Entregamos la segunda parte de, El legado de la alegoría platónica de la caverna, del profesor Tomás Moreno, para la sección, Microensayos, del blog Ancile.
El LEGADO DE LA ALEGORÍA PLATÓNICA
EN LA FILOSOFÍA, SEGUNDA PARTE
Por último y por
centrarnos únicamente en las interpretaciones y filósofos que han reflexionado
en la segunda mitad del XX y principios del XXI podríamos referirnos a dos
representantes del pensamiento filosófico germano Hannah Arendt, Hans Blumenberg y a un joven pensador italiano, D. Fugaro. Para la discípula de Heidegger
e ilustre pensadora política, el mito de la caverna representa una
especie de “biografía concentrada” del filósofo, el “hombre liberado de sus
cadenas”, que presentaría tres estadios en su proceso de conversión total o
“cambio de todo su ser”. En el primero
de ellos, el prisionero de la caverna descubriría, en la parte trasera de ésta,
un fuego artificial mediante el que podría conocer “lo que las cosas son en sí
mismas”, sin tener en cuenta las opiniones (doxai)
de la mayoría: meras sombras e imágenes proyectadas en el telón del fondo de la
caverna. El segundo, se corresponde
al momento del ascenso de “este aventurero solitario” quien, insatisfecho por
la escasa iluminación del sombrío antro, encontrará una salida del mismo que le
llevará al exterior de la misma, a
“cielo abierto”, a una región nueva iluminada por el Sol, la idea suprema: el
reino de las Ideas o Esencias eternas de las cosas perecederas y en devenir.
Allí, donde alcanza su felicidad va a gestarse también su tragedia: no puede
hacer de tal lugar celeste su residencia permanente. Comienza entonces un tercer estadio, de descenso, que le hará
retornar de nuevo a la caverna junto a sus antiguos compañeros de infortunio, a
su situación originaria, con mayor padecimiento y malestar que antes. Su
ascensión al reino de las ideas le ha hecho perder el sentido de la orientación en el interior de la caverna mostrándose,
por ello, a los ojos de su entorno como un personaje torpe y risible, inepto
para moverse entre las sombras.
El mito de la caverna simbolizaría,
pues, para la discípula de Heidegger, la alegorización del conflicto abierto
entre el filósofo y la Polis: la caverna representa un espacio social
caracterizado por la ausencia de la política. El conflicto entre filosofía y
política, dos auténticos modos de
existencia mas que disciplinas teóricas, se resolvería por la soberanía de
la política sobre la filosofía, por la preminencia del “bios politikos” en
detrimento del “bios theoretikos”, reconociendo así democráticamente- la
competencia y capacidad política a todos y a cada uno de los ciudadanos frente
a los partidarios del “gobierno de los filósofos”, de las elites, que consideran mejor el gobierno de los filósofos que el
del pueblo, la soberanía política de “aquellos que saben sobre aquellos que no
saben”[1].
Entre las interpretaciones más recientes que se ubican ya
en el siglo XXI, destacamos las de Hans Blumenberg y la de Diego Fugaro. Ya nos
hemos referido en entregas anteriores a la significación del pensador alemán a
este respecto. Añadamos únicamente que Hans Blumenberg nos recuerda cómo la
alegoría de la caverna ha sido utilizada e interpretada de las formas más
heterogéneas y políticamente interesadas. Nos recuerda en su monumental obra
cómo, por ejemplo, la crítica contra la Reforma y contra la Ilustración llegó a
resolverse con un regreso a la caverna de la tradición y del autoritarismo
religioso: “La caverna comenzó a engendrar monstruos, dedicándose a meter en la
cabeza de los seres humanos algo que deberá significar para ellos más que sus
vidas y sobre lo que nunca pudieran pensar pacíficamente. Con Platón y su
teoría de las Ideas, la nadería se eleva a ser existente, incluso a verdad
absoluta. Cuando estos monstruos salen de la caverna empiezan las idolatrías, las
disputas y fanatismos, anatemas y quemaderos. El ser humano pone en práctica lo
que estos modernos profetas de la caverna han pensado para él”[2] .
Más recientemente, el filósofo italiano Diego Fusaro en su ensayo “Idealismo
o Barbarie. Por una filosofía de la acción[3],
ha incidido también en este mito o alegoría singular para explicarlo desde una
clave inequívocamente política, pero de signo contrario. Desde un marxismo redivivo, el joven pensador italiano considera que no
existe metáfora o relato que aborde mejor que esta alegoría platónica el proceso de emancipación de la humanidad como
objetivo esencial y orientación fundamental de la teleología filosófica, del filosofar mismo. Platón describe desde
este relato alegórico el proceso de ascensión (Anábasis) del filósofo/hombre que se libera de sus cadenas
ignorancia hacia el conocimiento de la verdadera realidad iluminada por el Sol
y de descenso o regreso de nuevo (Katábasis)
hacia la falsedad organizada del mundo de
las sombras, con el único objetivo de ayudar a los prisioneros de la
caverna a emanciparse todos Juntos de sus cadenas. Esto es: saliendo de la
caverna para que ellos también a su vez sean libres de la esclavitud de la
ignorancia y de la opresión impuesta por la fuerza y coerción de las cadenas.
