Para nuestra aclamada sección de Microensayo del blog Ancile traemos hoy un nuevo y espléndido trabajo del profesor y filósofo Tomás Moreno titulado El mito Lilith, en dos partes, de las cuales ofrecemos la primera bajo el nombre de La rebelde.
EL MITO DE LILITH, LA REBELDE
(Primera Parte), POR TOMÁS MORENO
EL MITO
DE LILITH, LA REBELDE (Primera Parte)
1. Lilith, la Pandora hebrea
Si Pandora, la primera mujer de la
mitología griega, es la fuente del mal
y de todas las calamidades que aquejan al género humano, Lilith, la primera esposa y compañera de Adán según la mitología
hebrea talmúdica, podría ser considerada también como responsable de
innumerables males para los hombres y -desde una moderna lectura feminista-
origen de la insumisión femenina frente a las imposiciones patriarcales. Según un viejo midrash talmúdico[1] del siglo XII (Génesis Rabba), Lilith fue la primera mujer que Adán conoció[2].
Aunque su nombre no aparece en el Génesis
bíblico, sí hay una referencia a ella en la Escritura,
concretamente en Isaías (34, 14-15),
en donde el profeta dice que Lilith vive entre las ruinas desoladas del
desierto edomita, donde le acompañan los sátiros (se’ir), búfalos, pelícanos, búhos, chacales, avestruces, víboras,
serpientes, buitres y cuervos. Otros han señalado que no es en los textos
hebreos sino en el célebre poema de
Gilgamesh donde, con el nombre de Lillake,
encontraríamos su más antigua referencia escrita.
Para Robert Graves, Lilith, la mujer demoníaca, seguramente se inspiraba
en un modelo asirio-babilónico[3].
Román Gubern señala, por su parte,
que existe un parentesco lingüístico entre las palabras sumeria lulti (lascivia) y lulu (libertinaje) y es probable que durante su cautiverio en
Babilonia los judíos se familiarizaran con estos conceptos al imaginar a Lilith[4].
En su libro Actitudes Patriarcales. Las
mujeres en la sociedad [5], Eva
Figes ha señalado que fueron los escribas rabinos de Praga -basándose en el
relato del citado midrash apócrifo
del XII- los que llevaron a cabo la
manipulación del mito de Eva, creando en siglos más tarde el arquetipo de Lilith para hacerla responsable de todas los males y catástrofes
que se han abatido sobre el mundo desde la creación, en oposición y contraste
con el arquetipo de Eva como representación de la mujer
sumisa y débil, modelo y madre de la raza humana.
Según el midrash Génesis Rabba -en el que se narra la
creación de esta primera mujer con el nombre de Lilith, antes del alumbramiento
de Eva a partir de una costilla de Adán- Dios habría realizado tres tentativas
sucesivas para encontrar una compañera ideal a Adán; todas ellas, incluso la
tercera (Eva, tan familiar a todos), acarrearían desastrosas consecuencias para
los hombres. Lilith la primera esposa, la auténtica primera mujer de Adán, era
de índole tal que ningún hombre habría conseguido dar cuenta de ella, ya que
reunía los peores defectos que podamos imaginar. Infinitamente más demoníaca
que la apacible Eva y a todas luces más apta para sugerir y provocar el Mal.
Y para justificar su malvada condición, los sutiles escribas
judíos habían encontrado una solución: Lilith, fue empastada por el Creador con otro material distinto al utilizado para
crear al primer hombre, Adán: "Entonces Dios creó a Lilith, la primera
mujer, como había creado a Adán, salvo que utilizó inmundicia y sedimento en
vez de polvo puro" (Yalqut Reubini
ad Gen. II. 21; IV. 8)[6].
Lilith es creada por Dios como compañera de Adán y a petición de éste, pero el
enfrentamiento entre ambos va a dar lugar a la creación ulterior de Eva, de la
propia carne o del propio cuerpo del primer varón[7].
El mito de la Lilith rebelde y
emancipada se inicia cuando ésta se niega a dormir debajo de su marido, en
posición yacente y subordinada:
Adán y
Lilith nunca encontraron la paz juntos, pues cuando él quería acostarse con
ella, Lilith consideraba ofensiva la postura recostada que él exigía ‘¿Por qué
he de acostarme debajo de ti?’ –preguntaba-. ‘Yo también fui hecha con polvo y
por consiguiente soy tu igual’. Como Adán trató de obligarla a obedecer por la
fuerza, Lilith, airada, pronunció el nombre mágico de Dios, se elevó en el aire
y lo abandonó (Num. Rab. 16. 25).
