La estructura de la realidad sigue en debate en este nuevo post para la sección de Ciencia del blog Ancile, y bajo el título: Materia, energía e información (y conciencia): fundamentos de la realidad.
MATERIA, ENERGÍA E INFORMACIÓN
(Y CONCIENCIA):
FUNDAMENTOS DE LA
REALIDAD
Materia, energía e información
son los ejes que configuran la realidad que se dice, nos concierne como seres
con capacidad cognitiva de reconocimiento de nuestro entorno. Acaso debiéramos empezar
a considerar como otro fundamento primordial a la propia conciencia, si esta nos
configura de manera tan singular en el mundo. Pero, ¿es la conciencia algo
exclusivamente propio de entidades vivas y humanas?
Que
la vida esté llamada a seguir una escala ordenada por una especie de principio
organizador, es una muestra evidente de que aquella es un sistema abierto que
se caracteriza por un intercambio continuo con el entorno, intercambio de
materia, energía y desde luego información. La lucha contra la entropía tiene
lugar, en su ímpetu de organización cada vez más complejo, en virtud de una
dinámica que estructura esta organización de manera cada vez más intrincada, gracias a
unas leyes (todavía enigmáticas) que llevan a las moléculas a un comportamiento
¿inteligente? para la consecución de dichas estructuras altamente complejas.
Mas,
aquella inteligencia estructuradora, ¿de dónde deviene? En verdad, que en lugar del concepto de inteligencia
cabría entenderla más como conciencia, en tanto que (prefijo con: unión, conjunto,
todo, y ciencia: cualidad del que sabe) se adapta mejor en su acepción a dicho
y extraordinario proceso. Si nos atenemos ahora al término lingüístico de
realidad (realitas) veremos que aquella también exige la suma, el
agregado y conjunto de todo lo que es real o tiene existencia, o que forma
parte de un sistema, y del que es su totalidad. La conciencia, en su acepción y
etimología deviene como el conjunto o todo de lo que sabemos algo, que coincide
con la concepción de lo que debe ser real, como lo que es en totalidad.
La verdad es que estas coincidencias connotativas y denotativas de uno y otro término resultan para la viva imaginación de quien suscribe una fuente de sugerencias harto significativas. El ponerlas en conexión con lo que estimamos que conforma nuestra realidad más clara (materia, energía e información) no acaba de quedar totalmente resuelta sin acudir, para la comprensión de dicha realidad como totalidad de un sistema que suponemos es el universo mundo, a la conjugación de un tercer elemento que les da consistencia y dinamismo. No se me ocurre otro mejor que el de la conciencia.
Cuando recurrimos al concepto de azar para dar explicación al orden que conforma toda nuestra realidad inteligible, es obvio que lo que hacemos, al escudarnos ante tal idea de inteligibilidad, es poner de relieve nuestra ignorancia e incapacidad para comprender ese orden ¿sin sentido? que configura la vida y la inteligencia que somos capaces de reconocer, y desde luego para cualquier otro tipo de orden superior, el cual bien podría estar diciéndonos que todo está hecho para engendrar vida e inteligencia, y esto será así porque el soporte primordial es la conciencia misma que entiende la materia, la energía y la información que se deprende o se infiere de ellas. ¿Puede resultar extraña, a tenor de lo señalado, la apreciación de que el universo es conciencia. ¿El azar podría explicar realmente lo que es el mundo?
Las remotas coincidencias para que el mundo sea lo que es acaso solo sirven
para deducir de ellas un significado que nos ha de remitir a un principio
explicativo (que nosotros creemos que es la conciencia) para explicar lo que
estructura la realidad: materia, energía, información, espacio, tiempo, que nos
recuerda a la célebre sincronicidad[1]
junguiana.
La realidad plenamente newtoniana conformada por objetos y espacio vacío no es solo insuficiente para explicar la complejidad del mundo, pues nos hace dudar hasta de lo que podíamos creer en un principio como indubitable, nos referimos a la materia misma que, como decíamos en anterior capítulo, y según la física cuántica, parece contemplarse a sí misma.[2] La memoria de aquella conciencia es la que da lugar a esa memoria de dicha materia, que tiene conciencia de sí misma y de su proveniencia.
El campo cuántico y su despliegue matemático de
configuración pueden resultar un ejemplo verdaderamente confiable de que el sustrato
último es en realidad consciencia, en tanto que será la abstracción pura la que
hará distinguible la realidad a través del acto matemático.[3]
La misma teoría estándar, aun siendo insuficiente para explicar la realidad misma de la materia (recordamos la necesidad de una ampliación de las descripciones subatómicas para explicar esta materia invisible que compone la mayor parte de la realidad del universo -ver los post anteriores-), basa sus descripciones en la virtualidad de partículas (véanse todo el despliegue de quarks de dicha teoría estándar) que son en realidad abstracciones matemáticas que, para asombro de propios y extraños funcionan en la descripción y funcionamiento de lo más íntimo de la materia, situándose en el otro lado de lo que podemos constatar como una observación sensible experimental convencional.
Indagaremos en próxima entrada sobre esta fascinante
intuición donde la conciencia tiene un lugar de excepción para la comprensión
de la realidad.
Francisco Acuyo
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