viernes, 3 de noviembre de 2017

DE LA APOCOLOCINTOSIS Y LA OCUPACIÓN ROMANA EN LA HISPANIA DEL SIGLO III A. DE C. HASTA EL AÑO 154 DE NUESTRA ERA

Prosiguiendo con el relato de nuestra historia singular, traemos una nueva entrada para la sección, Historia de un Diario, del blog Ancile, esta vez bajo el el título. De la apocolocintosis y la ocupación romana en la hispania del siglo III a. C.



De la apocolocintosis y la ocupación romana en la hispania del siglo III a. C. Francisco Acuyo



DE LA APOCOLOCINTOSIS

Y LA OCUPACIÓN ROMANA  EN LA HISPANIA DEL 

SIGLO III A. DE C. HASTA EL AÑO 154 DE NUESTRA ERA



De la apocolocintosis y la ocupación romana en la hispania del siglo III a. C. Francisco Acuyo



Aun emboscado entre jarales, malezas, tenebrosas peñas, fuera singular testigo de aquel fementido proceso depredador de Roma, y pudimos constatar que fue eminentemente claro, que así se confirma en los anales -andando finales el siglo III a. C. hasta el año 154 de nuestra era- (al margen y pausa de la gloriosa y justa pax Sempronia[1], tan acorde con la intención humanista y pacífica de Publio Cornelio Escipión).[2] Largo y muy duro proceso, decíamos, que en sus desemejanzas, pudo contar con la ironía y mordacidad en la Hispania romana de genios de la tierra, por lo que muy bien pudiera haberse obtenido de cualquiera de ellos el mejor de los proemios a cualquier historia, incluyendo esta misma, y que de auténtica veracidad se precie; así recuerdo del genio estoico de Corduba, con aquello de: “Quiero transmitir a la posteridad lo que ocurrió en el cielo el día tercero antes de los idus de octubre” […][3] En cualquier caso, fue la doctrina de expolio, despojo y explotación de Marco Porcio Catón la que acabó por imponerse y, a la sazón, acabaría, para injuria de nuestros ojos, con la caída y el exterminio de la valiente Numancia y con el arrojado lusitano Viriato (nada menos que por el Africano),[4] y que habría de suponer, al fin,  una guerra abierta de Hispania contra Roma. [Sic]
                El relato de la mayor ignominia que alcanzó su punto culminante con el genocida exterminio de Numancia, según relataba nuestro singular testigo del cerco y la feroz y audaz resistencia numantina, supuso un grande enigma, por cuyos ocho mil habitantes (niños y mujeres incluidos) hubieron de resistir durante dieciocho meses el asedio de veinticinco mil romanos excelentemente preparados y pertrechados.
                Hubo entonces, tras sobrevenir estos y otros aconteceres de enfrentamiento que la Hispania entró en la historia de la misma Roma, y de hecho se acentuó esta integración al albur de las guerras civiles romanas (entre plebeyos o populares y patricios o aristócratas), agudizado el proceso tras la muerte de Tiberio Sempronio Graco. La primera gran contienda hubo de tener lugar en esta tierra hispánica con el enfrentamiento entre Mario y Sila y Julio César y Pompeyo, respectivamente.[5]
De la apocolocintosis y la ocupación romana en la hispania del siglo III a. C. Francisco Acuyo                […] Qué eminente episodio, sin ningún género de comparación o equiparable diligencia, para mayor gloria de la incipiente Hispania romana, hubo de inscribir el notable prófugo, insigne proscrito Quinto Sertorio, que habría de trascender allende nuestras fronteras, si fue desde estas desde donde inicia su rebelión contra Sila,[6] y por la que, tras extraordinarias victorias contra la dictadura aristocrática de Roma, acabaría por transformarse en el pujante caudillo capaz de concitar la unidad hispana bajo una excepcional empresa común: hacer frente a la tiranía de la Roma patricia. Así las cosas, ora hubo de configurar un ejército de verdadero cuño hispano con legiones, insignias, entrenamiento táctico romano (bajo mandos de celtíberos, lusitanos y otros pueblos de la Hispania); ora hubo de crear magistraturas, ora instituyó instrumentos para la verdadera difusión de una genuina educación romana y ora sembraba la semilla de la que una vez habría de florecer en la preclara y deseada ciudadanía romana. Aun después de su asesinato,[7] quedó franca la romanización para Pompeyo y Julio César en el cuento y cronología de nuestra gran Hispania. [Sic]
                De linaje, noble; de espíritu, crecido; de desventura, tanta,  que aún lo lloran desde entonces hasta ahora seguirán los siglos venideros. Así muy bien pudiera quedar resumida la semblanza que hizo en estos y otros escritos venturosamente recuperados nuestros autor y testigo del prócer Sertorio, que no pudimos sino sentirnos profundamente conmovidos por la grandeza de su figura y del conspicuo proceder que habría de incidir capitalmente en la que era nuestra incipiente historia, y que no nos dejó más remedio que guardarla en lo más señalado de nuestros anales, y aun en el corazón de aquellos que supieron apreciar su ínclita personalidad y bizarra eminencia. De todo ello y más cosas daremos cuenta en próximas entradas en este medio singular.



Francisco Acuyo





[1] Periodo ocupado por el gran pretor Tiberio Sempronio, 179 al 154 a. C.)
[2] Marco Poncio Catón quien asumió este carácter invasivo y predador y de sometimiento para el expolio y beneficio de Roma.
[3] Se refiere a Séneca, en su célebre Apocolocintosis
[4] Publio Cornelio Escipión Emiliano.
[5] 88-82 a. C. y 49-45 a. C.
[6] Año 83 a. C.
[7] Para la historia de la ignominia quedó su ejecutor Perpenna, quien habría de sucumbir a la máxima de Roma no paga a traidores, siendo finalmente ejecutado.




De la apocolocintosis y la ocupación romana en la hispania del siglo III a. C. Francisco Acuyo

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