Ofrecemos la segunda entrega de Etimología y símbolo de los insectos en el ámbito literario. Una breve aproximación, esta vez vez bajo el título de El símbolo: antheredon, anthropos, para la sección De juicios, paradojas y apotegmas, del blog Ancile.
ETIMOLOGÍA
Y SÍMBOLO DE LOS INSECTOS
EN EL ÁMBITO LITERARIO.
ALGUNAS
BREVES APROXIMACIONES II
EL SÍMBOLO: ANTHEREDON,
ANTHROPOS
El anthredon (tipo de abeja silvestre),
según algunos lingüistas, tiene el mismo origen que anthropos (hombre), de lo que puede inferirse la comunión del
hombre minoico[1] con
la naturaleza, así como la no del todo casual coincidencia de dicho supuesto
origen. En cualquier caso, no poca de la etimología referente a los insectos
está resueltamente implicada con determinados símbolos, y estos, a su vez,
dinámicamente entrelazados con propuestas simbólicas psicológica y universalmente
asociadas a la conciencia de los hombres.
La etimología
puede ofrecernos la ruptura ambivalente de lo que una vez fue signo
(lingüístico) y ahora es imagen que fija y rige la energía psíquica que une un
pensamiento, una palabra, a un sentido latente (que diría Freud), o la imagen
más apta para designar lo mejor posible la naturaleza oscuramente sospechada
del espíritu, que añadiría Jung.
Acaso en las
manifestaciones etimológicas, primero, y simbólicas, después, de los insectos,
puede verse la vívida naturaleza del símbolo unido a una sección de nuestra
psique siempre en movimiento y transformación. Veamos algunos casos más
representativos, que no los únicos, de este genuino movimiento transformador de
los símbolos en los insectos.
El escarabajo
–coleóptero- (del latín scarabaeus y
del griego karabos, skabarábeios,) de
la familia de los scarabeidae, es
archiconocido símbolo egipcio, que si bien representa el carácter cíclico del
ser, emparentado a la divinidad Khepri (sol naciente), también se le reconoce
como imagen simbólica de la resurrección[2],
no en vano Aristófanes veía en el coleóptero coprófago la función vehicular o
transportadora del ser humano a la morada de Zeus. Era también muy frecuente
encontrar los amuletos de escarabajos usados como peculiares y potentes
talismanes. En China se le reconocen atributos simbólicos similares –Tratado de la flor de oro-. En el Chilam Balam maya se muestra como el
lodo que, a pesar de su pútrida naturaleza, acabará transformándose en
divinidad.
La abeja
(apicula, del latín), es símbolo proverbial en el lenguaje jeroglífico egipcio,
y análogo a las ideas de creación y laboriosidad, siendo en Grecia emblema de
trabajo y obediencia[3];
de particular influjo en la tradición Románico-Cristiana simboliza la diligencia
y la elocuencia; siendo reconocida como símbolo real en la cultura Caldea y en
Egipto, amén de símbolo solar; incluso como portadora de almas en la tradición
mítica de Cachemira y Bengala[4];
relacionada con los cultos a Artemisa, estando muy relacionados en Grecia con
la poesía; mas también como emblema de Cristo: miel y aguijón, como
misericordia y justicia respectivamente; también como símbolo del Espíritu
Santo en la Edad Media (Bernardo de Claraval). No menos curiosa es la relación
de la abeja con la palabra según la correspondencia etimológica hebrea, dbure (abeja), que deriva de la raíz dbr, palabra, cuya relación entre el
verbo y la abeja resulta especialmente significativa; siendo, en fin, traída de
consuno por filósofos y literatos (Platón, Píndaro, Virgilio…) hasta nuestros
días.
