Después de una temporada centrado en la poesía, sobre todo en la que tuvo como primordial referencia a la que habría de seleccionarse para la antología La luna en verso, con motivo de La noche en blanco de Granada, retomamos el pulso normal en nuestro blog, e iremos incorporando toda suerte de entradas con temas muy diferentes, tal y como era costumbre con anterioridad. Así toca hoy seguir hablando de la Poética de lo racional inconsciente, en su segunda entrega.
POÉTICA DE LO RACIONAL INCONSCIENTE II
SIN ENTRAR AÚN EN la dimensión propiamente
poética, sí adelantaremos una suerte de reflexiones que, al amparo del pensamiento
salvaje, pueden resultarnos de sumo interés para nuestros propósitos
expositivos. Así, el que posee un conocimiento científico (y conceptual) trata
siempre de abrirse nuevas vías para situarse más allá, contando con el otro
mensaje de un potencial interlocutor, mas el que es dueño, sin embargo, de
la ciencia de lo concreto se
orientará de manera bien distinta: permanece más acá, recogiendo y
coleccionando los mensajes ya trasmitidos previamente, y todo de tal manera
que, puede establecerse una distinción tal que: el científico opera con
conceptos que quieren ser de forma total y definitiva transparentes a la
realidad, mientras que el segundo procede mediante signos que exigen un
rasgo de humanidad que permanezca incorporado (integrado) a aquella realidad.
No
resultará del todo arriesgado decir que: si el pensamiento mítico trabaja con estructuras
mediante la disposición de acontecimientos (o residuos de acontecimientos), la ciencia, siempre en marcha, insta a la
creación gracias a las estructuras que genera en forma de hipótesis y teorías,
de donde podemos constatar hasta qué punto la poesía, como forma de arte
singular que viene a presentarse en la intersección del conocimiento científico
y del pensamiento mítico-mágico, se presenta como una suerte de habilidad
enigmática que invita a comunicar un conocimiento interno y otro externo, una
estructura y un acontecimiento, un ser y un devenir que evidencie, a
través de su propuesta creativa (el poema), que es apta para el orden de una
estructura y el orden de un acontecimiento. De este diálogo particular puede
advertirse una anticipación del mensaje (y que ya detectara
Jakobson) tan característica de la denominada función poética, mas todo esto al margen del reconocimiento del precario equilibrio entre la
estructura y el acontecimiento, la necesidad y la contingencia, que incidirán
hacia uno u otro lado, por motivaciones debidas al estilo, las corrientes
(modas) o las condiciones sociales.
Por
otro lado, las clasificaciones totémicas señaladas sabiamente por Levi-Strauss,
van a manifestar la captación de un doble aspecto que puede hablarnos también
de la naturaleza del fenómeno poético: el
afectivo y el intelectual. Es así que
aquellos seres del pensamiento indígena se vierten como seres vivos que
(como la poesía en su carácter vívido y orgánico) se ofrecen al hombre con el
fin de determinar una suerte de raro y vivo parentesco.
Claude Levi Strauss |
De
las taxonomías indígenas puede deducirse una lógica que muy bien hubiere podido
servir de base a modernas clasificaciones, este detalle, a nuestro juicio, es
parte también de una razón paradójica que puede compartirse con aquella otra
que, para la poesía, según veremos, tantas veces y de forma tan sutil como
espontánea nos asombra y que, tanto intelectual como espiritualmente, da fruición
y nos conforta.
Podemos
observar que aquellas relaciones estructurales detectadas en el ámbito de la
lingüística (estudiadas ejemplarmente sobre todo por los formalistas rusos) y que se manifiestan en el lenguaje poético sobre todo para establecer toda
aquella suerte de relaciones que vienen a concurrir (en paralelismos,
recurrencias -sintácticas, fonéticas...-) de tal guisa que, para su
interpretación, si no estrictamente correcta, al menos aproximada, tendríamos
que aceptar que aquella (la poesía), se instala en un sistema de referencia
global que permitiría para su exégesis una homológica percepción, la cual, nos
hará percibir que, si bien la poesía y sus elementos acaso no tienen por qué
ser lo mismo a lo largo del tiempo, sí parece observar una igualdad en las
relaciones de las singulares estructuras (lingüísticas: sintaxis, fonética,
gramatical, semántica...) que la fundamentan.
