En esta nueva ocasión exponemos un post nuevo para el apartado Pensamiento del blog Ancile; este lleva por título: La fe como espacio conceptual de la idea de lo trascendente.
LA
FE COMO ESPACIO CONCEPTUAL
DE
LA IDEA DE LO TRASCENDENTE
EL argumento ontológico
ha sido uno de los pilares fundamentales de la fe en el orbe cristiano. La hipótesis
de la existencia de Dios como ser perfecto que, de ser posible, debe serlo
completamente en la realidad y en cualesquiera realidades posibles. En verdad
que la gran dificultad de dicho argumento radica en la demostración de esa posibilidad
de existencia trascendente.
Pero hemos de reconocer que uno de los deportes
intelectuales favoritos de la ciencia y de la filosofía en la modernidad
consiste en obviar por ilusa cualquier intento de forma (religiosa o no) de
trascendencia, es cierto que muy pocos se aventuran en eso ámbitos a conjeturar
siquiera sobre temática semejante, aunque tengan que reconocer (con Hegel y
después con Gödel)[1]
que en el mundo hay leyes estructurales que en modo alguno pueden explicarse
mediante la relación de causa efecto.
La superación del entendimiento religioso se tiene por cuestión
del todo periclitada. Incluso el tercer reino lógico de Frege, por ideal,
capaz de mediante su concepto espacio (objetivamente real) era perfectamente
competente de acceder (en su idealidad) al mundo físico, se ve sujeto al olvido
premeditado, por mor de explicar el mundo siempre desde una óptica
estrictamente material,[2]
acaso si haber calculado con detenimiento cuál es la naturaleza misma de la
materia y la realidad que la conforma, en definitiva, sin saber a ciencia
cierta qué es la materia.[3]
En cualquier caso, si somos aptos para indagar en un espacio
conceptual[4],
que no está definido en un aquí y en un ahora, ¿por qué no ha de ser posible
una epistemología (de la fe como intuición verdadera) de lo trascendente, calificada para
conectar con ese tercer reino conceptual, en el que puede incluir la posibilidad
ontológica de Dios? Todo esto enraíza con la poca fe y muchos prejuicios de los
filósofos y científicos sobre la intuición, muchas veces da igual de la índole
que sea.
Hay una cuestión, a nuestro juicio, del todo capital en
relación a aquella intuición (fe), y es la de no prestar la más mínima atención
a un hecho fundamental en lógica, a saber, la de no fijar la vigilancia,
interés y esmero racionales en la naturaleza de los conceptos, y no tanto en la
sintonización de nuestro oído con el mercado ordinario del lenguaje común.[5]
Acaso nos encontramos en una situación muy similar a la
que el poeta genuino tiene clara: el lenguaje común, ordinario, estándar, no es
suficiente para la expresión poética así mismo propia y acreditada (ese
lenguaje desviado o especial) que hace del lenguaje poético una vía conceptual
que se trasciende a sí misma, porque atiende, paradójicamente, de forma
irracional a fijar la atención en la naturaleza de sus conceptos en ese espacio
conceptual especial que, a diferencia de la lógica de Frege para quien no
existen en un espacio exterior dónde no hay números, ni conceptos ni propiedades
de estos, en el vasto dominio de la poesía (tal vez como en el de la
matemática) forman el espacio conceptual que se vincula con el ser de las cosas
en el mundo. Es la poesía, por esto, la ciencia de la paradoja que en otras
ocasiones he defendido.[6] Es
así que este modo de entender la razón conceptual se asemeja a aquél que busca
la trascendencia, mal que les pese a no pocos escribidores de versos, que no
poetas.
Verán en próximas entradas de este blog Ancile, lo provechosas
que pueden ser estas reflexiones para el entendimiento de la poesía, de la idea
de (la fe en) lo trascendente y para el conocimiento de nosotros mismos.
Francisco
Acuyo
No hay comentarios:
Publicar un comentario