La poesía, como ejemplo proverbial de arte temporal (recuerden a Leissing) ofrece motivo de un discurso acaso interminable sobre la naturaleza del fenómeno poético y de la propia concepción del tiempo. Nueva entrada para la sección de Pensamiento del blog Ancile para todos los interesados en tan fascinantes temática, extraído del conjunto inédito titulado El tiempo poético.
EL SUEÑO DEL TIEMPO O EL TIEMPO POÉTICO
DESDE el momento mismo que barajamos la
posibilidad de que sucesos no causales sean no ya posibles, sino
incluso reales, cabe pensar que el tiempo poético quizá subvierta en una suerte
parecida al «seguro azar» que no clarifica en muchos casos el acaecer (y
acontecer) de sucesos en el devenir del poema, pues no sigue unas leyes de
causa efecto ordinariamente temporales, digo del presente que atrás observa el
pasado y hacia adelante el futuro. El lance de dados mallermiano no solo no
abolirá el azar, sino hará que cobre una dimensión nueva la aleatoriedad de
cada tirada posible, pudiendo parecernos en su resultado poco o nada azarosa.
En poesía, el tiempo tiene una concepción
singularísima: hace expedito el paso hacia una inteligibilidad distinta,
instintiva, que nos conecta, nos vincula o nos integra a través del poema a una
realidad fuera de tiempo, a un mundo anterior, si no desconocido, sí al menos
enigmáticamente no previsto.
Navegamos unas veces en poesía por un
tiempo causal, que se rige por la irreversible flecha del tiempo propia de los
seres vivos que perciben; otras por una marea inexplicable donde no se concibe
el antes ni el después, incluso el
presente es como un eco inaprensible: sólo percibimos una dinámica extraña, y
el tiempo es una extensión del movimiento celeste» que diría
Philos de Judaens.
¿Participa la poesía, en virtud de un
grado inquietante de extraña percepción, de la capacidad de revelar, a través
de imágenes intuitivas, un conocimiento apriori. Parece que la locura, la
posesión platónica del poeta infiere en la estructura y concepción temporal de
forma expresa; la affectio poética incide en esta
potencia de
revelación. Acaso a través de la poesía el hombre alcanza una forma de
expresión donde la naturaleza se vierte plenamente, en un instante único donde
la conciencia y la realidad externa se presentan unívocamente.
Bajo el influjo del pensamiento de
Leibniz, cabe pensar que la poesía no se vierte como cognición
(conocimiento puramente conceptual), sino como conocimiento perceptivo en
cuanto que se compone de imágenes dispuestas como simulacros sin tema:
ofrécese la poesía como un todo, una urdimbre estrechamente entretejida a la
conciencia y al mundo.
La poesía muestra su peculiar naturaleza
deducida de su singular fenómeno expresivo y que, en no pocas ocasiones, mantiene
indistintos el objeto del sujeto; el observador de lo observado, in-vocando una
suerte de visión ontológica que avoca a la unidad del ser expresada en un
lenguaje con carácter esencialmente acausal.
la poesía, como acto
creativo, participa de un movimiento eterno que no tiene antecendente, así su
inefabilidad proviene en muchos casos de que la causa originaria de la cual
participa no es siquiera imaginable conceptualmente. Exige la poesía de una
atención que necesita de la misma gracia espontánea del acto creativo que nos
despierta y libera del tiempo; es la voz que nos reconcilia con la naturaleza
ajena a la ilusión de un transcurso temporal, y que vive en un movimiento
que, aunque se mueve, siempre está quieto; que no es permanente, pero que
tampoco deja de serlo.
En
poesía el tiempo es inherente de forma esencial a la vivencia humana; el
tiempo, como engendro de la conciencia, no puede medirse, y el yo que lo
escenifica queda como una vaga aprehensión de la realidad. El instante poético
es un momento donde nada nace y nada muere, donde no hay nada en que buscar
principio ni esperar fin; instante sin límites que se desliza en un lapsus
eterno.
SI
CON
PARMÉNIDES EL TIEMPO comienza a adquirir ese sentido problemático que lo va a
caracterizar como materia de discusión filosófica, es con la poesía que se
infiere la necesidad de una discusión cuya perspectiva requiere de una luz
diferente; luz vivificante y totalizadora donde el conflicto entre libertad e
inteligibilidad humanas encuentran conciliación. Si en la lógica filosófica el
tiempo se opone a la eternidad e inmutabilidad del ser, es con la poesía que
adquiere el carácter de imágen inmóvil de la eternidad.
Acaso
sucede la ilusión del movimiento con clara conciencia de su devenir
estroboscópico, pues las fuentes que estimulan la percepción de su cinética
están quietas por ser eternas, y el manantial prístino de donde beben, deviene
a través de los siglos hasta ahora como fuente primera que ilusoriamente nos
transita.
El tiempo en poesía quizá contenga algo
del carácter agustiniano de extensión del alma, y sucede que,
inevitablemente, obtendremos una concepción diferencial de lo que entendemos
habitualmente como realidad temporal, y la visión conceptual cotidiana de dicha
realidad no acaba de complementarse con la realidad del tiempo poético.
El «tiempo poético no es lineal»,
fluyendo obvia e indefinidamente fuera de cualquier suceso; el tiempo poético
está implicado y sucede como acaecer, donde la percepción y la
naturaleza del tiempo dejan de ser independientes para ser holísticamente
entendidas, orgánicamente aprenhendidas y, en definitiva, implícitas en el
cosmos mismo que sucede y acaece.
Tiempo
y poesía se cierran sobre sí mismos. La condición límite de la poesía es que no
tenga límites. En poesía -en su acaecer- lo que no es posible tendrá opción de
suceder tal vez concretándose en la realidad, rigiendo el tiempo poético en el
principio, de modo idéntico que cualquier otro instante.
La poesía no vive el mundo como una
ilusión mística, nos demuestra que sólo es apariencia, pero al mismo tiempo
ofrece lo indiscernible entre la realidad y su problemática y la de la
existencia humana. No obstante, la poesía expone la diversidad del mundo lejos del
equilibrio o de comportamientos razonablemente coherentes. La poesía es la
inestabilidad misma -el caos- que explica la realidad sin reducirla a una
apariencia. La poesía proporciona la interacción perceptiva del que observa y
toma una imagen del mundo y, al tiempo, arrastra en su dinamia todo aquello que
lo circunda. En poesía es el caos y no la cuantificación o la medida de la
realidad, lo que nos permite evaluar el precio con que el hombre paga su
existencia.
Francisco Acuyo
Una exposición excelente, en la que nos acercamos a la Poesía desde esa intuición integradora que nos hace uno con el Universo. Qué tema tan bello, tan interesante..."El instante poético es un momento donde nada nace y nada muere, donde no hay nada en que buscar principio ni esperar fin; instante sin límites que se desliza en un lapsus eterno." Qué maravilla compartir el conocimiento, y la Poesía que habita en la Verdad y la Belleza.
ResponderEliminarMuchas gracias, Francisco.
Un cordial saludo
Jeniffer Moore