Podría decirse que, en su opinión, en el relato platónico
verdad y libertad se mueven en sintonía unidas indisolublemente: aquél que
ha contemplado la verdad –la verdadera realidad de las ideas- genera también,
por tanto, el anhelo de la libertad y emancipación de la humanidad. Se trata de
uno de los temas más notables que atraviesan diagonal o transversalmente toda
la tradición filosófica occidental, que aparece, incluso, en un texto
evangélico -“La verdad os hará libres”, en expresión (casi platónica) de Jesús-
y que constituye el eje vertebrador del ideal del proyecto ilustrado de
emancipación total y definitiva del hombre.
Sin embargo, para Diego Fusaro en los
últimos cuarenta años la metáfora
de la caverna platónica ha sido sustituida por otra, hoy hegemónica, la
de la Jaula de hierro de Max Weber, que, a diferencia de la
platónica, no permite ningún tipo de fuga o salida; que no posibilita ya éxodo
o liberación alguna, ni siquiera posibilidad de
trascender el horizonte presente (capitalista): una sociedad con
libertades individuales, con politeísmo de los valores incorporados y concebida
como destino ineludible tal y como el sistema neoliberal capitalista nos
advierte y promueve, pues este es, quién
puede dudarlo, el mejor de los mundos posibles
(F. Fukuyama). Renunciad a salir de
la Jaula y seréis felices –nos repiten con insistencia los voceros de la
ideología dominante, los sofistas de hoy-. Aprovechad las oportunidades de
emancipación que el sistema permite. Comportaos como un Robinson Crusoe, como
individuo antagónico desde el punto de vista intersubjetivo. Esta situación se
parece un poco al escenario actual en el que hemos pasado de la caverna
de Platón a la Jaula de hierro de Max Weber, que no
representa más que al modo de producción capitalista –del que hablaba hace más
de un siglo Karl Marx- pero concebido sin conflicto social, sin lucha de
clases.
En su libro, D.
Fusaro nos invita a construir una razón
utópica capaz de vencer a la ideología que entroniza lo
existente (el mercado global del neocapitalismo liberal) transfigurado
en forma de Jaula de Hierro weberiana. Bebiendo en las fuentes del Idealismo alemán, concretamente en Fichte, donde encuentra inspiración
para una “filosofía de la acción”, y ahondando esta idea de la mano de Marx y Gentile e inspirándose además en
las ideas de Gramsci y Bloch, el
joven pensador italiano plantea una alternativa acuciante entre Idealismo o Barbarie. Ante la apología
del fatalismo imperante y frente al desencanto nihilista y resignado -que postula
la imposibilidad de trascender todo horizonte presente- el programa de una nueva
filosofía de la praxis que propone Fusaro, atribuyendo la primacía ontológica al sujeto que se objetiva en la
temporalidad histórica, exhorta a despertar del sueño dogmático de la praxis contemporánea y de la pesadilla
posmoderna y neoliberal.
Solo desde ella
hará posible la emancipación anhelada del género humano, siendo conscientes,
además, de que no hay otra liberación que la colectiva o conjunta, esto es: la
de ¡Salir todos juntos”, como preconizara en su opinión, el prisionero liberado
de la caverna platónica instándonos a bajar de nuevo al mundo de las sombras de
la política para liberar a sus conciudadanos de las cadenas que los oprimen. Hasta
aquí, todo bien en la propuesta de Fusaro, pero nada nos dice de cómo se
configurará ese nuevo mundo idealizado, una vez destruida la Jaula weberiana
liberal-capitalista que, en su opinión, tanto nos aherroja y oprime. De ese
nuevo mundo que hará surgir supuestamente el hombre nuevo y avistará
una nueva sociedad mejor, bajo la guía indiscutible y la égida todopoderosa de
un guía o filósofo visionario, queda sin describir ni explicitar sus principios
y patrones de organización productiva, económica, socio-política e institucional
(cont.)
TOMÁS MORENO
[1]
Miguel Abensour, “La lectura arendtiana del mito de la caverna. Contra la
soberanía de la filosofía sobre la política”, wwwalmargenonline.com. Vid. también
“Hannah Arendt: Pensadora en tiempos de oscuridad”, Revista Al Margen (nº.
21-22, marzo-junio 2007). Pretensión que se vio desmentida por la propia
experiencia utópica de Platón ante los tiranos de Siracusa y, posteriormente,
por tantas otras experiencias totalitarias inspiradas por “sabios consejeros
áulicos”, filósofos” o “intelectuales “–desde Marx a Heidegger, desde Mao a Pol
Pot- quienes, desde una voluntad mesiánico-salvífica incuestionable y
pretendidamente benéfica, o apoyados en una ingeniería social global científica
y técnicamente fundada, trataron de inspirar la realización de regímenes
políticos perfectos o de instaurar utopías paradisíacas y solo alcanzaron a
construir desafortunadamente verdaderos infiernos sobre la tierra.
[2] Hans Blumenberg, Salidas de
caverna, op. cit., p. 425.
[3] Hans
Blumenberg, Salidas de caverna, op.
cit..
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