sábado, 1 de diciembre de 2018

PALABRAS LIMINARES A "HERMANOS EN LA SOLEDAD"

Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, traigo una nueva entrada con motivo de la presentación en Granada del libro, Hermanos en la soledad, de la soledad o la muerte; y que lleva por título: Palabras liminares a Hermanos en la soledad.


Palabras liminares a Hermanos en la soledad. Francisco Acuyo


PALABRAS LIMINARES



Palabras liminares a Hermanos en la soledad. Francisco Acuyo




Extremadamente difícil será exponer lo que significan estos textos de, Hermanos en la soledad,  fuera de ellos mismos. Tan honda es su inspiración, tan estrechamente unida a lo más íntimo de mi persona están pero,  al tiempo, tan universalmente compartido todo lo que en ellos se debate pues, hay aquí algo universalmente común: la soledad (bien lo saben aquellos que han vivido algo semejante), por lo que insisto,  es algo muy complicado hablar de estos contenidos sin sujetarme a la literalidad de los textos mismos. No obstante, tengo que deciros que ha sido doblemente inesperado  poder ver impreso esta preciosa edición de, Hermanos en la soledad. Primero, porque nunca pude imaginar que algo escrito con un carácter tan personal, tan íntimo, tan intransferible por lo carga emocional y también intelectual que conlleva, pudiera, decía, interesar a nadie, menos aún a una editorial como la que ha tenido a bien editar este libro, eso sí, regida por un espíritu sensible, excepcionalmente empático e inteligente, cual es el de Juan José Martín Ramos, su responsable editorial en Polibea, para su colección La espada en el ágata, en la que me siento tan a gusto como halagado de estar, y no menos feliz por la confianza otorgada a texto tan singular como este que hoy presentamos. En segundo lugar, porque una temática tan incorrecta, siempre inconveniente en una sociedad en la que esa suerte de policía del pensamiento que nos (des)gobierna, no sólo rechaza, sino que ignora sistemáticamente asuntos de este calado tan trascendental, en tanto que, precisamente porque encierra la medida  que definitivamente nos iguala a todos, me refiero, claro está, a la muerte. Palabra proscrita del vocabulario del interés público, más que nada, porque nos obliga a reflexionar, a ponderar el ritmo de nuestras vidas, de nuestras decisiones, de nuestros pensamientos y anhelos más profundos.


 En cualquier caso debo decir que, lo que aquí, en este libro se debate, es algo mucho más profundo que el incomprensible e inevitable hecho de morir. Sobre todo se trata de una meditación sobre la vida misma y a los imponderables a los que todos estamos sujetos, a saber: el sufrimiento, la soledad, la muerte. No tienen los párrafos que contienen este texto vocación funeraria en modo alguno, más bien al contrario; su elegía es vitalista aunque esté llena de dolor; si la pérdida es   a sus muertos. El más allá trascendente  creído por algunos e ignorado por otros pero sustituido siempre por la memoria del difunto, adquiere siempre carta de singular naturaleza. No podía yo bajo ningún concepto sustraerme a algo tan hondo y tan atávico como aquella nihilidad, nanidad, vacío, soledad o como quiera llamársele. Así estos textos conllevan el eco de la humanidad resonando ante el hecho nada trivial de la vida y de la muerte, humanidad refleja en estas y aquellas lecturas de otros hombres que reflexionaron y sintieron esta misma soledad, esta misma incomprensible indiferencia de los dioses, de la naturaleza y de los mismos hombres ante el hecho inaudito y a la vez ordinario de la muerte.

                Extraje sin duda consecuencias vitales para mi vida en este enfrentamiento. Es claro que nunca sería la misma persona. Era evidente que el rumbo de mis anhelos no sería el mismo, si acaso habrían de permanecer aquellos, o por el contrario, se diluirían por ser insignificantes ante la dimensión ciclópea de la realidad del sufrimiento, de la soledad y de la muerte. No obstante, hube de constatar algo extraordinario de toda esta sucesión de desdicha. La noche estrellada seguía siendo bella. Las frondas del bosque con el aire entre sus copas seguía estremeciéndome, incluso más ahora que antes. El rostro y la compañía de los seres queridos que conmigo permanecen son mucho más necesarios, mucho más queridos, mucho más entrañables. La nada que conlleva la pérdida me desnudó para siempre y, ya sin asidero, supe que la única entrega posible es la de la admisión de lo irreparable, sujeta ésta a la incertidumbre, a lo incomprensible muchas veces de buena parte de lo que acontece en nuestras vidas, pero, todo esto, me hace mucho más que antes admirar lo hermoso que de manera no menos incompresible acompaña al dolor en nuestras vidas. ¿Hay en este texto esperanza? Hay más que esperanza: está la visión del ser sin los ropajes  de la convención, sin la defensa ni la seguridad de nada, la sincera convicción de que en este caer en la cuenta de lo inconstante de nuestras vidas, hay una vía de entendimiento que nos trasciende, y en esta nanidad, pues de ella, al fin y al cabo, se asientan todas la cosas, proviene y se crea todo aquello que ahora (y después) nos culmina y nos asombra, pues, acaso es ahora, sumidos en la duda, cuando atendemos a nuestro yo verdadero. Es aquí y ahora cuando contactamos la semilla, el germen de una conciencia nueva que solo se siente satisfecha en la plenitud que avoca en la nada al mundo del ser verdadero, que no es otro que el vivir en el morir y morir en el vivir, que será donde resida la profundidad de lo que es real, de lo que es genuino y, cotidianamente, nos hace entender que la comprensión de la vida y de la muerte no puede realizarse, entenderse, fuera de lo más íntimo y trascendente de nosotros mismos.


Francisco Acuyo



Palabras liminares a Hermanos en la soledad. Francisco Acuyo


1 comentario:

  1. Amigo, la subjetividad de sentirse acompañado se desvanece ante la soledad del ser ante eventos como la muerte, portal que atravesamos solos. Se ama lo que se deja ir en su libertad inherente. Me acerco a la muerte con curiosidad y miedo. Se nace entre dolores de parto, y se muere dolorosamente la mayoría de las veces. Pero como dice en ese libro de Salomón, en los afanes de esta vida, todo es vanidad...en fin, todo para decirte que me identifico plenamente con este profundo análisis que nos regalas a propósito de tu hermoso libro. Un abrazo.

    ResponderEliminar