Que la teoría y ciencias de la información siempre me resultaron fascinantes no es nada nuevo para quienes ya me conocen, no obstante, el hecho de relacionarlas con ámbitos como el de la conciencia acaso no resulte cosa tan conocida, así las cosas, esta nueva entrada para la sección de Ciencia del blog Ancile, hace referencia expresa bajo el título: El "no algo" de la conciencia.
EN entradas anteriores ya comentábamos el
extraño mundo de la realidad virtual de algunas partículas que, a pesar de su
breve existencia, habrían de dejar su impronta en el mundo físico, pues estas son susceptibles de ser detectadas experimentalmente. Así pues, estas partículas, deberían considerarse como algo más que meras
abstracciones matemáticas. Se dice, que su residencia es el espacio vacío: una
nada, por cierto, muy activa y particular, sin embargo. Ese no algo que excita este raro mundo (como le han dado
por denominar a algunos físicos) es profunda y extrañamente creativo. A esta nada
estructurada se la ha equiparado en última instancia como información. En cualquier caso, aun así, se sugieren muchas dudas al respecto de su estructura y funcionamiento: ¿Cómo es posible la interacción que observamos (conciencia-materia) que existe
en el universo? Nos parece que tiene mucho que decir aquella cosa extraña
de definir y que nosotros denominamos conciencia, y que muchas veces la intentamos definir balbuciendo apenas su
significado.
No
obstante de lo anteriormente expuesto, se sigue apoyando por cierto sectores de la neurociencia una
interpretación estrictamente neurocéntrica del cosmos. El carácter relacional
de cualquier sistema cuántico parece dar alas a esta presunta nueva epistemología
del mundo. La correlación entre el sistema observado y el observador así parece
acreditarlo. Y si bien buena parte de nuestras abstracciones matemáticas así
parecen también demostrarlo, no parecen suficientes para describir, no solo el complejo dominio de la conciencia humana,
acaso, tampoco la posibilidad de una conciencia extrahumana, sobre todo al
albur de la consideración de que cualquier conciencia es deudora o está sometida a la
tiranía de una organicidad neurológica; buena cuenta de esta deficiencia la dan todos los
fenómenos embarcados en el navío de los fenómenos aleatorios; al fin y al cabo, el cosmos, solo puede describirse en razón de un universo altamente participativo,
en el cual, ese no algo denominado conciencia sería el eje vertebrador de
cualquier estructura cuya información pueda ser interpretada, creada o recreada
para la conformación de la misma.
Esta
reflexión puede llevarnos con toda lógica a intuir al menos una suerte de
multiplicidad infinita de conciencias, tantas como partes determinantes y constituyentes de un
organismo capaz de generar conciencia. Es este un regreso a un pamsiquismo singular mediante
el cual las partes que integran el organismo consciente son más que el mismo
organismo, de tal suerte que, cada órgano, cada célula, cada molécula, cada
partícula atómica o subatómica participa de esta conciencia universal. Pudiendo
quizá dar respuesta a Williams James cuando se interrogaba a este respecto:¿Cómo pueden
muchas conciencias ser al mismo tiempo una sola conciencia?
Esta
visión puede resultar bastante incómoda para una epistemología arraigada en el
método tradicional de la ciencia, por ser profundamente indeterminista y sujeta
a una aleatoriedad creativa inevitable. También es previsible que lleguemos a
la conclusión de que la misma naturaleza es consciente e inteligente, óptica que nos
remonta al pensamiento presocrático con el apeiron de Anaximandro, o al sistema revolucionario
de Giordano Bruno.
Quizá
estemos en el dominio de la entelequia leibziana, donde ese no algo consciente es
el principio activo que hace autosuficientes y completas a las sustancias, y
desde el cual es imposible distinguir entre soma y psyché, pues son parte la misma
realidad. Será cuando intentemos explicar o expresar esta apreciación indistinta cuando, sin embargo, de
manera inevitable empleemos la dualidad mente y cuerpo, diferenciadas como cosas
distintas.
Todo
esto puede llevarnos a conclusiones sorprendentes si insistimos en su
reflexión, pero de ellas hablaremos en la próxima entrada de este blog Ancile.
Francisco Acuyo
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