Para la recién inaugurada sección, Editoriales amigas, del blog Ancile, traemos el título Las transmisiones, veinticuatro lugares y una carta, del escritor Rafael-José Díaz, publicado en la Editorial Polibea, en la colección La espada en el ágata, en su número cuatro, con un acertado prólogo de Alberto Ruiz de Samaniego. Invitamos a la lectura de estas preciosas páginas y de la edición primorosa a la que nos tienen acostumbrados los responsables de Polibea. Ofrecemos el texto inicial que da título al libro, Las transmisiones.
LAS TRANSMISIONES
VEINTICUATRO LUGARES Y UNA CARTA
NO sé qué tienen las rememoraciones
de la infancia que están como aureoladas. Cada momento recordado o cada escena
recuperada aparecen recortados en un fondo de extraña mansedumbre. Esta aureola se pierde en cuanto se la quiere decir. La
escritura es, por tanto, el gran desagüe de las rememoraciones desgastadas, de
los sueños empobrecidos y de los instantes despojados de cualquier realidad. No
nos engañemos pensando que la palabra es capaz de crear algo cuando lo único
que está a su alcance es rescatar y almacenar lo que una vez se perdió. Lo digo
e intento volver con la mente a un lugar en el que pasé muchos veranos, con un
cuerpo que era entonces otro cuerpo, más vivo o menos abrumado que el de ahora.
El fogonazo es reacio al muladar de las palabras. Se resiste a la petrificación y a la baba de ser dicho. Pero somos lo suficientemente
presuntuosos como para pensar que, nuestro como es, debemos capturarlo,
encadenarlo y exhibirlo como un trofeo de caza.
Así que:
nueva intentona. Estoy asomado a la ventana de un apartamento del sur. Es por
la noche, un recodo del día en el que todo sigue fluyendo pero de otro modo ya,
no del todo desaparecido pero sí como transparentado. Los cuerpos se han transformado
en meras voces que se susurran las unas a las otras como si se rozaran o
acariciaran. Los árboles se mecen entre las luces de las terrazas desde las que
llega la música de una fiesta recién comenzada. Miro hacia la ventana de
enfrente. En ella se ven, como sombras fugaces que huyen de la luz, los cuerpos
de quienes se deslizaban junto a nuestros cuerpos en la promiscuidad de la piscina. Pero ahora estamos separados y, aunque sigamos
pendientes los unos de los otros, hay algo que ha tocado a su fin.
En la
habitación, mi hermana y yo somos como niños angelicales que no forman
escándalos ni discuten ni se pelean. Llevamos una vida misteriosa que ni
siquiera nuestros padre conocen. Nos turnamos para asomarnos a la ventana y
emitir signos con los que nos comunicamos con nuestros vecinos de enfrente.
Luego, ya acostados, juntamos nuestras manos y nos transmitimos los mensajes mediante pulsaciones acordadas del
pulgar y del índice. Cuando nos dormimos estamos siempre a punto de avistar el
sentido del siguiente mensaje. Pero todo es inútil. Una
nueva mañana nos devuelve a la luz. Nos levantamos, desayunamos y nos lanzamos
de nuevo a la interminable algarabía de los paseos y los céspedes. No habría ninguna palabra para
vastedad como aquella. Por eso me refugio en la noche, porque creo que para la
noche, más delgada y recogida, más interior y más serena, encontraré traducción. Cuando la mañana y el mediodía y la tarde terminan
se encogen y se doblan hasta que logran meterse en la caracola de la noche.
Allí los espero con mi red preparada.
Estoy
asomado a la ventana y no hay lenguaje todavía, es decir, que el lenguaje conforma
una unidad con la vida. Lo que digo es parte del momento en que lo digo. No hay
aún contorsiones ni evasivas, no hay desencantos ni recuerdos. Estoy asomado a la ventana, una noche
cualquiera del verano en el apartamento, y transmito el mensaje que hemos acordado
lanzar a nuestros contrincantes. Me escondo tras la cortina y hay un instante
en el que ya no recuerdo cuál era la siguiente señal. Así
que interrumpo la transmisión e inmediatamente me llega la respuesta de
enfrente, que no sé descifrar. Entonces me siento
perdido porque he olvidado las claves y ya nunca lograré reconstruir el mensaje que
necesitábamos para seguir viviendo al día siguiente en medio de la transparencia,
la gracia y la verdad.
[Playa de Las Américas, Tenerife.
Diciembre de
2012]
Rafael-José Díaz
Mil gracias, estimado amigo. Un cordial saludo. Rafael-José Díaz.
ResponderEliminarPlaya de Las Américas, Tenerife.
ResponderEliminarDiciembre de 2012]
Jajajajjaj