Tras quejarse Adán a Dios por el
abandono de su compañera, éste envió a tres de sus ángeles para que hicieran
regresar a Lilith. La encontraron junto al Mar Rojo, región que abundaba en
demonios lascivos, con los cuales Lilith había engendrado innumerables lilim[8],
a razón de más de cien por día. Se dice que Lilith, tras su rebelión contra la
imposición divina, devolvió la amenaza, convirtiéndose en un peligro para todos
los niños y para los hombres: "Lilith y Naamá no sólo estrangulan a los
infantes, sino que también seducen a los hombres que sueñan, cualquiera de los
cuales, si duerme solo, puede ser víctima" (B. Shabbat, 15 1b)[9].
De ahí las múltiples leyendas
referentes a que Lilith acostumbraba salir por las noches en busca del semen de
los hombres, mientras éstos dormían, para fertilizarse y crear demonios[10].
De modo que
Lilith y Naamá, igual que las lamias
griegas anteriores a ellas y que los súcubos
cristianos medievales, que vendrían después, controlaban los cuerpos de los
hombres durante su sueño, tal era su poder maligno[11].
Eva Figes |
Resulta significativo también que,
igual que las brujas acusadas en la Europa cristiana
como responsables de muertes de niños, ellas también cometiesen el mismo
delito, estrangulándolos[12].
Lamias, rameras, ogresas, brujas y diablesas son, pues, una y la misma cosa:
variaciones de la misma mujer depredadora y castradora, antinaturalmente
devoradora y rebelde. Lilith fue realmente el primer ejemplo, el primigenio, de
esa "horrible criatura" demonizada que -tras sus distintas
metamorfosis asirio-babilónica, grecorromana, judía y medieval- se encarnará
más tarde en la figura de la mujer
emancipada y perversa o de la femme fatale.
La influencia de esta leyenda en la
mentalidad popular, hizo que Lilith pasara a la posteridad como un híbrido
entre mujer y demonio, que acosaba a las parturientas, robaba a los niños de
sus cunas al caer la noche y seducía a los hombres con sus artimañas. Lilith
representa la más remota personificación de la brujería y de todo lo maligno
que en la mujer pueda verse. Esta virago
quedó rondando como una arpía los confines de la civilización, trayendo de este
modo al mundo la desgracia.
Eva Figes ve en esta creación
estercolaria de Lilith, de la tradición hebraica, un caso más de la disociación
de la imagen femenina: Eva o la maternidad, Lilith o la sexualidad incontrolada
e infanticida: "Una vez más, el hombre escinde en dos la imagen de la
mujer: la mujer buena es asociada con la maternidad y la pureza, y la mala con
la sexualidad incontrolada y, puesto que significa el polo opuesto al de la
buena madre, también la asocia con el asesinato de niños"[13].
En la creación de dos esposas para Adán (si no tomamos en cuenta la del medio,
la segunda, aludida sólo de pasada y
demasiado repulsiva físicamente para que
Adán[14])
podemos ver la disociación entre maldad y sexualidad, por un lado, y
maternidad, por otro, que culminará en la imagen de la Virgen María.
Eva sería la madre de la humanidad,
mientras Lilith sólo alumbró demonios y calamidades. Por supuesto, el colmo de
la imagen de la madre buena era de quien jamás hubiera conocido o despertado el
deseo sexual. Esta tradición hebraica, rabínica y cabalística, o el propio mito
hebraico de los orígenes, en su severa e ingenua inocencia, han influido real y
profundamente en el modelo occidental de la feminidad.
Para Eva Figes, Lilith es, en fin,
una imagen recurrente de la feminidad independiente, emancipada, autónoma y
rebelde, tan denostada y repudiada en la sociedad patriarcal que un tardío patriarca judío (Freud) llegó a reflejarla como hostil al hombre y causa y
raíz de las desavenencias y conflictos entre los sexos, sobre todo, en un
célebre pasaje de El tabú de la
virginidad, en donde el maestro psicoanalista alude a la (imaginaria y
omnipresente en sus textos) envidia del
pene, por donde se daría curso a la
hostil amargura que las mujeres sienten contra los hombres, nunca del todo
ausente en las relaciones entre los sexos.
