Para la sección, De juicios, paradojas y apotegmas, del blog Ancile, ofrecemos un fragmento del trabajo, El límite en poesía.
EL LÍMITE EN POESÍA
Pasar
aquellos fuertes y fronteras de San
juan de la Cruz por afanarse en la búsqueda del amado acaso sea la apetencia
última de cualquier entidad con conciencia. Por eso el limes (limitis,
genitivo) es en realidad el sendero que pone en evidencia la tierra de nadie que, cuando se traspasa, es terra incognita, en donde la propiedad de un territorio y otro se
disolvía y, por fin, sea quien fuere, puede libremente transitarlo. No deja de
resultar curioso que el límite, la frontera (frons, frontis, frente, semblante) etimológicamente acaben
significando la misma cosa no pareciendo tener una raíz común indoeuropea este
último vocablo latino, y cuyas consecuencias en las acepciones aceptadas para
esta circunscripción divisoria que es la frontera (y, al fin y al cabo, el
límite), tenga sus efectos a la hora de establecer supuestos parentescos
simbólicos con otros conceptos dignos de esa consideración, de hecho, es
difícil encontrar alusión alguna al límite y la frontera en fuentes autorizadas
sobre la simbología de dicho concepto, de hecho, como tal no he podido
encontrar nada que pueda hacer referencia al respecto, sería si acaso el
sendero que delimita una propiedad de otra la referencia más directa. Pero
hemos de encontrar otra fascinante referencia etimológica que hace que resulte
aún más extraordinaria su indagación lingüística: sendero, semitarius, si relativo a la senda, en realidad está sustentado por
dos componentes léxicos: semita
(desvío, atajo), y el sufijo arius
(relativo a). Si vamos hacia el sinónimo
camino (cammin, del celta, y este de cam, paso), y entendiendo este como el
camino o la vía por donde se circula habitualmente, constatamos la divergencia
convencional del uso del concepto límite y el del sendero que arriba
indicábamos que pone en evidencia la tierra de nadie, muy bien podrían
interpretarse aquellos límites poéticos como la senda que trasciende la
realidad convencional circunscrita, acotada, en pos de la trascendencia (véase
que la vía láctea para las tribus de
América del Norte es el camino de las almas que se dirigen al más allá[1],
por lo que estos límites nunca son estáticos, son la dinamia misma de la vida y
del universo que apenas sospechamos, no en vano, esta vía, sendero o camino
celeste, para Salustio, esta frontera trazada en el espacio sideral es el
término superior (dinámico) de la materia sujeta a cambio, a la transmutación
no sólo temporal, sino a aquella que se sitúa más allá del tiempo.
Francisco Acuyo
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