El caso de la
mariposa (del griego psyche, psuché, alma), en modo alguno resulta
ser menos fascinante. La ausencia de cualquier alusión a este lepidóptero en la
poesía: lírica, trágica o fabulística en Grecia, es algo misterioso que muy
bien pudiese tener relación con el carácter místico religioso de la mariposa
(era el vehículo del alma después de muerto el cuerpo).[5]
Así pues, como emblema del alma[6],
y de atracción hacia lo luminoso y de ligereza e inconstancia,[7]
la etimología griega muestra claramente ese vínculo etimológico simbólico que
tanta fascinación nos causa, pero si seguimos indagando, incluso en momentos de
aparente contradicción de significado, vemos que acepciones reconocidas en los
diccionarios de símbolos emparentan con el psuché
–psyche- del alma, mas también con otras raíces etimológicas diversas que,
al final, acaban casando con sus respectivos
símbolos. He aquí que mariposa se
emparentan con el primitivo phallaina,
cuyo origen se acerca más a la descripción de la mariposas como representación
del amor y los placeres[8],
no en vano phallaina proviene de phalos[9], cuya
connotación sexual era señalada por Freud tiempo atrás.
Así, si las mariposas que se apresuran a la
muerte en la llama brillante, Bhagavad Gita, serán también símbolo en
extremo oriente de la mujer y la felicidad conyugal (Japón y China), pero
también lo será de la metamorfosis por excelencia y acaso bien pudiera ser
emblema del símbolo mismo, pues en él vemos como lecturas tan distantes
coinciden en sus representaciones simbólicas (los aztecas también tenían a la
mariposa como símbolo del alma y del aliento vital, hasta las creencias
populares grecorromanas, en las que el alma del muerto tomaba la forma de
mariposa para salir del cuerpo).
Así las cosas, si
bien de un tiempo a otro, de una cultura a otra, cambian las representaciones
de los insectos, no obstante, en la trasmisión simbólica permanece la imagen
vívida que ha impregnado durante siglos la psique de los seres humanos hasta
nuestros días. Así puede constatarse de los vestigios más antiguos de los
textos literarios hasta la contemporaneidad, cuyos símbolos mantienen viva la
llama de la sabiduría.
Por todo esto que
exponemos es por lo que la conciencia
total (a la que aludía Elíade), adquiere en virtud del símbolo carta de
naturaleza en el universo de lo consciente –y que incluye lo inconsciente-, en
el que todos y cada uno de los individuos participa activamente en el mundo de
lo visible e, incluso, o sobre todo, de lo invisible. Por eso, aquella epifanía[10]
simbólica de la que participa la literatura (y sobre todo la poesía), es la
manifestación más evidente del mundo del espíritu que, de manera inevitable,
acompaña nuestra existencia, y que desde luego acompaña al mundo singular de lo
simbólico en los insectos, cobrando estos, a tenor de lo que el símbolo
transforma y vivifica, una realidad trascendente que puede, y de hecho así lo
hace, transformar y enriquecer hasta lo más íntimo y profundo de nuestra vida
psíquica.
Francisco Acuyo
[1] Ibidem, pp. 332
[2] Chevalier, J. y Gheerbrant, A.: Diccionario de los símbolos,
Herder, Barcelona, 1988, p. 460.
[3] Cirlot, E.: Diccionario de símbolos, Siruela, Madrid, 2005, p.63.
[4] Chevalier, J. y Gheerbrant, A.: Diccionario de los símbolos,
pp.40-41
[5] Moret, P.: Los insectos en la mitología y la literatura de la
Grecia Antigua, p. 333.
[6] Cirlot, E.: Diccionario de símbolos, p.306.
[7] B.M.P. Diccionario Universal de la mitología, Barcelona, 1835, p.
236.
[8] Ibidem, p. 236
[9] Moret, P.: Los insectos en la mitología y la literatura de la
Grecia Antigua, p.334,
Interesantísimo trabajo, amigo mío. La imagen inicial es magnífica, hermosa. Gracias por el regalo de tu sabiduría. Un abrazo.
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