Freud no cesa de referirse a esas fuerzas
"arcaicas" que laten en las mujeres y transfiere la pugna
macho-hembra al interior mismo de la mujer. Su concepción de la mujer –dulce,
sumisa, obediente, en permanente minoría de edad, dependiente del varón- está
en las antípodas de lo que Lilith representa. "Los aspectos masculino y
femenino de vuestro carácter están en conflicto”, viene a decir a las mujeres,
“y de vosotras depende que gane el femenino. De otro modo, no serás una
verdadera mujer y no podremos amarte".
Que Freud defendía una posición
atrincherada, exactamente igual que los patriarcas hebreos, resulta obvio si
consideramos sus objeciones a las ideas liberadoras para la mujer de John
Stuart Mill, expresadas en una carta a su novia, Martha Bernays[15]. Trivialidades tales lo que reflejan es, concluye Eva Figes, la mentalidad
machista y patriarcal impuesta en su época tanto al varón como a la hembra,
prejuicio que le impidió llegar a conocer verdaderamente a la mujer y por ello
la mujer "fue siempre para él un enigma"[16].
Tomás Moreno
[2] Sobre Lilith, véanse
John A. Phillips, Eve, The History of an
Idea, Nueva York, Harper& Row, 1984; J. Bril, Lilith ou la mère obscure, París, Payot, 1981. Sobre su proyección en el arte y la literatura: Erika
Bornay, Las hijas de Lilith, Cátedra,
6ª edición, madrid, 2008 ; Golrokh Eetessam Párraga, Lilith en el arte decimonónico. Estudio del Mito de la Femme Fatale, Revista Signa, nº 18,
UNED, 2009, pp. 229-249 y Manuel-Antonio Marcos Casquero, Lilith. Evolución histórica de un arquetipo femenino, Universidad
de León, 2009.
[3] Lilith o Lilu, era un
demonio babilónico-asirio, convertido en primera esposa de Adán. A “Lilith” se
la hace derivar habitualmente de la palabra babilónica-asiria “lilitu”, “demonio femenino o espíritu
del viento”, uno de una tríada mencionada en los hechizos babilónicos. Pero
aparece posteriormente como Lillake
en una tablilla sumeria del año 2000 a. de C. encontrada en Ur y que contiene
la fábula de Gilgamesch y el sauce. La etimología popular hebrea parece haber
derivado “Lilit” de layil, “noche”,
y, en consecuencia, aparece con frecuencia como un monstruo nocturno peludo, lo
mismo que en el folklore árabe. Salomón sospechó que la reina de Saba era
Lilit, porque tenía piernas peludas (cit. en Robert Graves, op.cit., p. 62).
[6] Cf. Robert Graves y
Raphael Patai, Los Mitos Hebreos,
Alianza Editorial, Madrid, 1986., pp. 59-63. El texto pertenece a una colección
de comentarios cabalísticos del Pentateuco, el Yalqut Reubeni, recopilados por R. Reuben ben Hoshke Cohen, en
Praga, en el siglo XVII.
[7] Según el Génesis
Rabba, tras la huida de Lilith, Adán
apeló a Dios para que le diera una nueva compañera más apta, pero Dios se
equivocó al permitir a Adán contemplar la elaboración del cuerpo de la segunda
esposa (la primera Eva), y el espectáculo produjo a Adán tanto malestar que
Dios la retiró y creó a la segunda Eva. Nadie sabe qué fue de la primera.
[9] Según una tradición, recordada por Eva Figes, de la unión
de Adán con la diablesa Lilith y con otra de su calaña llamada Naamah, hermana
de Tubal Caín, surgieron Asmodeo e innumerables demonios que todavía atormentan
a la humanidad. Muchas generaciones más tarde, Lilith y Naamah asistirían al
juicio de Salomón disfrazadas de rameras de Jerusalén (Yalqut Reubini ad Gen. II. 21; IV. 8.).
[10] Eva Figes, op. cit., p. 27. Así nos lo cuenta Primo
Levi: “Otras veces entra en el cuerpo del hombre y éste queda embrujado […]
Luego está la historia del semen. A ella le gusta mucho el semen del hombre, y
anda siempre al acecho a ver dónde ha podido caer. Todo el semen que no acaba
en el único lugar consentido, es decir, dentro de la matriz de la esposa, es
suyo […] Por eso no hace más que parir […] Pero son también hijos de cada hombre:
hijos ilegítimos” (Lilit y otros relatos,
Ediciones 62, Barcelona, 1989, pp. 24-25).
