SUJETO
Y OBJETO:
REALIDAD DE LO IMPRACTICABLE
¿Qué
puede considerarse observador y qué observado? La vieja cuestión del objeto y
el sujeto adquiere a la luz de las observaciones de la mecánica cuántica una
perspectiva, si no nueva, acaso sí muy controvertida y controvertible. El
problema de la medición cuántica mantiene su dificultad y discutible polémica
en nuestros días, y en verdad que sin visos claros de concierto entre las
partes implicadas en su discusión.
El objeto –obiectus: ob, sobre, encima,
iacere: lanzar, tirar, echar-… es
aquello que esta fuera de nosotros, que se nos pone enfrente y que, como
lanzado fuera diríase no tener grande importancia, es lo que, etimológicamente,
cabe deducir de su terminología en pos de un significado; por otro lado,
sujeto, -de subictare: sub, debajo, e
iactare, de iacere, recordamos echar, lanzar,…, nos da la idea de tirar, lanzar
algo abajo para dominarlo; son los
conceptos terminológicamente desgranados bajo los cuales, en definitiva, se
trata de clarificar e interpretar la supuesta realidad cuántica: el objeto
(cuántico) y el sujeto (observador) que interpreta e influye sobre la realidad
observada del mismo. Se infiere que la realidad puede estar sujeta a unas variables ocultas,[1] o
bien no es posible una realidad objetiva en la que sostenerse, por lo que la
materia misma es puesta en cuestión, ya que de lo único que podemos hablar son
de los resultados de aquellas mediciones experimentales, por lo que, en
realidad, lo que tenemos son descripciones físicas abstractas[2], por
lo que la física lo que trata de poner de relieve no es tanto lo que es la naturaleza, sino lo que podemos decir de ella.
Sin embargo, son mayoría los que
dicen que la función de onda[3]
no es una abstracción matemática, sino que ¿representa? la realidad de la
naturaleza en lo más íntimo de la materia. En este caso volvemos al problema
inicial que tratábamos en anteriores reflexiones de este espacio: ¿qué es lo
produce el colapso de los estados cuánticos y define la realidad física de los
mismos? Todo nos lleva al observador (con o sin conciencia, lo cual es en
verdad algo peliagudo de explicar y más aún de entender).
Hubo quien redujo todo el
funcionamiento cuántico a través de la ecuación de Schrödinger negando cualquier
tipo de colapso y diferencias entre objeto y sujetoobservador, ya que la
mecánica cuántica, en realidad, funciona a través del entrelazamiento[4] –cuántico-,
ya que todas las partes del universo participan de la misma función de onda,
que nos lleva a la interpretación no de una sola realidad, sino de muchas
otras, tantas como mundos adicionales puedan inferirse, pero, ¿cómo es que
apreciamos una realidad física que parece responder a unas leyes
deterministas?, o, ¿cómo es posible que aquello que miramos es bastante
distinto a cuándo no lo miramos?
En cualquier caso, el cientifista[5]
acabará reduciendo toda realidad a partículas y fuerzas. No en vano se expone
por la teoría física de forma contundente que mientras no haya una comprensión
clara y completa de la mecánica cuántica no tendremos que renunciar al
determinismo clásico newtoniano-laplaciano. La cuestión es que al margen de
dicha descripción cuántica de la realidad y de las diferentes teorías que
puedan construirse al margen de aquella visión cuántica del universo, ha de
campar por sus respetos siempre la visión atómico determinista como la vía de
mejor conocimiento del mundo y de la podemos inferir la realidad y su supuesta
existencia objetiva. Que si no podemos contemplar de manera directa los campos
de fuerzas ni las mismas partículas, y aunque no sepamos si existen influencias
en las partículas que podamos observar, todo lo fiamos a teorías (de campo efectiva[6],
es una de ellas) que puedan darnos una visión de entendimiento mínimo, al menos
de aquello que entendemos como realidad cotidiana.
La vieja cuestión de por qué hay algo en vez de nada,[7]
parece no tener importancia en nuestros argumentos teóricos sobre la realidad,
incluso cuando nos movemos a tientas en relación a lo supuestamente
incuestionable, como es la estructura íntima (atómica) de la materia y su
naturaleza (y potencial dinamismo). Esto hace que la interrogante (causal y
racionalmente legítima) de si el universo (es realidad) tuvo que tener un
origen no es relevante. El argumento
cosmológico[8]
no deja de ser más que un juego de intuición infantil lógicamente insostenible:
cualquier cosa que exista no tiene por qué tener una causa primera de su
existencia, mas esta deducción tiene mucho que ver con el concepto de tiempo,
cuestión que abordaremos más adelante, en nuevas entregas de nuestro blog. En
cualquier caso, y siguiendo la argumentación de anteriores entradas referidas a
aquel concepto de naturalismo poético
defendido por algunos sectores teóricos de la ciencia (con el que pretenden explicar
el mundo), a nuestro muy humilde entender, si tienen inevitables semejanzas con
el naturalismo de la ciencia, muy poco tiene que ver con lo que entendemos como
poético. Abundaremos sobre esta cuestión.
Francisco
Acuyo
[1] Son las que no
hemos podido determinar claramente y con la precisión debida para saber del
estado de un sistema cuántico cualesquiera, por lo que se vería obligado a
interactuar partes de dicho sistema con otras partes fuera del mismo en el
espacio.
[2] Así lo
determinaba el mismo Niels Bohr.
[3] La
función de onda (función compleja) es una representación (¿abstracción?) del
estado de un sistema de partículas cuya evolución, según la ecuación de Schrödinger
que explica de forma determinista la evolución temporal de dicha función.
[4] Paradoja
EPR (Einstein, Podolsky y Rosen) es una propiedad que fue predicha por los
físicos señalados en el paréntesis, y que Schrödinger definía como partículas
que no tenían estados individuales definidos, sino que funcionaban como un
sistema con una función única de onda.
[5] Recordamos
que este concepto lo hemos propuesto nosotros para definir al tipo
característico de científico cuyo método reductivo y positivo materialista es
el imperante, véase la entrada anterior al respecto.
[6] Entendida
como una aproximación a una teoría fundamental que incluya los grados de
libertad para la descripción de un fenómeno a la escala de energía y longitud,
en este caso, subatómica.
[7] Célebremente
expuesta por Leibniz
[8] La defensa de
una causa (primera) del origen del universo,Tomás de Aquino lo defendía muy amena y razonablemente.
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