Hemos
de considerar que la dinámica de las lógicas totémicas ofrece una, cuando
menos, curiosa analogía con aquello que nosotros denominamos lógica poética
(concepto sobre el que profundizaremos de forma inminente), la cual, diríase
impulsa en el receptor con un (sublime) aliento e inteligencia (¿inmemorial?)
para afectar de forma totalizadora su capacidad de percepción, pues las
relaciones y equivalencias que mantiene en su discurso son capaces de mantener
una variada( e incluso ingente) gama de funciones al servicio de aquella
función primordial y que es determinante de sí misma, es decir, de la función
poética; 21 lugar desde donde podemos también observar,
privilegiadamente, las oscilaciones entre la estructura y el acontecimiento, la
sincronía y la diacronía, entre la lógica y la estética, todo lo cual demuestra
la riqueza de su fenómeno y que, a duras penas, podría entenderse por la visión
o atención de uno sólo de sus múltiples aspectos.
De manera similar creemos distinguir
que manera en cómo actúa el operador
totémico cuando funciona como distintivo, en la poesía en su singularidad
estética (y en su especial dinámica) e
incluso lingüística, se vierte como mediador entre la naturaleza y la cultura:
y es que invoca una homología entre aquellos rasgos que diferencian aquellos
que, acaso sean propios de la cultura (y la sociedad) y que se ofrecen
impuestos, de aquellos otros que son percibidos como propios de la naturaleza,
a consecuencia de todo lo cual el poeta viene a forjarse (como hombre en
contacto con esta fenomenología) precisamente a través de las relaciones entre
naturaleza y cultura, produciendo en el seno de las peculiaridades de su ser
modificaciones, mas en virtud de sus propias relaciones sociales, éticas,
filosóficas, científicas y estéticas.
La
poesía participa de aquella expresión sensible de una codificación objetiva
que el hombre dispone para entender y disponer de manera
intuitiva la diversidad y discontinuidad última de lo que la realidad
ofrece, y en virtud de aquellas características percibidas, lo que aquella (la
realidad, decimos) en última instancia sea, mas siempre con la particularidad de
que el conocimiento poético no puede concebir una taxativa clasificación que
separe estancamente aquella diversidad y discontinuidad del mundo, sino que se
vierte como una continuidad en perpetua transición que, acaso puede
representarse, como momentos o etapas; garantizando esto, no obstante,
una clasificación, una taxonomía global de la percepción y lógica poética
siempre dinámica, que se estructura sobre un eje de homogeneidad que garantiza
su unidad plenamente. Así, en poesía, es posible (puede observarse en su
discurso) el paso de especie a categoría; además de no ofrecer ninguna
contradicción entre el sistema en el cual se estructura y el léxico a través
del cual desciende a las diferentes dicotomías, y es que el universo en poesía
está representado en forma de un «continuum» que viene a componerse en oposiciones
sucesivas.
Es
así que las clasificaciones detectadas en la poesía tienen en común con las
diversificaciones totémicas, que ofrecen una noción de humanidad sin
fronteras universalizando su fenomenología y funcionamiento,
y donde lo importante ya no es clasificar, sino poner los nombres.
No
debe pues, parecernos cosa extraordinaria, observar, por un lado: el carácter
sistemático que estructura a la poesía en virtud de las relaciones que la
integran, así muestra de forma evidente tanto su coherencia interna, como su
capacidad (tantas veces considerada como inaudita) de extensión; y por otro,
ver la columna vertebral que la
sostiene, y que está expresa en su capacidad de conectar o cohesionar lo
general y lo específico, lo abstracto y lo concreto.
Francisco Acuyo
No hay comentarios:
Publicar un comentario