[11] Robert Graves comenta que“las Lamias, que seducían a los hombres dormidos, chupaban su sangre y
comían su carne, como hacían Lilith y sus compañeras demoníacas, eran conocidas
también con el nombre de Empusae,
“forzadoras”, o Mormolyceia, “lobas
espantosas”, y se las describía como “Hijas de Hécate”. Es característico de
las civilizaciones en las que se trata a las mujeres como “bienes muebles” que
deben adoptar la postura recostada durante
el coito, a lo que se negó Lilith. Las hechiceras griegas que adoraban a Hécate
eran partidarias de colocarse encima,
según sabemos por Apuleyo; y así se ve en las primitivas representaciones
sumerias del acto sexual” (Los Mitos hebreos,
op. cit., p.63).
[12] Por eso han existido, en diversas áreas culturales
judías y también cristianas, amuletos contra
Lilith destinados a proteger a los niños y niñas de su maleficio. Patricia
Hidiroglou ha constatado que en los años
setenta del pasado siglo existían en París librerías que vendán “hojas de
protección” para los recién nacidos, que las madres colocaban en las paredes de
la habitación del niño ignorando tal vez que se trataba de fórmulas para
conjurar el peligro de Lilith (Les rites
de naissance dans le judaïsme, París, Les Belles Lettres, 1977, p. 203). Véanse
también: Michèle Bitton, La leyenda de
Lilit y la protección mágica de la madre y el recién nacido: Persistencia de
prácticas milenarias, en Geneviève Dermenjian, Jacques Guilhaumou y Martine
Lapied (dirs.), El Poder materno en el
Mediterráneo. Mitos y representaciones, editorial Milenio, Lleida, 2010.
[13] Actitudes
Patriarcales: Las Mujeres en la Sociedad, op. cit., p. 45. Por eso muchos han visto en
esta terrorífica Lilith, asesina de niños, la prefiguración de un mito
literario clásico tan central en nuestro imaginario colectivo como el de Medea, arquetipo de la madre que, como
venganza por el ultraje del marido, mata a sus propios hijos. La perversión de
la figura de la "madre asesina" atrajo por su condición de instinto
antinatural a los escritores y artistas románticos desde el principio. Vid.
Eurípides, Medea, Introducción,
traducción y notas de Alfonso Martínez Díaz, Ediciones Clásicas, Madrid, 2009 y
A. Sierra González, Medea y el derecho
materno, en Las hijas de Pandora:
historia, tradición y simbología, I. Calero Secall y V. Alfaro Bech (eds.),
Universidad de Málaga, 2005, pp. 78-88.
[14] Según cuenta la leyenda, esta segunda mujer innominada
la creó Dios ante la vista de Adán: huesos, humores, músculos, tendones, bilis,
pus, piel y finalmente pelo fueron los materiales usados para su creación. Adán
quedó tan horrorizado tras contemplar la truculenta escena de su modelación que no quiso acercarse a
ella y la repudió, por lo que el Creador tuvo que dormirle para extirparle una
costilla de la que formó a Eva.
[15] La carta, en extracto, dice así: "Comprometer a
las mujeres en la lucha por la existencia en el mismo grado que los hombres es
una idea sin futuro. Si, por ejemplo, imaginara a mi dulce y adorada novia como
rival, sólo podría decirle, como hace diecisiete años, que estoy enamorado de
ella y suplicarle que abandonara la lucha por la sosegada actividad sin
rivalidad de mi hogar. Es posible que diferencias de educación puedan suprimir
todas las tiernas cualidades de una mujer, necesitada de protección y no
obstante tan triunfante, y que en ese caso pueda ganarse la vida como un hombre
[...]. Puede que la ley y la costumbre tengan que otorgar a la mujer mucho de
lo que, hasta aquí, le ha sido denegado, pero es seguro que su posición
continuará siendo la de siempre: una adorable criatura en la juventud, y una
esposa querida en la madurez". Sobre
las cartas de Freud a su novia véase
Sigmund Freud, Epistolario (Años
1873-1883), trad. Joaquín Merino Pérez, Ediciones Orbis, Buenos Aires, 1993.
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