Volvemos a la sección de Poesía y matemáticas del blog Ancile con un nuevo post que lleva por título: Newton o la simpateia matemática, con el que abordaremos una visión singular sobre esta disciplina lógico científica y su relación con el mundo de la dinámica de la vida y otras vías del saber como la alquimia a través de la figura del genio Isaac Newton.
NEWTON O LA
SIMPATEIA MATEMÁTICA
Si el genio matemático de Newton
hubo de fascinarme desde siempre, al margen de su perspicacia inaudita en la
aplicabilidad de las matemáticas al mundo de la física, lo haría también por su
aparentemente inexplicable acercamiento al mundo de la alquimia.
En
otra ocasión apuntaba en este medio el insólito, contradictorio para el método
científico, interés de nuestro acaso, más insigne representante de
la ciencia de todos los tiempos. Si los Principia
Mathematica, de su Philosophiae
naturalis fuesen tenidos en cuenta no sólo como objetos de lógica aplicada más razonadas y razonable, sino también como proporciones consonánticas de su modo matemático
en relación simpatética con los movimientos, distancias, posiciones, relaciones
entre los diversos objetos celestes y puestos en razón matemática, con los que entendiésemos la interacción entre ellos como un entorno de simpatía, más que como una
interacción mecánica y automática, donde el matemático (y el físico sería(n)), el (los) intermediario(s) entre el Anima Mundi
y la razón supuestamente eficiente que hace funcionar maquinalmente el mundo.
El físico o el matemático era en realidad el alquimista que quizá inconscientemente aviva el
interés de su genio por el dominio de la magia alquímica. Sobre todo
porque el mago era un creador, un poeta, un artista profundamente atraído por
el interior más íntimo de las cosas que instintivamente considerabas vivas.
En
su mente quizá anduviese más vivo de lo que muchos quisieran el instinto que le decía que
las influencias matemáticas en la dinámica planetaria actuaban de manera
ambivalente: a través de la imaginación
abstracta y simpática de las matemáticas, o bien a través
de la propia imaginación viva de las fuerzas creadoras e imaginativas, propias
de esas influencias físicas que habrían de manifestarse a través de imágenes,
números, proporciones e incluso a través del poder del sortilegio o del conjuro
de las mismas palabras.
En
cualquier caso la simpateia
matemática como vís imaginativa, estará siempre presente en lo más íntimo del
genio de Woolsthorpe, cuyas
manifestaciones abstractas venían a funcionar como una invocación a los
números, a las palabras, a las percepciones sensoriales, destinados,
precisamente, a esa invocación.
A
la vista de estos antecedentes ya no debe resultarnos en modo alguno
contradictorio ni extraño que con Newton conviviesen con total naturalidad las
creencias de su fe cristiana con el arte y ciencia de su propia matemática, si
en el fondo de su conciencia convivía una Prisca theológica que habitaba y vivía
pacíficamente con la gnosis, que se mostraba como una revelación manifiesta con
lo trascendente que anima el mundo, y así mismo, su interés por la alquimia como
disciplina que mezclaba el rigor matemático con la magia simpatética de toda poiesis genuina, en modo alguno exenta
de la posibilidad de la vivencia de lo trascendente.
Así
las cosas, las esferas, como cualquiera otra manifestación física, estarían
dotadas de conciencia, de alma en plena e íntima comunicación con nosotros
mismos en virtud de la influencia de una conciencia común invisible e inherente e
inseparable del resto de conciencias que animan el atanor u horno alquímico del
mundo.
Más adelante, en otro post para la ocasión, seguiremos abundado sobre esta temática peculiar y su incidencia en el ámbito del conocimiento humano.
Francisco
Acuyo
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