como vanas y premiosas
labores de registro.
No
deja de mostrase ante mis ojos la estragada visión de esta y aquellas ruinas,
cual testimonio prodigioso donde acaso se inscribe avaro el sórdido estigma de
la soledad. Mas lo que dentro de mí siento, sobrepuja todas las exterioridades
que no vienen a ser sino atavíos y galas del dolor.
En
cuanto a los fragmentos encontrados y sus frívolos obsequios, y si alguna
entidad inteligente dió cuenta de ellos, tómelos como una figuración, un
capricho ilusorio, una violeta de la florida juventud, precoz, pero no
permanente; suave, mas no duradera, aroma y complacencia de un instante pródigo
y efímero.
Es
necesario proceder a toda prisa. El entendimiento no precisa excusas. En la
soledad que muestro está mi hallazgo; así pues, dejaremos este relato a la
segura y útil discrección de lector y, sigamos la incesante luz: queden
purgadas y extinguidas las estériles cábalas de la criatura que en su instante
último las consigna con palabras, siendo en realidad la señal de lo que fue el
mundo.
Ahora que
se extingue por mis manos la progenie consciente de sus actos, hijo, al fin, de
un linaje filantrópico que quiso conocer la estela del cometa que nutrió
palpitante de vida nuestro mundo.
APUNTES FINALES A LOS
TEXTOS Y AL EPÍLOGO
Rezaba,
verbi gracia, el manuscrito con admirable vehemencia, pues, vertido como
descarrío de la libertad, diríase que daba crédito de un espíritu vital, fogoso
y relampagueante que su arrebato, de sangre agreste, indómito y veraz, impregnaría
buena parte parte de los textos hallados.
No
daremos noticia (pues no nos encontrarnos en disposición de hacerlo:presumimos
que probablemente son apócrifos) de los referentes que aluden a la memoria
literaria de nuestro autor, tan sólo haremos alusión al hallazgo, tal y como lo
encontramos, sin añadir ni quitar una sola coma.
Sin
permutar el orden de los documentos, ni repudiando los últimos de ellos, de los
cuales elucidamos tratan, como decíamos, de comentarios de otros comentarios,
probablemente de textos cuya naturaleza nos parece a todas luces fantástica.
Muchas de las gratas ilustraciones textuales, verdaderamente herméticas, acaso
reunidas en singular conciliábulo de doctores y discípulos, muestran un «modus
operandi» no exento en sus juicios de un
cierto solipsismo tan acendrado en su discurso, como no menos impertinente en
sus presupuestos.
Como
si temiera que la luminosidad del día alumbrase algún oprobio y, así, voluntariamente, diríanse que se
destierran de la luz este y otros autores, condenándose a vivir entre sus
textos en
consorcio con las sombras enigmáticas de una noche que, alguna vez,
deja traslucir la luz en el rutilar de sus estrellas.
Con
estilo desceñido, a veces con doliente expresión en su semblante comunicativo, se
ofrece alguno de sus comentarios; en fin, diríase que es tan propio del
espíritu de nuestro autor excederse en sus juicios, como común atenerse a los
dictámenes de su ciencia. Tal parece la naturaleza de los fragmentos que
comenta que son origen de la rara transformación operada ante nuestros ojos de
estos y otros textos que acaso duermen pero vigilan con sigilo extremo.
Como
definitiva providencia, y recogiendo el fruto de mis limitadas pesquisaciones,
pongo en evidencia el soberbio carácter de este arte literario que, con
admirable fábrica, se presenta en aquellos fragmentos como en rico y raro
promontorio: muestra la perspectiva de una (nueva) ciencia reputada en sus
juicios, pues ofrece en su austero arbitraje un halagüeño porvenir; así nos
parece de sazonado y en buen extremo su discurso, pues muestra enjundia aun en
los parciales o fragmentados elementos que, nos consta, lo componen: «porque
ellos son el compedio e ilusoria crónica de estos y otros tiempos no tan
desconocidos como quisiéramos»,
Francisco
Acuyo
(36) Norbert Wiener: «Cybernetics, or Control
and Communication in the Animal and the Machine»
Cambridge. 1948.
(37) Antonio Chicharro (y
otros): «Manual de Teoría de la Literatura» Algaida. Sevilla 1996.
(38)
Noam Chomsky. Syntactic Structures. La Haya, Mouton and Co 1957. Aspects of the
Theory of Syntax. Cambridge.
Mass. Mit Press. 1965.
(39) Ilya Prigogine: «Scientists See in the
Fatal law o physics» New York Times. 1979.
(40) Thomas Stearns Eliot: «The Frontiers of
Criticism». Minneapolis, University of Minnesota Press. 1956.
(41) Francisco
Acuyo: Ver nota 15 y 22.
(42) Kurt Gödel: «Ensayos Inéditos» Mondadori.
Barcelona 1994.
(43) Thomas Stearns Eliot:
«Función de la poesía y función de la crítica». Tusquets 1999.
(44) Noam Comsky: Ver nota 38.
(45)Enmanuel Kant: «Crítica de la razón pura». Austral. Espasa Calpe. Madrid 1961.
Prolegomena to Any Future
Metaphysics. Bobbs-Merrill. Nueva York 1950.
(44) Albert Einstein:
«Thematic Origins of Scientific Thought» Gerald Holton. Harvard University
Press. 1973.
(45) Noam Chomsky:
«Essays on Form and Interpretation». 1977.
(46) Werner Heisenberg:
«Phycis and Beyond. Harper and Row. Nueva York. 1971.
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